Funeral

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Aquel instante pareció congelarse ante los ojos de Jennifer.

Se sentía aturdida e incapaz de ordenar sus propios pensamientos debido a las precipitadas decisiones que había tomado y que la habían llevado a quedar atrapada en ese lugar.

Lo peor era que no sólo estaba a merced de unos niños con ese instinto diabólico que los hacía disfrutar de sus maldades, sino que la situación en general la tenía acorralada.

-Que horror, ¿qué voy a hacer? -se dijo Jennifer sin percatarse del momento en que se quedó mirando el suelo, perdida en su desgracia. Cabilaba de un pensamiento a otro enfrascada en su frustración y el creciente desconcierto, hasta que la chica desafortunada recordó las palabras que alguien le repitiera en el pasado.

Nada ocurre por casualidad, todo siempre tiene un por qué.

Jennifer levantó la vista y recorrió lentamente todo el lugar con la mirada.

Desde su perspectiva el lugar seguía siendo tétrico, no obstante percibió la calidez de los años de infancia. Entonces lo supo... ese lugar ocultaba un secreto y estaba relacionado con ella.

-Tal vez estoy aquí, porque tengo que arreglar lo que sea que esté mal con éste lugar -pensó la joven aún desalentada, pues eso significaba aceptar el juego del chiquillo que la atrajo al orfanato -. Pero ¿qué tengo de especial para que sea la única que pueda solucionarlo?

Suspiró añorando su incómodo asiento en el autobús y se puso de pie con pesadez. Estaba terriblemente cansada emocional y físicamente, pero tenía que sacar fuerzas si quería salir de esa casona.

-Oye, oye, por aquí -escuchó Jennifer sorpresivamente desde una de las puertas que había frente a ella. Alguien la había llamado.

Expectante a la posibilidad de que alguno de los niños le hiciera cualquier broma pesada, se acercó a la más próxima a la entrada principal. Posó la mano en la perilla y al girarla comprobó que no había forma de abrirla pues estaba cerrada desde adentro.

Caminó hacia la segunda y al girar la perilla... Clic... La puerta se abrió con suavidad.

Para entonces Jennifer ya no se desgastaba en cortesías absurdas. En su interior ya sabía que en ese lugar no había ningún adulto más que ella. Así que entró a la habitación cuidándose las espaldas.

Era la recepción. Estaba elegantemente arreglada con un par de lujosos sillones dorados estilo provenzal que descansaban sobre una alfombra color vino y motivos floreados en color oro.

En la esquina más alejada de la derecha. Jennifer notó la silueta de un armario en donde seguramente guardaban platos y tazas en las cuales ofrecer té y bocadillos a las visitas. Y cuando volteó a la izquierda descubrió una chimenea ennegrecida tal vez de ollin y que despedía un fuerte olor a humedad. Debía tener mucho tiempo sin usarse.

Todo parecía viejo. Todo poseía su respectiva capa de polvo. Todo menos las flores que caían en un gracioso ramillete en el jarrón de la mesa de centro.

Eran rosas rojas...

Jennifer se acercó y se inclinó hacia ellas atraída por el suave perfume que despedían. Adoraba las flores pero más específicamente las rosas rojas y esa habitación estaba cargada con el delicado aroma de las rosas. Parecía que estaban ahí para que ella las encontrara espolvoreadas aún con rocío matinal.

Era extraño... Muy extraño.

Jennifer se incorporó y notó más allá de la chimenea una puerta oculta entre las sombras. Era curioso que no la hubiera visto de inmediato, casi podía jurar que no estaba ahí minutos antes. Dubitativa se acercó y posó con cuidado la mano sobre la perilla. La giró y al igual que con la puerta anterior ésta cedió revelando tras de ella un despacho con el mismo alfombrado de la recepción rodeando la cama, un librero con los cristales opacos de humedad. Un pequeño archivero y un decrépito acuario completamente seco.

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⏰ Last updated: Oct 25, 2017 ⏰

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