Capítulo 2

158 12 0
                                    

Estaba sentada en el sofá del salón minutos después de haber dejado de tocar el violín mientras mis padres paseaban intranquilos delante de mí una y otra vez, dándole vueltas a la cabeza a una idea mientras ladeaban la cabeza desechándola y desvanándose los sesos por encontrar la solución. El tiempo parecía congelado allí dentro, sin relojes y nada parecía indicar que esto fuera a acabar rápido. Mi cuerpo se había hundido sobre aquel mullido asiento que en aquel momento me parecía más incómodo que el duro suelo. Parecía que habían pasado horas cuando sólo llevaba varios minutos sentada. No aguantaba más, necesitaba saber por que había tanta tensión. Joder no será para tanto me dije intentándome convencer de aquello.

-¿Podéis decírmelo ya por favor?- susurré desesperada pero con cuidado.

-No sé si estos meses te habrás dado cuenta, si has notado que estábamos peor pues...-paró por que se le quebraba la voz y un par de lágrimas silenciosas cayeron por sus mejillas. Claro que había notado que pasaba algo raro en casa los últimos meses. De repente llegó un día mi madre a casa con la mirada triste que hacía años que había enterrado, las ojeras volvieron a nacer hundiendo sus ojos, las lucía de uno de los tonos más oscuros que había, me recordaban a la oscuridad de la noche. Su sonrisa solo aparecía levemente cuando pasaba por su lado, tratando de fingir que todo seguía bien a pesar de mis insistencias. Y su respuesta era sólo pórtate bien con papá y no te preocupes, sospeché que algo tenía pero solemos pensar inconscientemente que esas cosas no nos van a pasar a nosotros como si fuéramos invencibles e intocables por los golpes de la vida. Pero éstos llaman a tu puerta en plena carcajada, dando un giro a tu vida sin importar quien seas, te dejan temblando como la peor nevada del siglo.

-Valerie, me he hecho varias pruebas durante los últimos meses y... vuelvo a tener cáncer.- murmuro mientras saboreaba cada palabra como si fuera algo que repitiera sin cesar pero sin creerse aún del todo. Esas que tenía olvidadas en la memoria y le había toca quitarles el polvo. Desvió la vista al suelo mientras yo le miraba incrédula, todo mi cuerpo se había congelado totalmente combinando a la perfección con la atmósfera.

- No, no no no- repetí como si de una cinta rallada se tratase. No era capaz de asimilarlo. Esto debía de ser una pesadilla y si lo era pero de esas que vives con los ojos abiertos, las peores que te pueden tocar. Quería gritar, hacer el daño que me acababan de propinar, descargar toda mi rabia contra algún inocente. Pero no hice nada sólo comencé a sollozar como nunca. De esas veces que lloras y no te importa quien te está mirando qué lo haces hasta quedarte vacío. Ni siquiera me importaba que mi rostro se estuviera mojando, las deje caer a raudales como si quisiera nadar en ellas pero en esos momentos me estaban ahogando a un pozo del que todavía no he salido.

Me abrazó delicadamente recordándome a una niña pequeña e indefensa ante el peligro, intentando calmarme cuando él mismo sacaba todas sus fuerzas en no derrumbarse. Comenzó a acariciar mi pelo y a enredar sus dedos en ellos susurrándome al oído que todo iría bien pero esa frase más que calmarme como solía hacer me alertó y empezaron a bullir en mi mente decenas de preguntas de las que no quería escuchar respuesta y me atormentaba el solo hecho de repetirlas en voz alta como si en mi mente solo fueran fantasías de aquella niña que los contratiempos la habían hecho crecer sin preguntarle y saltándose experiencias que nunca viviría por que lo tocó ser adulta antes de su primer beso.

No podía parar de llorar, había dejado de controlarlo simplemente me concentraba en comprobar que sus latidos seguían rompiendo el silencio. Aunque eso no me aliviaba por que sabía que en su interior había comenzado una cuenta atrás que difícilmente pararíamos.

-eh cariño, venga anda que no pasa nada, tu madre y yo hemos buscado la mejor clínica y a finales de mes iré a tratarme, no pasará nada ¿tú no me ves lo fuerte que estoy? Cielo, no va a poder conmigo, ya le ganamos una vez y esta vez no será distinto.- respondió a mis pensamientos y suspiré aliviada dudando en sí creerle.

-Además ¿Cómo va a pasarme a mí algo si aún me quedan muchas cosas que vivir? No te vas a librar de mis reprimendas tan pronto tonta.-prosiguió sin separarse ni un centímetro de mí como sí tuviera miedo de que al soltarme cayera.

-Ya pero...pero podría pasarte y yo no quiero perderte papá. Por favor prométemelo, no te irás todavía. No permitirás que nada te lleve con los abuelos- dije desesperada creyendo que si lo prometía no tenía de que preocuparme. Como nos engañamos a nosotros mismos para aliviar el dolor de las heridas.

-Por supuesto, te lo prometo mi niña, os quiero más que a mi vida, lo daría todo por vosotros si me lo pidieran y que sepas que si lucho es por vosotros que sino no volvía a caer en esas garras.- concluyó refiriéndose al horrible cáncer besándome la frente y alejándose sin dejar de mirarme.

Recuerdo las pesadillas de aquella noche y de las siguientes. El miedo a perderlo todo en tan sólo unos segundos. Como vivía rodeada de esperanzas que me hacían volar lejos de la realidad. Imagino que cuando algo malo nos ocurre intentamos aferramos a todo lo que encontramos para que ese viento desvastador no nos arrastre con él. Pero a veces ni siquiera cruzar los dedos y abandonarte a la suerte te salva. Desde ese día dejé de creer en los "para siempre" por que la persona con la que deseaba el infinito más grande estaba apunto de abandonarme. Ni siquiera la vida tiene derecho de romper promesas que se hacen con el corazón en la mano. Y después de un golpe de tal tamaño, nada te afecta demasiado o eso es lo que te repites. Te construyes una coraza que nadie intente transpasar, cambias a ser una persona fría por que temes encariñarte y darte la vuelta y perder cada instante que antes era posible juntos. Como te cambian las desilusiones, te rompen como si fueras una débil hoja temblando en una rama. Los próximos días mi vida daría tantos giros que empezaba a dudar si no me había equivocado y estaba en un parque de atracciones. En una de esas montañas rusas que caen y te levantan antes de qué puedas pestañear o quejarte por que no te está gustando el viaje y que en ocasiones acaban antes de lo previsto.

Unos segundos pueden cambiar tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora