Capítulo 2: Magia.

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¡Hija! escuché entre la multitud. Era mi madre, su melena rubia corría hacia mí, y sus ojos verdes me miraban con verdadera preocupación. No había heredado nada de ella, excepto su personalidad, creo. Era valiente, decidida, y no se dejaba manipular por nadie. Tampoco me parecía a mi padre realmente. Tenía sus mismos ojos, azules como el cielo, pero él también era rubio, algo más oscuro que mi madre, pero rubio al fin y al cabo. Sin embargo, mi cabello era oscuro, no negro totalmente, pero un castaño bastante ennegrecido. Más de una vez había sido motivo de burlas, por decir que no era verdaderamente hija de ellos.

Mi madre se acercó a mí, y me echó su capa por encima para tapar mi desnudo cuerpo. Me miraba con los ojos más preocupados que he visto nunca.

— ¿Dónde has estado? Te hemos estado buscando toda la noche... 

¿Toda la noche? Seguía sin ser capaz de recordar nada. Pobre madre, tenía la cara cansada, una cara que mostraba el perfecto reflejo de una larga noche en vela, y todo era por mi culpa... Pero no podía explicarle nada, mi memoria seguía sin querer funcionar, ni siquiera sabía por qué estaba en aquel bosque. La gente seguía mirándome y susurrando, ¿qué es lo que pasaba?

— Madre, ¿por qué está todo el pueblo aquí? ¿Qué ha ocurrido?

— Hija, llevas toda la noche fuera, anoche te fuiste de la fiesta con Donovan y no hemos vuelto a saber nada de vosotros, hasta ahora... Y encima apareces así, desnuda... ¿Qué ha pasado cariño? ¿Te ha hecho algo? ¿Dónde está?

¡Con Donovan! Vagos recuerdos empezaron a invadir mi mente, mientras mi dolor de cabeza se incrementaba debido al esfuerzo. Anoche fue la fiesta del Sol, la celebramos todos los años cuando el frío se va para dejar paso al Sol caliente. Todo el pueblo se reúne en la Plaza Grande para celebrarlo. Comemos, bebemos, bailamos... Es el único día del año que no existe distinción social: guardias, carcineros, cobradores, altos cargos, pobres... todos nos reunimos en la plaza y, por un día, somos iguales. Donovan es el hijo del mercader. Es un chico alto, moreno, que no transmite nada bueno, la verdad. Hasta su nombre es oscuro. Y su padre... bueno, más vale que tengas dinero si necesitas comprarle algo, porque nunca da su brazo a torcer. Sabe aprovecharse de que es el único que trae provisiones al pueblo...

Pero seguía sin entender nada, ¿qué hacía yo anoche con Donovan? No recordaba haber mantenido muchas conversaciones con él. De hecho, no es alguien con quien se pueda hablar de casi nada. Íbamos juntos a la pequeña escuela que ‘El Sabio’ creó para nosotros, para los pobres. Decía que le parecía bien que sólo los ricos pudieran aprender a escribir y a leer, que cualquiera debía tener ese derecho, y poder adentrarse así en los maravillosos libros que algunos habían escrito. Creo que nunca podré estarle lo suficientemente agradecida por aquello. Cuántas historias había leído desde entonces, cuántas aventuras, cuántos misterios, cuántos romances… Sin duda, vivía en los libros y en las historias que contaban por las calles, aquellas aventuras que yo nunca podría vivir. Donovan nunca había prestado demasiada atención en la escuela, y finalmente la dejó. Desde entonces nunca habíamos intercambiado más de dos palabras, y mucho menos, desde que rechacé su petición… 

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— Hija, no me gusta ese hombre para ti... no me da buena espina...

— Pues por fin estamos de acuerdo en algo, madre.

— ¡No seas así! Algún día tendrás que casarte te guste o no.

— ¡Pero es que yo no quiero casarme por la fuerza con nadie! ¡Quiero ser libre madre! ¡Ver mundo! No quiero pasarme el resto de mi vida aquí encerrada...

— Hija, te comprendo, pero no tenemos dinero, y necesitamos que te cases para poder salir adelante. Sin tu padre todo es demasiado difícil...

— Trabajaré.

El Bosque IlusorioWhere stories live. Discover now