El fin de semana recibí un mensaje de Matthew, donde especificaba el día y la hora en las que haríamos el proyecto juntos:
Anderson: Mañana a las dos de la tarde en mi casa. No te preocupes, mandaré a alguien por ti, pero necesito tu dirección.
Después de leer su mensaje le respondí con mi dirección y no respondió más.
Una cosa de la que me di cuenta sobre él era que le gustaba decir y hacer las cosas sin rodeos, siempre iba al grano, sin formalidades; no le gustaba perder su tiempo en cosas no lo merecían. Siempre iba con prisa.
Ese día era viernes por la tarde, así que Will y yo adelantamos la tarea del fin de semana y nos sentamos a ver un par de películas. Era como nuestro ritual.
— ¿Entonces cuándo quedaste con él?— preguntó Will con curiosidad, a la vez que se levantaba del sillón y se dirigía a la cocina para preparar unas palomitas.
— Mañana— me volteé a ver—. Le falta educación, ni un hola ni un adiós.
— No le agradas lo suficiente— me sonrió divertido.
— No intento ni quiero agradarle— me defendí.
— Todo el mundo intenta agradarle, inclusive la maestra de Filosofía.
Era cierto, desde su llegada todos en el salón y en la escuela en general intentaban a duras penas hablarle o gustarle. Porque lo veían como un dios, alguien a quien admirar.
— Cuando regreses de hacer el trabajo quiero todos los detalles, Lauren, ¿me oyes? Quiero saber todo, cómo es su casa, su habitación, su familia— a su ocurrencia yo me empecé a reír.
Will era, a veces, un poco acosador; le gustaba saber cierto tipo de cosas, también le encantaba estar al pendiente de todo tipo de chismes.
— Serás el primero en saber de qué color son sus cobijas.
•••
A la mañana siguiente el día ocurrió con normalidad. Hasta que se dieron las dos de la tarde y tuve que tomar mi mochila y bajé a la calle para esperar. Y justo cuando dio la hora acordada una camioneta negra con vidrios blindados y sumamente lujosa se estacionó al borde de la banqueta. Y después el vidrio del copiloto se bajó lentamente y se dejó ver a un señor de no más de cincuenta años con un traje elegante.
— ¿Usted es la señorita Graham?— preguntó el señor, asentí con la cabeza, torpemente— Suba, por favor, el joven Anderson mandó por usted— y sin bajarse de la camioneta abrió la puerta de atrás.
Aturdida subí a la camioneta e inmediatamente se puso en marcha. Por dentro era mucho mejor: con asientos y cojines de cuero color blanco, con quemacocos, con unos pequeños detalles de madera y un diminuto mueble bar. Era la cosa más lujosa que había visto en mi vida.
Durante todo el trayecto estuve quitándome los restos de piel de mis uñas; odiaba admitirlo, pero estaba nerviosa, lo peor, no tenía la mínima idea del por qué.
Una hora más tarde por fin llegamos a una zona apartada y residencial. Donde todo lo que alcanzabas a ver eran jardines lujosos y sumamente cuidados.
Luego de pasar por todos esos jardines llegamos a una reja negra que cubría la ostentosa casa de Matthew y en el centro de ella estaban dos letras con tipografía fina, eran una R y una A, haciendo referencia a Residencia Anderson.
Cuando la camioneta se acercó lo suficiente las dos rejas se abrieron automáticamente, dejándonos pasar.
La mansión era todo lo que podías mirar, porque era inmensa e imponente. Con una arquitectura renacentista, pero a la vez moderna.
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El Estúpido Chico Nuevo (RESUBIENDO)
RomanceLauren Graham, es la típica chica común que vive una vida normal, se podría decir que es como la mayoría de las chicas de su edad, pero de un momento a otro su vida da un giro de 180°. Matthew Anderson, el chico más guapo y egocéntrico que jamás ha...