Prólogo

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Tercero de carrera probablemente ha sido de lo peor que nunca me ha pasado. ¿Quién me obliga a mí a torturarme de esta forma? Ah. Es verdad. Mis padres.

Ellos siempre han querido que tenga un trabajo estable, una fuente de ingresos asegurada para poder vivir tranquilo, pero es que a estas alturas me he agobiado tanto con mis estudios que la posibilidad de sentirme pleno trabajando como ingeniero químico se ha minimizado considerablemente.

 -La semana que viene otros tres exámenes...- Hablar conmigo mismo mientras estoy sentado en una biblioteca municipal capaz me hace ver como un esquizofrénico perdido, pero a estas alturas del capítulo me da un poco igual. Suspiro fuertemente, recostándome sobre la barata silla de madera. -Encima uno es de la asignatura que peor llevo, este semestre no creo poder ni darme un respiro.

Me acaricio las sienes, sintiendo un inminente dolor de cabeza a causa de todo el estrés acumulado.

 -Un descanso me vendría de lujo, pero si descanso seguramente suspenda, y si suspendo tendré que volver a pagar la matrícula y no me da la beca- Gruño levemente y aprieto el puño. -Debí haberme ido a una FP de cocina...

Cruzo los brazos encima de la mesa y apoyo mi cabeza sobre estos. Suspiro de nuevo, esta vez derrotado. Noto cómo el cansancio empieza a apoderarse de mí, mi cuerpo y en especial mis párpados se empezaban a sentir increíblemente pesados.

Al cerrar mis ojos me empiezo a imaginar a mí mismo en un lugar completamente diferente. Una gran biblioteca que se sentía antiquísima sumida en una inmensa oscuridad, la tenue luz de una menguante luna atravesando los desgastados ventanales de aquella sala. Las rotas cortinas se movían gracias a la gélida brisa que acompañaba a tierna llovizna que se oía a lo lejos. 

Ante tal imagen que mi mente había creado para intentar rebajar los altos niveles de cortisol que envenenaban mi cuerpo sonreí levemente, sintiéndome relajado de repente.

Sin previo aviso, mi fantasía fue perturbada por el sonido de un trueno seguido de un rayo. Inmediatamente me despierto de una forma acelerada, cayéndome de la silla e hiperventilando después de haber soltado un pequeño grito del susto. Si antes no pensaban que era el típico raro de turno seguro que ahora lo hacen.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que la gran mayoría de personas que se encontraban en las mesas adyacentes a la mía se reían de mi situación o cotilleaban.

Me recoloqué las gafas y me volví a sentar en la silla, sintiendo un pequeño rubor subiendo por mis mejillas. Ante la vergüenza decidí coger mis cosas y salir de la biblioteca.

 -Espero que esto no pase a aguas mayores...- Empecé a caminar hacia la residencia de la universidad, mis manos escondidas en mis bolsillos debido al frío.

El camino hacia mi habitación siempre era largo debido a que las residencias de los de tercero y cuarto estaban más alejadas del edificio principal que las de los de primero y segundo, lo que implicaba que a veces tenía que cruzarme con algún que otro niñato molesto.

Apuré el paso especialmente en las áreas donde habían alumnos sentados fumando droga o bebiendo alcohol. Aunque fue un poco en vano cuando mis ojos me alertaron de un movimiento cerca mía.

-¿Tú eres el cateto que se acaba de dar tremenda hostia en la biblioteca por adormilado?- Se notaba que el chaval iba bastante perjudicado por sus dilatadas pupilas y por cómo sus palabras parecían balbuceos.

El joven no parecía superar el metro setenta y cinco y tenía su largo pelo negro atado de forma desenfadada. Sus ojos eran de un verde bastante claro pero sus marcadas ojeras desviaban la atención de cualquiera que se dignase a mirar. Llevaba puesto un chándal gris y una braga del cuello negra.

DespertarWhere stories live. Discover now