06. Nuestra casa

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Nuestra casa


En esos momentos tenía sentimientos divididos, porque estaba observando a Harry, Niall y Mary ordenar y decorar la casa de la última nombrada para la fiesta de cumpleaños de mi mejor amigo. 

Por un lado, agradecía que este escenario no se haya llevado a cabo en la casa de Harry -porque la pelirroja había insistido que la fiesta fuera en su casa- ya que, de ese modo, no debería soportar la visión de la chica yendo de un lado a otro con total libertad entre aquellas paredes en las que yo había pasado una gran cantidad de mi vida. Probablemente era egoísta pensar la casa de Harry como mi propia casa, quizás era inadecuado, pero conocía cada rincón de la misma como conocía la palma de mi mano, así que tampoco lo sentía tan incorrecto.

Por otro lado, no podía dejar de sentirme morir al ver a Harry en aquel lugar, que iba a ser nuestro hogar. Se movía por él con naturalidad, como si siempre debió haber estado allí. Y es que así era. Si yo continuase con vida, ambos nos encontraríamos ahí en esos momentos, probablemente preparándonos para alguna gran fiesta que Niall habría organizado para celebrar que, al día siguiente, sería el cumpleaños de Harry.

O tal vez no, quizás Harry le hubiera pedido a Niall que hiciera su fiesta unos días más tarde, como había hecho el anterior año, para que así la noche del diez de noviembre pudiésemos encontrarnos viendo películas y comiendo chatarra antes de que el reloj diera las doce, y así apenas empezara el once, nosotros estaríamos en una atmósfera de familiaridad para poder recibir el cumpleaños del rizado. 

Yo lo abrazaría y le daría algún regalo que habría envuelto con mis propias manos, solamente para él, y él pasaría sus brazos a mi alrededor con la misma efusividad, dándome las gracias y susurrando que hace años me dice que no hacía falta que yo le regalase algo.

Suspiré. No, las cosas no eran así, y yo debía intentar asimilarlo.

Los tres chicos pasaron el día arreglando todo y, al llegar las seis de la tarde, se despidieron para poder arreglarse en sus respectivas casas antes de que la reunión comenzara. La gente estaba citada a las ocho.

Al entrar a casa junto a Harry, May lo recibió con un abrazo, probablemente adivinando cuán agotado -física y emocionalmente- su hijo se encontraba.

—Harry, no tienes que festejar si no te sientes con ánimos, lo sabes ¿No? —cuestionó, acunando el rostro de su hijo entre sus manos.

—Tranquila, mamá —murmuró, con un atisbo de sonrisa entre los labios—. Estoy bien ¿Sí? Me hará bien distraerme... además será una pequeña reunión, nada muy grande.

Las comisuras de sus labios estaban tensas y sus ojos no se entrecerraron. Esa sonrisa no era real.

La castaña dudó un poco, pero finalmente dejó ir a su hijo, asintiendo.

—Si te sientes algo mal, vienes a casa ¿Sí? Sólo tienes que cruzar la calle.

—Lo sé —asintió, dirigiéndose a las escaleras para subir al primer piso. Dudó un poco en sus pasos y volteó a ver a la mujer que ya se había dado vuelta para abandonar la habitación—. Mamá —llamó su atención.

Ella lo miró.

—¿Sí?

—Gracias, por todo —murmuró.

Sí, esas palabras sí eran reales.

—Sabes que no tienes que agradecerme, hijo. A mí también me duele... nos contenemos mutuamente.

la noche que nos conocimos // larryWhere stories live. Discover now