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"¡Fer!"
Pamela se encontraba haciendo las valijas para las vacaciones anuales de verano. Ir a una isla junto a su pareja se había convertido en algo anual que habían estado haciendo durante los últimos cinco años desde que habían comenzado a salir. Pero este en particular algo había cambiado. Fernando había insistido en que llevar a sus amigos para mostrarles aquel lugar sería algo divertido. Y aunque a ella le gustaba bastante la idea, le parecía bastante extraño que él quisiera cambiar la dinámica de su viaje de un día para el otro.
Galápagos había sido el primer lugar al que habían ido de vacaciones como pareja y se habían enamorado de aquella isla, la cual terminaron de decidirse por visitarla cada año. Si bien cada viaje era un poco diferente, este consistía en que al menos tres cosas permanezcan iguales: pasar el mayor tiempo posible al aire libre, ir a su restaurante favorito como cena especial y dar sus típicas caminatas por la playa para ver el atardecer. Sin embargo, Pamela no tenía en cuenta que el mayor tenía una sorpresa que haría que ese viaje fuera más que diferente al resto.
"¿Qué vestido debería usar?" La castaña gritó desde su dormitorio.
Él dejó lo que estaba haciendo y caminó tranquilamente desde la sala de estar hacia su habitación, apoyándose contra el marco de la puerta. Sus brazos estaban cruzados mientras admiraba a su pareja examinándose en el espejo, con ambos vestidos en sus manos. Uno era el blanco con girasoles que él le había regalado para su vigésimo tercer cumpleaños, algo ambientado en los años cincuenta. El otro era un vestido verde bosque con adornos de encaje; de hecho, la había visto usar este antes, cuando salieron a comer para su aniversario.
"No sé. Elegí el que más te guste, si vos lo vas a usar."
"Lo sé, pero quiero verme lo suficientemente linda para ti."
"Pam, siempre estás hermosa." Él echa de sus rizos hacia atrás para poder ver mejor sus ojos cafés, sin darse cuenta del sonrojo que comenzaba a teñir sus mejillas.
Ambos se conocían desde la escuela secundaria y habían estado saliendo desde el segundo año, momento donde ella se había unido al resto del curso desde su llegada de Ecuador. Decir que se añoraban el uno al otro sería un eufemismo extremo, en palabras de su amigo en común, Esteban. Fue Fernando quien había invitado a salir a Pamela durante el fin de ese mismo año. Estaba realmente cansado de ver a su amiga sufrir por relaciones cuando sabía que él podía ser mucho mejor persona para ella, mostrarle lo feliz que ambos podían ser juntos. Y así lo hizo, una noche helada donde ambos habían salido a caminar. Habían estado saliendo desde ese entonces. Hasta el día de hoy, a él todavía le sorprendía que Pamela haya dicho que sí (aunque a sus amigos les resultaba impactante que no se dieran cuenta de lo que sentían el uno por el otro). Pero le gustaba que hayan funcionado.
