Capítulo 6: Mi mansión, mis reglas.

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“La vida es muy peligrosa

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“La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

Vaas estudió el rostro durmiente de Iryna. La muchacha cayó en un profundo sueño sin percatarse de la presencia del hombre, quien sintió mucho interés en espiar el libro que se asomaba bajo la almohada de la joven. El primero lo agarró entre sus dedos y esbozó una sonrisa torcida al leer de qué se trataba.

—¿Cumbres borroscosas? —Leyó el título del libro—. Curioso gusto por la literatura.

Iryna era precavida. En un principio escondió su diario profesional bajo su almohada, pero poco después de enterarse de que el señor Boncraft tenía acceso a todas las habitaciones siempre y cuando se le antojara, prefirió ocultarlo donde no se le ocurriría mirar: en una estantería donde se camufabla junto al resto de libros. Hacerlo patente era la mejor opción para pasar desapercibido por sus propios ojos.

Vaas dejó el libro donde estaba y observó a la joven. Su mirada se detuvo en el cuello de ella. Podía notar su pulso a simple vista. Latía tranquila. La joven solía llevar una fragancia corporal con toques afrutados que el hombre pudo husmear desde su posición. Él, con sigilo y sumo cuidado, pretendió apartar algunos mechones de cabello en su rostro. Sin embargo, su acción fue interrumpida por Madame Delphine, que irrumpió en el dormitorio sabiendo donde se encontraba el hombre. Su mano se quedó en el aire.

—Vaas —lo llamó—. ¿Podemos conversar sobre un asunto?

Él, sin dejar de analizar a Iryna, bisbiseó:

—Por supuesto.

Dicho aquello, ambas presencias salieron del dormitorio.

Iryna soñaba. Bajo los recónditos recuerdos del valle hacia su mente apareció su mejor amigo Arvel, mostrándole muy emocionado lo que contenía en sus manos.

—¡Mira, Iryna! Me compré una videocámara. ¿Has visto la resolución a la que graba? ¡Se ven hasta los pelitos de tus pestañas! —Él la grabó. Enfocó sus ojos caramelo y emitió una risa simpática.

—¿En serio? Déjame verla. ¡Qué envidia me das!

—Con esto podré grabar mis entrevistas. La usaré para mi tesis —continuó, ilusionado—. La pillé por segunda mano. Mañana te llevaré al sitio. Tiene cámaras a muy buen precio.

—Y yo tengo mi estúpida libreta. Tendré que ahorrar para una cámara.

—Podrás usar la mía mientras tanto, Iry —Le dijo. Siempre solía abreviar su nombre de manera cariñosa—. ¡Grabaremos cosas juntos! ¿Te hace ilusión?

—¡Mucha!

Arvel sostuvo su mano con cariño y le sonrió. Su entusiasmo junto a sus ojos llenos de brillo ocasionaba un contagio enorme, trasmitiéndole su felicidad.

El Club de los Aristócratas ©Where stories live. Discover now