Capítulo 2

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Sus cansados ojos se clavaban en el mediano bulto que empezaba a moverse por debajo de la áspera manta que cubría aquellas camas, una rizada cabellera de color castaño fue lo primero que la pálida joven observó, los delgados brazos de piel oscura de la contraria se levantaban en medio de un sonoro bostezo, la manta que cubría la otra cama se deslizaba lentamente hasta encontrarse con el suelo abruptamente. Leire observaba los somnolientos movimientos de la muchacha con la que compartía habitación, sus ojos llegaron a encontrarse, los de la morena eran como la miel producida por las abejas, penetrantes y tan bellos, que lograban atraer toda la atención de quien la observaba detenidamente, una expresión de desagrado apareció en los gruesos labios de la joven, no esperaba tener compañía en aquel lugar en el que había permanecido por bastante tiempo, pero por conversaciones de quienes los mantenían recluidos sabía de la llegada de alguien nuevo, pero la apariencia delgada y frágil la había logrado decepcionar.

—Niña, ¿cómo te llamas? —decidió preguntar finalmente la de cabellera rizada mostrando su blanca dentadura en una pequeña sonrisa.

—Me llamo Leire y... —en ese momento la contraria comenzó a soltar una estruendosa risa entrecortada porque le faltaba la entrada de aire a sus pulmones cada tanto.

Se había recostado de espaldas en la cama para continuar riendo mientras Leire apretaba la tela del vestido floreado que llevaba puesto ya desde el día anterior, esperando que la joven terminara con su desagradable risa que le parecía de cierta manera inoportuna ante la respuesta de su propia pregunta.

—No hablo de tu nombre como tal —dijo finalmente con algunas risas que se colaban en medio de sus palabras pronunciadas como un claro intento de burla hacia la nueva humana—, hablo de la denominación que seguramente te dieron al llegar.

La mortal de cabellera oscura como la noche de un cielo que no sabría si volvería a ver, recordaba cómo la había llamado Mikael, no entendía el significado de lo que aquel seudónimo o «denominación», como lo había dicho la morena, pero lograba entender que quizás en aquel lugar tendría que olvidar su propio nombre y cambiarlo por la designación compuesta en letras y números que no sabía de dónde podrían haber surgido.

—Soy E-02 —habló finalmente Leire haciendo caso omiso a los sentimientos que invadían de manera tormentosa su interior, la delgada tela del vestido finalmente liberada se encontraba arrugada debido a la gran fuerza que habían ejercido en ella.

—Yo soy D-08, pero no creas que nuestra conversación irá más lejos que esto, pequeña —una risa pequeña salió de los labios de su compañera de habitación, para luego incorporarse y dirigirse a la angosta puerta de color marrón, al escuchar el sonido del agua cayendo de una regadera E-02 entendió de lo que se trataba.

Los minutos pasaban con una lentitud impresionante, el suelo cubierto de cerámica se veía bañado en algunas gotas saladas provenientes de los ojos de la joven que se encontraba en la cama en la que nunca se había recostado, el llorar en silencio de cierta manera liberaba algo de la tristeza que sentía, se preguntaba si de alguna manera en su pueblo natal ya habían empezado su búsqueda y con todas las fuerzas de su interior solo anhelaba ser devuelta a su hogar, aún no entendía el por qué la habían llevado aquel lugar, ni siquiera podía imaginar los métodos que habían empleado para conseguirlo, ninguno de aquellos seres le había explicado algo sobre el asunto. Luego de algunos minutos bajo el agua caliente D-08 salió del cuarto de baño con la cabellera envuelta en una toalla de color rojo, no le prestaba atención alguna a su nueva compañera de habitación, durante los diez meses que ella había pasado sola en el recinto no había recibido otra compañía femenina, ya se encontraba desacostumbrada.

Mientras los ojos de las dos mujeres se encontraban la puerta fue abierta de golpe, dos sujetos, los que la pelinegra suponía que eran otros denominados «ángeles», les pidieron que las siguieran, la morena no pareció sorprenderse, simplemente se encogió de hombros y salió de la habitación detrás de ellos provocando que su compañera hiciera lo mismo, aquel pasillo interminable volvía a hacerse presente frente a sus ojos, las puertas de metal observaban el recorrido de seres celestiales mezclados con insignificantes mortales, insignificantes para aquellos mensajeros llegados del paraíso, almas tan comunes como las de cualquier humano, pero con un extraño secreto siendo albergado en las mismas, en el interior de la pelinegra una extraña y muy densa oscuridad viajaba sin límites por su alma, refugiándose en ella hasta el momento en que debería romper el cascarón que cobijaba su ser. El eco de los pasos llegaba a provocar la demencia porque simplemente anunciaba una inmensidad infinita plagada de soledad, silencio y cierta clase de dolor albergado entre las blancas paredes que camuflaban los oscuros actos de los que a veces eran testigos, condujeron a las jóvenes frente a una de las puertas, su inscripción simplemente marcaba «G-02», al abrirla la oscuridad invadió los ojos de los presentes, oscuridad que hacía contraste con las luces de colores fosforescentes presentes en algunos implementos que guardaba el espacio cerrado. La puerta fue lentamente cerrada por los seres celestiales, en el lugar solo existía una única camilla de delgadas sábanas azules, D-08 se dirigió automáticamente a un pequeño espacio aislado de la vista de quien pudiera encontrarse en el otro lado de la habitación, fue seguida de cerca por E-02, la cual de manera atemorizada prefería mantenerse cerca del único mortal que creía haber en aquel centro de investigación.

Infierno de alas [CDNE #1]Where stories live. Discover now