Amor

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Es muy cierto cuando dicen que el amor nos hace ciegos, sordos y mudos.

Apenas habíamos llegado a la facultad. Ya nos habíamos instalado y el romance con Bridget no podía ser más perfecto.

Por supuesto que los primeros días fueron pesados. Cada día era una materia nueva, compañeros que se presentaban y maestros muy exigentes que te llevaban por el camino del conocimiento.

Yo estaba muy contento, jamás había imaginado que el derecho era una carrera tan amplia y a la vez tan específica. Tenía que correr de salón en salón para ver las bases jurídicas que llevaban a las bases actuales.

Estaba agotado, pero fascinado.

Sin embargo eran horas y horas de estudiar, de leer, de concentrarse y de tratar de ser el mejor alumno para que me pudieran dar una beca. Para ese momento mis padres estaban pagando la carrera, pero yo les había prometido hacer todo de mí para que no tuvieran que esforzarse de más. Les demostraría que era alguien fuerte, importante, inteligente y que podría valerme por mí mismo. Y aunque ese discurso les gustó, sabía que no me quedaba de otra para mí más que estudiar y estudiar.

Por otro lado yo veía a Bridget encantada. Estaba estudiando, leyendo y haciendo tareas, era una estudiante modelo, que a veces me daba la impresión de que todo lo tenía en control. Aunque también la vi sufriendo por tareas, por compañeros insoportables y desvelada, despeinada y queriendo renunciar. Ella no perdía el entusiasmo y cuando lo quería perder la abrazaba fuertemente, recordándole que pasara lo que pasara estábamos juntos. Así que tratábamos de tener tiempo para platicar sobre nuestro día, sobre nuestros cursos, sobre lo terribles de algunos maestros, y los planes profesionales a futuro, porque compartiendo esos pequeños instantes, nos acompañábamos más.

Mi vida era perfecta.

No volvimos a hablar sobre nuestro viaje a Nueva York, sabía que en ese momento era imposible, teníamos muchas cosas en la cabeza y en nuestros estantes como para pensar en viajar, aunque a veces veía a Bridget viendo páginas de estadías en Nueva York.

Sabía que teníamos que dar el siguiente paso, y ese tenía que darlo allá, en esa tienda y con ese anillo perfecto.

Comencé a buscar, a escondidas de Bridget vuelos, hospedaje y gastos que tendríamos en Nueva York. Tenía que ahorrar al menos 2,500 Euros, y eso me llevaría tiempo, mucho, mucho tiempo.

Entré a trabajar como office boy de una pequeña empresa de paquetería que me permitía seguir estudiando, y llegar a casa con Bridget. Fueron jornadas muy largas y pesadas. De pronto mi rutina era despertar, estudiar, desayunar, correr a la oficina, correr en la oficina entregando correspondencia, estudiar, estudiar mientras comía, correr a clases, tomar clases, hacer tarea en las clases, comer entre clases, llegar a casa, estudiar, cenar con Bridget, terminar mis tareas y dormir 4 horas antes de volver a despertar y repetir todo.

Al principio Bridget me pidió que no hiciera tanto, cada vez nos veíamos menos, pero yo no paré, no quería ser una carga para nuestros padres y además tenía tantos planes para nosotros. Bridget se resignó, pero no me di cuenta de que ella no estaba pensando ni en el dinero, o en la carga, o en sus padres, ni siquiera en la escuela, lo único que quería era un poco más de tiempo juntos... pero me cegué con mis propios planes.

Quizás era la extraña condición de mi herencia familiar que me hacía aguantar todo el trabajo y la escuela, porque sí acababa agotado, pero aun tenía la fuerza para poder despertar al día siguiente. Creo que por primera vez en mi vida no maldije la herencia familiar.

Pero entre más hacía, entre más pasaba el tiempo, menos veía a Bridget, menos me percataba de las cosas. Me obsesioné tanto con cumplir todas mis promesas que, el día que recibí la llamada desde el hospital del campus sentí por primera vez como todo mi mundo se caía en pedazos.

