EL LLAMADO

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Erase una vez un universo en el que alguien susurró una palabra y de la nada surgió un mundo dividido en diferentes realidades.

Se dice que en un principio todo era caos, que no podía existir nada; sin embargo, surgió el orden y con él llegó la vida, la magia, la ciencia y desde luego la muerte. Cada quien ocupando su respectivo lugar en la creación.

Una a una, cada realidad avanzó a su manera sin conocer la existencia de las otras dimensiones. Se crearon reinos dorados como las armaduras de sus audaces caballeros. Santuarios revestidos de plata como los largos cabellos de los elfos y resplandecientes como la luna. Verdes bosques repletos de increíbles criaturas mágicas que gustaban pasar el tiempo horneando pasteles de manzana y hasta asombrosas ciudades cuyos suelos se movían al ritmo de los engranajes en sus cimientos.

Por muchos años la paz y la prosperidad reinaron; pero un día la tierra se cimbró desde sus entrañas. Del suelo surgieron relámpagos que rompieron el cielo, en los alrededores hubo un estruendo semejante a miles de vidrios rotos. El pánico se apoderó de la gente, que confusa huía despavorida sin saber realmente hacia dónde correr. La luna eclipsó al sol y la noche se apoderó del día.

-Ay de nosotros -gritaban quienes se atrevían a mirar al gran astro agonizante.

En lo alto del cielo nocturno apareció una estrella señalando a los guerreros que iban a hacer realidad las profecías de un reino lejano. La tierra del amanecer.

"Según el pacto de nuestros antepasados los convocamos, valientes entre los valientes, para que defiendan sus mundos de la calamidad que ha emergido del abismo y que amenaza con destruir toda realidad conocida y por conocer. Entreguen sus corazones y sus vidas a esta causa y salvenos a todos"

Combatientes, magos, asesinos, criaturas mágicas de luz y de oscuridad alzaron la voz aceptando el llamado. Desde los cielos una columna de luz descendió hasta tocar la tierra y aquellos que aceptaban la misión que les fue encomendada, avanzaron hacia ella y desaparecieron en su interior.

Se dice que fueron conducidos a una tierra extraña cuyo suelo, calcinado por el fuego de la guerra, había sido convertido en ceniza y cuyo aire apestaba a humo y carne quemada. Ahí no había muros que separaran a las realidades. Todos eran concientes de la diversidad de la vida.

Es en esa tierra extranjera donde los audaces guerreros le harían frente a la oscuridad con la esperanza de que, a pesar de la nube de devastación que flotaba sobre sus cabezas, lograrían forjar un legado de paz para las futuras generaciones.

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