»Parte segunda«

227 28 3
                                    

I

Había ido, al día siguiente, al mismo lago.
Y no sabía por qué. Ya que, tanto su mente como su corazón, se negaban a decir que era por aquel chico. Cubriendo esa verdad, con que se había quedado maravillado con el lago.
Lo que no esperaba es que el Joven Desconocido, como se había dado el lujo de llamarle, estuviera allí. Y no del otro lado del lago. Estaba de este mismo.
Takanori se arrepintió de venir al sentir que el nerviosismo le invadía.
Aquel chico se percató de su presencia y volteó a ver.
—¿Qué haría una chica tan refinada como tú en este lugar?
Matsumoto se molestó con apenas oír lo de chica.
—Soy como tú, idiota. —Musitó entre dientes. Haciendo sorprender al rubio; obvió su reacción.
—Vaya, disculpame, no era mi intención molestarte, princesita —Se mofó y Takanori por un momento creyó que la atracción que sintió por ese chico era muy estúpida. Y no notó que había aceptado que le atraía.
Matsumoto rodó los ojos.
—Venía para estar tranquilo con mi soledad, no para soportar rubios molestos. —Dijo intentando disimular su nerviosismo con molestia.
—En ese caso me retiro. —El Desconocido mantenía una sonrisa burlona, imborrable en su rostro. Eso hizo fruncir el ceño al pelinegro pequeño. —¿Tu abuelo está en casa?
Matsumoto se cruzó de brazos.
—Estaba con los caballos. ¿Por qué lo preguntas? —Dijo con una mirada de sospecha. El rubio desconocido asintió. Pero no dijo nada, se dirigió a donde al parecer tenia un caballo ¿Cómo es que no se había percatado de ello?
—¡Hey! Rubio molesto, te he preguntado por qué. —Reclamó sin dejar de fruncir el ceño, yendo detrás del susodicho.
—Me llamo Akira, y, lindura, si sigues frunciendo el ceño así, te saldrán arrugas a temprana edad. —Se mofó una vez más aquel joven, del cual ahora sabía su nombre.
Takanori bufó. Sintiendo que sus mejillas ardían.
—¡No te atrevas a llamarme así de nuevo!

No sé tu nombre.
—Takanori, es Takanori, ya, ¿Ok? Me voy.
Akira dejó salir un carcajada, sin dudas aquel pequeño de aspecto femenino era todo un personaje.
Negó con la cabeza, terminando de desatar a su caballo. Al voltear notó que Takanori se había marchado, como dijo.
Montó su caballo y fue en la misma dirección que aquel chico pelinegro.
Matsumoto se asustó al sentir el caballo yendo en dirección a él a rápida velocidad.
Y al ver que Akira iba montado, chasqueó la lengua. Prosiguió con su camino sin mirarle. Intentando no tropezar por el nerviosismo que tenía.
—Hey, pequeño. —Llamó el rubio yendo despacio a la par de Takanori.
Éste fruncio su ceño al ser llamado así.
—No molestes.—Matsumoto no le miraba.
—¿No quieres que te lleve? Vamos al mismo destino después de todo.
Takanori le dirigió una mirada de incredulidad.
—No, gracias. —Musitó prosiguiendo con su camino. Mirando hacia el frente.
Lo que no esperaba es que aquel chico rubio le tomara desprevenido y con un brazo lo subiera al caballo.
—¿¡Qué diablos?!
Akira sólo se carcajeó. Tomando de sorpresa a Takanori, hizo que el caballo aumentara la velocidad.
Matsumoto por un momento se asustó. No había estado antes en un caballo. Y por ello se aferró a Akira, sin percatarse de eso, debido al miedo.
—V-vas muy rápido. —Dijo algo abrumado.
Akira asintió reduciendo la velocidad. En ningún momento dejó de sostener a Takanori con  uno de sus fuertes brazos.
Cuando pudo suspirar aliviado, Matsumoto cayó en cuenta de que iba de lado sobre un caballo, aferrado a un chico desconocido, muy guapo, por cierto, y que éste mismo le sostenía de la cintura con un brazo.
Frunció de nuevo su ceño, sintiendo el rostro arderle de vergüenza.
—¡Suelta, suelta, suelta! —Reclamó dando palmaditas en el brazo de Akira.
—Caerás si lo hago. —Pronunció el rubio con naturalidad.
Takanori chasqueó la lengua.
—Me siento como una jodida chica. —Bramó entre dientes.
Akira rió.
—Pareces una.
—¡Pero no lo soy!
Matsumoto sentía que le hervía la sangre.
A penas llegaban ya estaba pidiendo de mala manera que le dejara bajar, Akira le dio el gusto y Takanori suspiró más aliviado.
Salió huyendo lo más lejos posible de aquel chico.
En sus 18 años de vida le habían tratado de mujer delicada tantas veces.
Sin embargo se sentía impotente. No sabía técnicamente nada de la vida de campo. Y aquel rubio lo estaba usando en su contra. Cabreado pasó a su habitación.
Suspiró y tomó su móvil.
Había olvidado llevarlo para tomar fotos del lago...
Decidió que era buena idea ver si su abuela necesitaba algo.
Sonrió cuando ella le pidió que fuera por unas bayas al cultivo. Zarzamoras. A Takanori sin dudas le gustaban.
Al menos podía distraerse con ello un rato.
Así fue que tomó la cestita y de dirigió al cultivo.
Lo que no esperaba era encontrarse con su abuelo hablando junto al chico rubio molesto.
Frunció el ceño de a penas ver eso.
Tampoco esperó que su abuelo le llamara.
Se acercó intentando disimular su molestia.
—¿Sucede algo, abuelo? —Inquirió omitiendo al rubio lo más que podía.
—Nada malo, hijo, quería presentarte al joven Suzuki. Estará aquí lo que resta del verano ayudando. —Su abuelo mantenía una sonrisa. Takanori sintió que su verano se arruinaba más de lo que ya se había arruinado. — Akira, él es mi nieto, Takanori.
El rubio asintió.
—Sí, ya nos hemos visto antes —Dijo Akira manteniendo una sonrisa.
—¿Ah sí? —El abuelo se sorprendió. —Entonces espero que se lleven bien. —Observó a su nieto con rostro de pocos amigos. —¿Sucede algo, hijo?
—No nada, abuelo. Voy a buscar lo que me pidió la abuela. —Musitó velozmente y de la misma manera se retiró, confundiendo a su abuelo.
Akira disimuló su sonrisa.
Takanori se pasó el resto de la tarde juntando Zarzamoras.
Y sabía que esa era su tercer maravilla.
¡Amaba esas frutas!
Sin embargo, recordar que soportaría a Akira el resto de sus vacaciones le ponía que ardía de molestia.
Pero no sabía en ese momento, que junto a Akira descubriría el resto de sus maravillas en ese lugar...