Llegué corriendo a la recepción buscándola como animal loco, mis latidos no se controlaban de los nervios. ¿Qué le había pasado a Bridget? ¿Un accidente? ¿Se había enfermado de algo? ¿Alguien le había hecho algo? Necesitaba saberlo de inmediato. La enfermera de la recepción me dijo que tenía que pasar a la habitación 153, donde estaba mi "hermana". Fui como bólido con el corazón saliendo del pecho, necesitaba verla y saber que estaba bien, que lo que la haya llevado ahí era un error o algo tan leve que se exageró al traerla a ese lugar.

Y de pronto la vi por la ventana de la habitación. Ella estaba acostada, dormitando, con esos aparatos conectados a ella, se veía tan en paz que en algún otro momento de la vida hubiera podido jurar que sólo estaba tomando una siesta y tendría que llevarle una cobija.

Estuve a punto de abrir la puerta, cuando me detuvo un médico.

- ¿Es usted familiar?

- Sí, soy su hermano adoptivo - dije de forma inconsciente, cualquiera que escuchara por primera vez nuestra historia se pondría a hacer preguntas que no necesitaba en ese momento. - ¿Qué es lo que tiene?

- ¿Sus padres ya vienen en camino?

- ¿Mis padres? No, no les he marcado. ¿Pero por qué? ¿Qué fue lo que pasó?

- Yo... bueno, necesito que ellos vengan para poder platicarles.

- ¿Por qué? - dije cada vez más lleno de pánico en la voz - ¿Qué es lo que tiene? Ella es más que mi hermana, yo... yo necesito saber qué tiene. - El doctor titubeaba mirando sus hojas y torciendo la boca - ¿Qué es lo que tiene Bridget? - el doctor dio un resoplido evadiendo mi mirada - ¿QUÉ CARAJOS ESTÁ PASANDO? - grité ya en mi desesperación.

El doctor se dignó a mirarme.

- No sabemos exactamente qué tiene, pero... se está muriendo.

Entonces el doctor empezó a murmurar sobre un tumor, habló sobre tamaños, crecimiento, que no se detectó a tiempo, que parecía muy antiguo, que ella no podía con sus dolores de cabeza y... no sé, no supe de qué más hablaba el doctor. No entendía lo que decía, las palabras dejaban de tener sentido mientras más hablaba. Miraba a Bridget, dormida, sin entender lo que decía el doctor. Ella estaba bien, dormía. Dormía como lo hacía siempre: plácidamente, soñando con el futuro, en que ella y yo estaríamos juntos por siempre.

- ¿Puedo entrar a verla? - pregunté apenas escuché que el doctor dejó de hablar. Él me dijo que sí y entré.

El olor, ese olor era tan penetrante, tan limpio que apenas se mezclaba con el olor de su perfume, su dulce y floral olor. El sonido de las maquinas impedía que escuchara claramente su corazón, no podía oír su respirar calmado por culpa de los "bip" tan continuos. No podía entender qué hacíamos ahí, apenas en la mañana, unas horas antes le había dado un beso antes de salir corriendo a las clases. Yo la dejé en casa, ella apenas se iba a bañar, sus clases comenzaban a las 9. La dejé en la cama, acostada, apenas despierta para darme un beso de buena suerte antes de salir corriendo, ella me había guiñado el ojo y me sonrió. Bridget, mi Bridget estaba bien antes de irme, estaba bien cuando me fui, ella debía estar bien siempre.

Mi corazón estaba tan oprimido, mi garganta tenía un nudo, mis ojos estaban llenos de lágrimas reprimidas...

- Todo va a estar bien amor... - le susurré para ella y para mi al mismo tiempo - todo... todo va a estar bien... mi amor...

Y sin tener el control de mi cuerpo, me dejé caer de rodillas apenas agarrando la mano de Bridget y lloré desconsoladamente.

De nuevo estaba perdiendo todo.

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⏰ Last updated: Feb 14, 2023 ⏰

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La sombra de una maldición.Where stories live. Discover now