Capítulo 1

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La voz de Melendi comenzó a inundar suavemente mis oídos por sorpresa mientras los primeros rayos de sol traviesos se colaban por la persiana. Me desesperecé buscando el motivo de mi despertar inesperado y lo encontré al fondo de la habitación. En apenas unos segundos me deslicé fuera de esas sedosas sábanas, pegando un pequeño pero hábil salto para deshacerme de ellas que como de costumbre, me colocó en el suelo. Mis pies rozaron la fría tarima. Ésta era una simple manía, lo hacía inconscientemente cada mañana. En dos zancadas conseguí alcanzar el móvil entre gruñidos, odiaba que me interrumpiesen en el único momento en el que nada importaba.

En cuanto leí el nombre en la pantalla, un escalofrío me recorrió el cuerpo y tuve un mal presentimiento. De repente sentía que algo iba mal, no sabría explicar como pero lo sentía así. Suelo decir que cuando algo malo te va a pasar, el cuerpo inexplicablemente es consciente de ello y reacciona. En cada cuerpo la reacción puede transmitirse de forma diferente. Me recorrió un cosquilleo desde las plantas de los pies hasta la cabeza, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Comencé a temblar aunque estuviese comenzando a florecer el caluroso verano. Dudé unos segundos pero finalmente solté un suspiro sabiendo que no tenía escapatoria mientras me apoyaba en la cama pues no tenía fuerzas para asimilar la fría conversación con mi madre y descolgué el teléfono.

-Mamá ¿Qué ha pasado?- conseguí susurrar intrigada y temiendo la respuesta, no necesitaba rodeos ni palabras que me intentaran consolar. Mi mirada de color parda se posó en la amplia ventana que daba a una callejuela en la que bullía la vida mientras el resto de la ciudad dormía.

-Buenos días cariño ¿Qué tal estás, te he despertado?- murmuró en un intento de que su voz sonara firme aunque su mano no paraba de temblar. Sus ojos cansados dejaban entrever el miedo y las lágrimas derramadas antes de llamarme. Cerré los ojos y pude verla, esa triste mueca que se dibujaba en su rostro desde hacía varios meses, ese intento fallido de sonrisa tranquilizadora cuando su mundo se estaba resquebrejando que sólo me incitaba a abrazarla.

-Mamá por favor, cuéntame.- dije rápidamente anhelando poder acabar ya con la llamada que me estaba autodestruyendo lentamente por las posibilidades que trazaba mi imaginación con la rapidez de un parpadeo.

-Tu..Tu padre entró en coma hace varias horas...- esas palabras me martillearon, incrédula, creyendo que eso era imposible y se repetían en mi cabeza como si de un eco burlón se tratase, sabía con certeza que aquellas palabras serían tejido de futuras pesadillas.

Mis piernas se activaron y comencé a correr sin percatarme de lo que ocurría a mi alrededor, solo con un único objetivo cruzando mi mente. Recorrí el largo pasillo de paredes teñidas en morado adornadas con estúpidas flores por todos lados en escasos segundos. Respirando entrecortadamente caminé los últimos metros.

Me paré en seco al chocar contra la puerta y abrí dolorida sin pensarlo dos veces, el único obstáculo que me separaba de entrar en la habitación de mis padres. Me inundó una leve sensación de mareo y palidecí al encontrar la cama matrimonial vacía reafirmando mis sospechas y horriblemente cuidada, cada pliegue, cada sábana como si el dueño de esta obra fuera el forense que recoge las pruebas en el lugar del crimen y que no quiere dejar rastro del doloroso suceso a la vista de desconocidos pero yo tenía el secreto que intentaron ocultar. La atmósfera se cargaba mezclando ese olor familiar con la niebla espesa que atormentaba a mis ojos pardos con cerrarse. Oía a mi madre suspirar al otro lado de la línea, esperando que mis cuerdas vocales se desengranaran y emitiran algún gruñido para continuar su terrible discurso.

Pero mi mente había desplegado las alas y volado varias semanas atrás, en esa cápsula que te transportaba a cualquier recuerdo pasado con tan sólo cerrar los ojos y esperar sin prisas aunque ardiendo en deseo de revivir. Pero esta vez no hicieron falta palabras ni ruegos para que la imaginación hiciera de las suyas. Parecía un sueño con total nitidez incluso escuchaba los latidos discordes pero acompasados sonar en mi pecho. Quizá la llamada era la pesadilla de la que acababa de despertar sin estar dormida.

