Capítulo 26

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Calle.

El sentir cómo mis piernas no tenían una respuesta haciéndome chocar contra duro el suelo, también se sintió cómo un duro golpe de realidad.

Una realidad en dónde yo, me convertiría en una carga para toda la vida.

Al igual que me desmorone, pude ver cómo mis esperanzas hacían lo mismo, mis sueños quedaban aplastados cómo las palmas de mis manos en el suelo, mis ilusiones se arrugaban al igual que mi corazón.

Los planes se veían sin sensibilidad, sin un futuro equilibrio, sin una respuesta, así cómo mis piernas, pero eso no dolía tanto, no dolía el nudo en la garganta que me estaba asfixiando. Dolía el hecho de saber que no podría cumplir todo eso al lado de Poché, porque se destruyó.

Ardía darme cuenta que estuve a punto de tenerlo todo a un solo paso que no pude dar.

Evité llorar cuando sentí cómo Antúa y Mike me ayudaban a levantarme, con su ayuda volví a la camilla y sin desear ver el rostro desolado y lleno de lastima de todos, me mantuve con la cabeza gacha.

Apreté los puños con enojo, con dolor, acusando a la vida, maldiciendo el hecho de que me tiene de esta forma... Siendo una persona incompleta.

— Esto suele pasar. — decía el médico. — Algunos pacientes pasan por lo mismo, a pesar de que la operación haya sido un éxito, toma trabajo que-

— Salgan. — demandé.

— Señorita Calle, entiendo lo que está pensando, pero déjeme decirle que esto es normal, muchos pacientes pasan por esto y logran tener un poco de sensibilidad a base de terapias.

¿Un poco? ¿Acaso no veía qué yo no quería solo un poco? Lo quería todo otra vez.

— Si empieza cuánto antes, créame que podrá-

— No quiero escucharlo más. — lo callé con mandíbula tensa. — No quiero escuchar sus excusas de cómo falló, doctor.

Observé a todos sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas, apreté los puños bajando la vista.

— Quiero estar sola, quiero que se vayan.

— Chiqui, deberías escuchar al médico. — sugirió mamá.

— ¿Qué no escucharon?

Observé a todos odiando hacerlo, no quería esas miradas, no quería su lástima.

— ¡Quiero estar sola!— grité a punto de llanto. — ¡No pido demasiado!

Todos los presentes se dieron una mirada, para salir por la puerta uno a uno, María José fue la última en quedarse bajo el umbral, me miró haciéndome apartar la vista.

Mi pecho se sintió cómo si una descarga de balas estuvieran entrando en el, para que al escuchar el sonido de la puerta cerrándose, diera el tiro de gracia logrando que cayera sin vida.

Las lágrimas salieron sin control, sentí una irreversible falta de aire y mis manos al igual que mi cuerpo temblaron con brutalidad ante cada sollozo, los cuales parecían gritos ahogados contra mis palmas al tener mi cara oculta en ellas.

¿Por qué? Solo... ¿Por qué?

No sé cuánto tiempo pasé pensando en esa pregunta, me pareció haberlo hecho una vida, pero me di cuenta que solo fueron horas, a pesar de quedarme sin lágrimas y ver el techo sin ninguna motivación.

Esto solo era comienzo de las horas de una tortura que a penas empezaba.

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Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora