¿Y bien señor Mc Broveen? ¿Qué le parece la comida?- Fisgoneó haciendo una sonrisa levemente de alegre que se podía notar a una no muy larga distancia, que detrás de su sonrisa tan falsa que dismiulaba se escondía un rostro tan severo que no pudiera haber tenido el fallecido rey de Murkim.
-Bastante primosoro, bastante deleitable con ese toque que..... dígamos.... de amor que habrá tenido su empleada doméstica para suculirnos en ese mundo lleno de sonrisas y de una mirada tan bella y delicada como el de un ángel o de una flor-
¡Ay! ya veo que si este hombre en vez de hablar de negocios con el resto de los señores que están sentados y mirándonos con unos rostros no muy agradables y con mi madre que no deja de quitarle su mirada a aquel señor que no deja de hacer un papelón en público; realmente yo me levanto de la mesa para no seguir escuchando todas estas declaraciones y tonterías de amor que se hacen cada uno-
- ¡Vos te quedás acá Blanca!- Pidió murmurrando mientras la reina le tomaba con su mano derecha la muñeca izquierda de su hija.
- Ni en tus sueños pensés mamá de que me voy a quedar mirando como un señor grande, casi baboso intenta enamorarse de Amalia, así que vos hácete cargo de lo que está sucediendo ¡¡no yo!!! ¡¡¡¡no yo!!!!!! ¿entendés?- Finalizó su mini discurso mientras Ella con una fuerte sacudida, tiró a su madre hacia los pisos alfombrados del living con la imágen de su padre que posseían los tapices reales, dejando que el enorme impacto que había recibido la cabeza de la reina le hiciera cerrar lentamente sus ojos hasta que la más mínima oscuridad se apoderara de su anterior mundo que conocía .
¡¡¡¡¡Blanca!! ¡¡¡¡¡Blanca volvé!!!!! ¡¡¡¡Blanca!!!!!- brasmó sus últimas palabras de suspiro cada vez casi quedándose sin voz y con las venas y con el cuello enrojecido que parecía ser como si Ella se hubiera quemado con agua muy caliente la parte de su cuello y de su tórax.