II

Estaba muy ansioso ese día. Su abuelo le habia prometido que aprendería a andar a caballo.
Como ya hacía últimamente, se vistió sencillo y sin demasiados ornamentos.
Pero grande fue su decepción al ver a su abuelo sentado con su abuela atendiéndole.
Sufría dolores de cadera y no podría ayudarle en ese día.
Su tristeza fue notoria para los tres habitantes de ese hogar. En especial cierto rubio, que ya se había encariñado con Takanori, aunque no lo dijera.
—Lo siento, hijo, no podré ayudarte hoy. Pero se lo he pedido a Akira, él lo hará por mí...
Takanori demostró su disgusto.
—Abuelo... No es lo mismo... —Chilló.
El hombre negó con la cabeza riendo. Era obvio que su nieto no quería al rubio.
—Por supuesto que sí, anda, es buen chico. Ya verás que podrás igual.
Resignado, Matsumoto asintió.
Akira le guió hasta el establo y eligió al caballo más tranquilo para que el pequeño pelinegro no tuviera problemas.
Pasaron todo el día con ejercicios para que Takanori pudiera aprender a manejar el caballo con facilidad.
El pequeño pelinegro había comenzado a sentirse cómodo con el rubio.
Y Akira sabía que debajo de esa molestia constante había un gran corazón. Por ello nunca negó que el pequeño pelinegro le agradaba.
Pero tampoco esperaba que después de semanas de conocerse su corazón latiera diferente al verle reír.
Se sorprendió de sí mismo. Suspirando y restándole importancia.
—Bien, para girar en una dirección u otra es sencillo, tan solo debes mover las riendas en la dirección que quieres ir.
Matsumoto asintió, sin embargo, al sentir las manos de Akira sobre las suyas no pudo evitar que el nerviosismo le invadiera de nuevo.
Akira sonrió al notar el rubor en las mejillas del pelinegro.
Movió sus manos con suavidad en dirección derecha. Enseñándole como era. Y Takanori lo repitió con facilidad.
—Aprendes rápido, princesita, al parecer eres mas inteligente de lo que creí.
Matsumoto le fulminó con la mirada.
—Te echaré del caballo si sigues molestando.
Akira rió muy divertido por ello.
—Ya, tranquilo —Le sonrió posando una de sus grandes manos en el hombro del pelinegro.—¿Damos una vuelta para que puedas probar tus habilidades de jinete?
—Al fin una idea buena sale de tu boca. —Pronunció Takanori rodando los ojos.
—Anda, princesita. —Volvió a mofarse riendo. Bajó del caballo antes de recibir un golpe por parte de Takanori.
Y esa tarde, junto a Akira, Matsumoto descubrió otra maravilla.
Descubrió que andar a caballo libremente por el campo abierto, era ahora una de sus pasiones.
Y no se percataba de que, gracias a aquel rubio, es que era tan gratificante...

III

Había ido a la ciudad ese día. Akira notó que en verdad estaba expectante por ello.
Y entendía el hecho de que aquel pelinegro venía de allí. Y debía de necesitar la vida a la que se había acostumbrado desde pequeño.
Iba con su abuela. A comprar víveres y demás.
No esperaba a la vuelta encontrar un pequeño castaño claro. Casi rubio de raíces negras.
Le quedaba muy bien, de hecho.
Akira no dudó en acercarse cuando loa vio llegar. Ayudó a la señora con las bolsas de compras que tenía en mano.
Cuando quedó a solas con Takanori en la cocina fue que habló.
—¿Acaso intentas imitarme, princesita? —Le miró con una sonrisa.
—¿Y quedar como estúpido sin nariz? Nunca. —Dramatizó el pequeño rubio.
Akira se carcajeó. Sin dudas Matsumoto era de carácter fuerte.
—Anda, traigamos el resto de las cosas. —Akira no pudo aguantar. Se acercó al más bajito, y, disimulando el hecho de que quería acariciar su cabello, revolvió su melena rubia, ignorando las muchas maldiciones hacia su persona que salían de la boquita del rubio menor, por haber 'arruinado' su cabello...

Maravilla [RxR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora