2

2 1 0
                                    

2

Un fortuito encuentro

Ciudad de Cethin. En algún lugar de Canadá

Mientras Enlai y Shun intentaban que su ciudad no se viera arrasada por los demonios, Brielle lidiaba con su aparente vida normal a ojo de muchos. Tras lanzar un suspiro, miró el reloj por tercera vez. Eran las ocho de la noche, la hora del cierre de la cafetería y, como solía pasar en muchas ocasiones, los más rezagados venían a tomar algo tras la salida del trabajo. Una vez sirvió a dos chicos y dos chicas vestidos con trajes de chaqueta, comenzó a levantar las sillas de alrededor colocándolas encima de la mesa para barrer con mayor comodidad. Cuando fue a la habitación de utensilios de limpieza, se encontró con su jefe: Uryan.

Era un hombre de gran altura y musculada complexión. Poseía una corta cabellera blanca, partida en medio dejando al descubierto su frente, mientras algunos mechones caían alrededor de ella. Sus ojos, azules y fríos como el hielo, imponían.

—¿Qué haces? Tu turno terminó hace media hora.

—Ya, díselo a los cuatro de ahí fuera que se están tomando un café bien cargado. ¡Han traído su propio licor en una petaca!

—Vete, ya lidio yo con ellos.

Uryan le quitó los utensilios de limpieza y ella fue al baño. Tras asearse las manos y refrescarse la cara, se miró en el espejo. Era domingo y el cansancio se reflejaba en su rostro. Estaba más pálida de lo normal y las ojeras, debido a la falta de sueño, eran más notables bajo sus ojos verde turquesa. Tras dar un poco de color a sus mejillas y pintar sus carnosos labios de un rosa claro, soltó su cabellera del moño que tenía en lo alto de la cabeza. Aliviada, masajeó su cuero cabelludo con tal de aliviar la presión por llevarlo tanto tiempo recogido y comenzó a cepillarlo. Era de un bonito rubio trigo que caía por debajo de sus hombros. Las puntas estaban tintadas de rojo, al igual que las del ligero flequillo que cubría su frente. Una vez lista, se quitó el delantal de la cafetería, negro con un fénix dibujado en la falda donde también figuraba el nombre del establecimiento, La fenice, y se marchó.

La cafetería estaba situada en una calle peatonal con otros establecimientos y que, tras caminar unos metros, daba acceso a la carretera que cruzaba la pequeña población de principio a fin. Había todo tipo de tiendas, ya fueran de ropa, salones de belleza, supermercados e incluso una tienda con todo tipo de artículos que permanecía abierta veinticuatro horas, lugar al que se dirigía, pero primero extrajo el teléfono móvil de su mochila y llamó a su amiga, Rhea.

—¿Dónde te has metido? Llevo más de media hora esperándote —le reprochó Rhea.

—¿Dónde crees que iba a estar? Trabajando. Ya sabes que siempre entra gente a última hora sin importarles la hora de cierre. Estaba pensando...

—Nada de excusas, Brielle, tu vida no puede girar alrededor del trabajo, los estudios y ese asunto del que hemos hablado tantas veces y que tan absorta te tiene. Me da igual lo cansada que estés y que mañana tengas clases. Me prometiste que hoy pediríamos comida, veríamos una peli y te quedarías a dormir aquí. Ya sabes lo que tienes que hacer.

—¡Eres odiosa! —protestó. La tienda estaba en la calle de enfrente y, una vez cruzó el paso de peatones, entró en ella—. No sé por qué te hago caso, me pregunto qué harás si en lugar de ir a tu casa, me voy a la mía.

—Dejarás de tener una aliada, así que tú sabrás —soltó Rhea la peor frase que podía decirle. Al ver que no recibía respuesta, enseguida reculó—. Estoy de coña, Bri, nunca te dejaría tirada... solo quiero que te relajes...

Pero Brielle no escuchaba sus palabras; permanecía rígida, en el pasillo de las chocolatinas, con algunas de ellas en sus manos y la mirada fija en una abismal criatura que acababa de surgir de un oscuro rincón de la tienda: una sombra.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Aug 07, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Protectores I. El sellado de los PortalesWhere stories live. Discover now