Capítulo 2. Adopción (Parte 1)

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Aún recuerdo que cuando estuve frente al juez pasaron muchas cosas por mi mente. Tenía los pensamientos más revueltos del mundo. Quería estar y a la vez no estar ahí.

Todos volteaban a verme, me sentía tan extraño vestido de traje, con zapatos nuevos y un peinado que definitivamente no me quedaba. Pero estar ahí era lo que yo quería.

Sentí la mano delicada de Bridget, me apretaba con todas sus fuerzas. Bueno, con las pocas fuerzas que tenía. Su sonrisa trataba de darme confianza, yo le respondí de la misma forma tratando de sentir eso que ella trataba de transmitirme, pero era difícil, estaba demasiado nervioso.

Estaba consiente de lo que hacía, ya lo habíamos pensado, meditado, analizamos todos los pros y los contras... y siempre me ganaron los pros.

Cerré los ojos con el fin de recordar el día que la conocí...

Todavía lo recordaba bien: estaba en esa escuela, el famoso collège français, uno de los mejores institutos privados de Francia, que siempre se jactaba de tener el mejor nivel académico. Y no era para menos, tenía tantas clases, tantos profesores, ella era una alumna ejemplar y yo... en ese momento era un simple ayudante de intendencia.

****

Había escapado de Inglaterra sin problemas, llegue al tren que me llevó a Calais. Ahí decidí echar suerte en París, sin embargo al poco de estar ahí me di cuenta que iba a ser imposible encontrar trabajo, por más grande que pareciera físicamente, mi propia actitud me delataba. Por lo mismo decidí salir de París y viajar al sur. Sin saber exactamente cómo, el destino me llevó a Avignon.

Ahí conocí al viejo Monsieur Pierre, quien estaba comprando un café en el momento en que me encontró llorando en una banqueta porque ya no tenía a donde ir. Muy amablemente Monsieur Pierre ofreció ayudarme dándome casa y alimentos. Para ese momento yo tenía 14 años y no tenía a donde caer muerto. Literalmente había dormido en bancas, tapado con periódicos (que después leía para mejorar el francés que, francamente, no hablaba) por lo que la oferta de Monsieur Pierre me cayó como anillo al dedo.

Monsieur Pierre trabajaba en el collège français como intendente, decía que era un internado sólo para señoritas. También me dijo que yo cabría en su pequeño cuarto que estaba dentro del colegio, así que no tenía porque preocuparme.

Fui muy confiado, pero no tenía alternativa, ni donde pasar la noche, ni dinero para comer, por lo mismo no pude rechazar su oferta. Tomé mi mochila prácticamente vacía y en ese mismo momento partimos al colegio.

La habitación de Monsieur Pierre era tan pequeña como me la había descrito, sin embargo para los ojos de un niño de 14 años que había dormido en la calle, la casa de Monsieur Pierre era un palacio. Me ofreció un catre donde dormir y un pequeñísimo espacio para mí, yo estaba encantado, sentía que era demasiado para alguien como yo.

Pero claro, las cosas no iban a ser gratis.

Monsieur Pierre me dio condiciones para poder quedarme: tendría que ayudarle a las labores de la escuela: limpiar, trapear, barrer, y no podía culparlo por querer aprovecharse de mi, de hecho Monsieur Pierre ya era un hombre mayor, al que esas labores tan simples, ya le costaban trabajo.

Acepté gustoso.

Inventó que era su nieto que iba a ayudarlo, por lo mismo, no estaba trabajando como tal, y podía quedarme ahí el tiempo que quisiera, el director aceptó y dejaron que me quedara.

Empecé el trabajo de una forma muy animada, creo que jamás me había sentido tan útil. Yo me ponía a barrer los pasillos, mientras que Monsieur Pierre los salones de clases. Era un buen trato.

La sombra de una maldición.Where stories live. Discover now