*3 semanas antes en mi habitación*

-Joder no conseguiré aprenderme esta partitura para el concierto- dije en alto sorprendiéndome a mi misma del enfásis que le había puesto a mis pensamientos.

Cerré los ojos un par de segundos, respiré lo más tranquilamente que los latidos agalopados en mi pecho me permitían y abriéndolos de repente con mi mente ya vacía, comencé. Mis pequeños dedos transformaban de forma casi mágica una pizca de tinta en un papel, en un sonido no demasiado afinado pero que te atraía a escucharlo. Temblorosos arrancaban cada sonido de ese rojizo violín. Ágiles mientras mi mirada despierta recorría compases y compases acompañados de mi delicada voz que no se desgarraba ni en los más agudos que se trataban de escapar de la partitura.

Proseguí absorta, sin darme cuenta de que la puerta se había abierto suavemente, alguien estaba escuchándome a escondidas, observándome disfrutando del improvisado espectáculo que había formado en unos minutos, esperando a que acabase aguantando la respiración incluso con esa sonrisa jovial en el rostro que mostraba una inmensa felicidad ante la escena.

Me giré y me asusté al ver que no era la única en la habitación, siempre ponía esa mirada sobre mí cuando tocaba. Esos ojos azules me atravesaban el alma, gélidos cuando su voz era dura y denotaba un gran enfado y tranquilos como las olas del mar antes de la tormenta el resto del tiempo. Con sólo mirarle podías averiguar de que estado de ánimo andaba ese día.

Desde que comencé a cantar a solas, algo que me evadía de la realidad como pocas cosas, me había estado tratando de convencer de que empezara el conservatorio. La cabezonería es algo que destaca en esta familia así que un día lo consiguió, no podía vérsele más orgulloso en cada concierto aunque perdiera el hilo, le gustaba escucharme atentamente para después darme su opinión.

-Cielo, siento haberte interrumpido, cada día tocas mejor eh aunque no me gustaron esas últimas notas, un poco más rápidas quedarían mejor ¿qué tal va la canción?-murmuró mientras se sentaba en la cama de forma pesada como si se desplomara tras un largo día de trabajo delante de mí pero me dí cuenta de que intentaba ocultarme que algo le preocupaba, no me estaba mirando directamente mientras lo decía y eso tras tantas sospechas durante meses de que algo ocurría en casa, no era buena señal.

-Bueno...estoy nerviosa, parece que eso es lo único que no me han conseguido corregir tras tantos años, ya sabes lo cabezota que soy -dije entre pequeñas carcajadas fingidas intentando destensar su rostro mientras observaba su reacción para averiguar si estaba en lo cierto.

-¿Puedes dejarlo Valerie? Tenemos que hablar un momento contigo- contestó directamente como sino hubiera escuchado mi risa ni ella pudiera hacerle efecto en esos momentos, me empezaban a preocupar sus gestos. A medida que lo decía su expresión cambió radicalmente y dejó paso a una preocupación y seriedad evidente en su rostro.

Fruncí el ceño intentando descubrir que iban a comunicarme. Sólo me llamaba Valerie cuando me había metido en problemas. Eso no era buena señal. Repasé mentalmente todo lo que había hecho esa semana que pudiera provocar esa angustia en su rostro. Algo que sea saliera de la raya con lo que pudiera peligrar la fiesta de ese fin de semana. Nada. Le dí vueltas y más vueltas al problema del que no sabía despejar la incógnita por que me faltaban datos. La curiosidad se apoderaba de mí, los minutos pasaban pero parecía que alguien había grabado mis movimientos y congelado para más tarde emitirlos a cámara lenta con el único objetivo de torturarme. Odiaba ser tan impaciente pero necesitaba saberlo. Era como si mi cuerpo fuera invadido por termitas que carcomieran lentamente cada pensamiento. Casi las oía gruñir desesperadas. Pero no caí en que cualquier tontería que se me pasara en esos momentos por la mente no era comparable a lo que me iban a decir hasta mucho más tarde. Tiempo después hubiera cambiado cualquier castigo antes que aquella noticia sin dudarlo. Pero supongo que no le das importancia a la vida que tienes hasta que la pierdes.

Aquello azotó mi vida y como si de una hilera de fichas de dominó se tratara, provocó muchas consecuencias con sólo hacer tambalear la principal. ¿Nunca habías caído en que todos somos una pieza en el tablero de la vida no? Es escalofriante como puede eliminarte con tan sólo un movimiento.a voz de

Unos segundos pueden cambiar tu vidaWhere stories live. Discover now