Infierno de alas [CDNE #1]

Capítulo 3

Le habían informado que la noche había caído, sus ojos vendados con un delicado paño rojo, el frío chocaba con cada uno de los poros de su piel, el delgado vestido de seda blanca que apenas cubría sus muslos, le habían ordenado colocárselo, a pesar de que la casi transparencia de la prenda la incomodaba en gran medida, la tomaban por ambos brazos mientras caminaban por una superficie sólida, un intenso aroma a sándalo estaba presente en cada paso que daba, escuchaba las voces de quienes la guiaban murmurando, la palabra que se hacía presente con mayor frecuencia era «iniciación». La voz de Daniel se hizo presente; ordenando que dejaran a E-02 con él, la joven no preguntaba ni decía nada, simplemente acataba las órdenes que le eran proferidas a través de cálidos susurros que acariciaban el negro cabello cerca de su cuello. Se movía de manera mecánica, su mente estaba desordenada, desde su visita al laboratorio de Rafael se sentía diferente, no recordaba gran cosa de su vida, simplemente sabía que su nombre era E-02.

—Hoy será una noche importante para ti, finalmente ha llegado el momento que debiste haber estado esperando desde tu creación —Daniel hablaba emocionado, su voz temblaba al igual que sus manos, una sonrisa extasiada estaba pintada en su rostro—, ponte de rodillas.

La blanca piel de las rodillas de la pelinegra chocaron contra el frío suelo de mármol, ella no podía ver que se encontraba dentro de un círculo que era iluminado por la débil luz lunar que se colaba por una claraboya en el techo decorado con extrañas pinturas, el color rojo de la sangre predominaba en las escenas plasmadas, los macabros sucesos se mezclaban con la pura luz del astro nocturno que se asomaba bañando el cuerpo de la mujer virgen que abnegada a su situación respetaba cada una de las palabras de los «ángeles», los que ella consideraba sus salvadores en medio de la gran masa pecaminosa que conformaba el mundo terrenal, se sentía agradecida de su presencia, por pequeños instantes llegaba a percibirse a sí misma como una especie de elegida por el Cielo. Los pilares hechos netamente de marfil rodeados con delgadas enredaderas de delicadas, pero filosas espinas, envolvían seductoramente la hermosa construcción manchada en oscuras y perversas intenciones. Tres «ángeles» observaban a la muchacha; débil, sumisa, con el tipo de carácter que necesitaban, cerca de la mortal ardían algunos carbones que habían adquirido tonalidades rojizas, un metal era calentado junto a los tizones negruzcos.

—Desata el vestido, E-02 —habló Mikael, su voz firme causaba cierta admiración en la mortal, pero una ínfima parte de su alma le temía. Sus dedos se deslizaron por su cuello pasando por su suave cabellera, hasta llegar al delgado trozo de tela que mantenía aquel vestido bien sujeto a su cuerpo.

Desató aquella delgada unión sin miedo alguno, confiando en los seres celestiales, el fruto prohibido se revelaba ante los hijos del Cielo, la tersa piel parecía brillar con el escaso contacto que mantenía con la fuente de luz nocturna, los labios de la mortal se abrieron débilmente dejando escapar un cálido suspiro de satisfacción, las delicadas y atrayentes curvas del árbol de vida humana, sin pretenderlo, jugaban de diversas maneras en la mente de los seres que presenciaban a la mensajera de la serpiente. Mikael desvió su mirada siendo el menos afectado por las enredaderas carnales que ofrecían las hembras humanas, una peculiaridad que realmente no le había agradado jamás, susurró algo al oído de uno de sus compañeros de confianza, el levemente rizado cabello rojizo del mismo caía hasta sus hombros, una extraña mueca se dibujó en sus labios, cerrando sus azules ojos, el desagrado que expresaba no le fue indiferente a su superior, por su parte Daniel, ansioso del espectáculo que se daría frente a sus ojos observaba detenidamente a la mortal.

—A partir de este momento serás protegida por nosotros, pasarás a formar parte directa del «gran plan» —las palabras autoritarias del arcángel hicieron sonreír a la fémina—, E-02, ¿nos juras lealtad? ¿aceptas acatar sin objeciones nuestra voluntad?