09. El Sol y las Olas

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El sol y las olas


Siempre me llamaron la atención las pinturas que se hicieron acerca del mito de la caverna de Platón. En éstas se retrataba a algunas personas que estaban sentadas contra un muro, en una caverna, y que veían sombras, las cuales parecían representar una realidad... lo cual, en verdad, no eran más que creaciones hechas por otros hombres, que se las ingeniaban para formar estas sombras y así mantener en la ignorancia a quienes permanecían en la cueva. Otros, que habían pertenecido al grupo de los engañados, pero que habían tenido la voluntad de conocer la verdad, escapaban de la cueva y se disponían a ver el mundo real.

Durante aquellos días, quizás yo pertenecía a aquellos que estaban siendo engañados, pero estaba seguro de las sombras que mis ojos captaban por sus rabillos eran reales, y eran más que sólo sombras. Eran daimones. Sin embargo, cuando volteaba a ver en su dirección, éstos ya habían desaparecido, entonces, eran pocas las ocasiones que había recurrido volver a ver a Zayn. Aún así, eso no quería decir que no me preocupara por los seres que acechaban mi existencia. Parecía ser que, al yo enterarme de que resultaban una amenaza para mí, ellos se habían permitido vigilarme aún más de cerca, apareciendo en mi radar de visión con mucha mayor frecuencia que antes.

A veces sentía que con saber la verdad los había invocado a rondar a mi alrededor y, ante el miedo, no me separaba de la presencia de Harry, como si él fuera un escudo protector que, con su luz, ahuyentase todo lo malo. De todas formas, no creía que a él le importase, unos días atrás incluso había puesto una foto de mí en su billetera y lo había visto escribir mi nombre en muchos lugares, con distintas letras, como si buscase encontrarme en todos lados.

Fue una fría mañana en la primer semana de diciembre que el ojiverde decidió saltarse sus clases y, guardando un papel en su bolsillo, se dirigió en bus hasta la casa de Niall, quien lo esperaba apoyado en su auto.

—¿Estás listo? —preguntó nuestro amigo, dándole un abrazo y él asintió.

—Creo que sí —bufó Harry.

Niall sonrió levemente y desbloqueó el vehículo, permitiéndoles abrir las puertas e introducirse en él. Yo tomé lugar en los asientos de atrás, justo en el medio. 

Aquel día me encontraba relajado porque no me había topado con ninguno de esos entes que seguían mi ser constantemente, así que me dediqué a ver el camino sin preocuparme por nada más que preguntarme qué sería tan importante como para hacer que Harry decidiese ausentarse en clases.

—¿Después volvemos a mi casa? —preguntó Niall, dando la vuelta en una esquina.

—En realidad ¿Puedes llevarme a casa de Karen y David? Anoche me invitaron a almorzar.

—Claro —asintió—. De paso diles que voy a ofenderme porque hace bastante que no me invitan a comer, pero a ti te viven invitando.

Harry rio, negando levemente.

—Es porque soy su favorito —bromeó.

—Ya lo sé —bufó—. Pero podrían hacerlo menos evidente.

Trece minutos más tarde, Niall estacionó su auto y los tres bajamos de él.

Entendí dónde estábamos cuando mis dos amigos se enfrentaron al local.

—¿Listo para tu primer tatuaje? —se mofó Niall, tomando a Harry por el hombro para adentrarse al estudio.

—Algo así —murmuró, cruzando la puerta.

la noche que nos conocimos // larryWhere stories live. Discover now