Capítulo 2

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Martín Agüero

No sé cómo cortar con mi novia y cada vez que salimos, no puedo evitar embarrarla más y hacerme querido a sus ojos, porque parece que le correspondo, pero no es así.

Durante este año y tres meses que pasamos juntos, no he hecho más que lamentar mi decisión de pedirle que fuera mi novia. Al inicio, lo lamenté porque ella estaba cursando el último año y se perdía una banda de cosas por mi culpa como encararse a un pibe en el UPD, UVI o UUD —demasiadas abreviaciones juntas para solo decir "joda, alcohol, libertad adolescente"—. Después, tras pasar siete meses y que mis sentimientos hacia ella no surgieran de ningún modo aparente, lo lamenté por ambos.

No la amo, pero finjo que sí porque me veo obligado a no decepcionarla. Además, en cuanto lo noté era tarde porque ella me había conseguido trabajo en su mismo lugar copado y de mucha guita. Un laburazo con todas las letras.

Nunca fue mi idea usarla y por eso extendí esto tanto tiempo, pero yo no soy alguien de casa. A mí me gustan salir todos los sábados a boliches, andar de un lado para el otro y llamar la atención de otras chicas. Claro que no hice ninguna de estas tres cosas por respeto a mi novia, ya que sé que no se merece nada malo luego del amor que ha sido conmigo, pero es un esfuerzo estar en esta relación.

Y aunque le gusta la gente honesta, yo realmente no lo soy. Me re cuesta abrirme de esa manera y confesarle que todo esto fue una farsa. No puedo terminar con ella mintiéndole, así que busco una forma de que se aburra de mí, de que se vaya con otro pibe o se dé cuenta que estamos en dos realidades diferentes.

Al final, la razón por la que empecé a andar con ella es... muy patética. No puedo ni nombrarla sin morirme de la vergüenza.

Quizás por eso ella ahora me está preguntando por qué tengo la cara tan acalorada mientras me quita la bufanda.

—Ay, hace bastante calor acá, amor. Es como si de repente el frío se cortara —suelta cuando pone mi bufanda en su falda y me da aire con las manos.

—Tranqui, Zo, no es eso.

El café en el que Facundo trabaja es tan cálido como él. Sí, sueno como el enamorado de mi mejor amigo, pero es una realidad, él es como un sol, el tipo de pibes que le gustaría a Zoe... Pero no me atrevo a juntarlos. Los otros pibes de los que le hablé y con quienes hice que se cruzara "accidentalmente", no son más que conocidos. Así que si ella me quisiera hacer cornudo, no volvería a verme en su vida y ambos viviríamos bien.

Pero si le presento a Facundo de esa manera, la voy a tener que seguir viendo. Solo que, cuando lo veo llegar a nuestra mesa, no puedo evitar pensar que es ideal para ella.

Facu tiene una piel blanca, aunque puede tostarse un poco, y el cabello marrón claro que contrasta con sus ojos casi negros. Es un chico estándar, no muy fachero. Tiene una nariz grande, aunque no está torcida ni nada de eso, y unos labios finos. Incluso su físico es bueno. No es un flaquito, pero tampoco se mata en el gimnasio como yo. Además, es más alto que Zoe, pero no la pasa como por veinte centímetro.

Es el chico que te podés cruzar todos los días y lo verías lindo porque crees que otro más hegemónico no te va a mirar ni a trompada. Sí, puede sonar re forro*, pero es lo que uno se imagina. No tiene detalles muy especiales. Es solo Facu, quien por alguna razón te da más vibras de Golden Retriever que yo... Quizás será porque él sí lo es y yo soy como un gato negro.

Mis amigos me dicen que soy muy gato para Zoe y no exactamente por las vibras.

Al igual que el café, usa una ropa de barista re básica de color crema y marrón suave, y tiene el pelo un toque largo, atado, por suerte. Nunca se sabe con qué puede salir.

A quien siempre debiste amarWhere stories live. Discover now