Capítulo 1

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—Esteban.

-Señor San Román, lamento mucho decirle que sólo tengo trescientos mil dólares del dinero. -La voz nerviosa, más bien aterrorizada llegó hacia mis oídos, y apreté los dientes con fuerza- Pero tengo algo muy bueno para usted. Una de las últimas mercancías.

-¡No me interesan ningunas de tus putas! Que te quede bien en claro, Demetrio. Si no me devuelves mis jodidos quinientos mil dólares esta noche, eres hombre muerto. -Estampé el auricular del teléfono con fuerza y apoye ambas manos sobre mi escritorio, ignorando la mirada que me dedico Leonel- Maldito hijo de perra.

-El teléfono no tiene la culpa. Deberías dejar de hacer eso siempre. -Murmuró, con una tranquilidad exasperante, mientras acomodaba el auricular en su base-.

Bufé y me dejé caer sobre mi silla.

-Maldigo el día que se nos ocurrió hacer un trato con ese imbécil.

-Ciertamente, no fue muy inteligente de nuestra parte. Pero tampoco fue muy inteligente de la suya intentar robarte tu parte del negocio. Nadie nunca pudo hacerlo sin sufrir las consecuencias.

Me giré en mi silla y miré hacia el enorme ventanal a mi izquierda.

-Lo haré sufrir todavía más por haberme considerado un idiota.

Leonel suspiró y se levantó, alisándose las inexistentes arrugas de su impecable traje azul.

-Lamento tener que dejarte solo en uno de tus momentos de furia, querido amigo, pero debo ir a casa a hacer las paces con mi bella esposa. Si me disculpas...

-¿Qué sucedió con Lupita ahora? -Pregunté distraídamente-.

-Lo de siempre. Se enoja porque la sobre protejo, dice que los guardias de seguridad son una exageración, igual que el coche blindado, y los franco tiradores. Ya sabes, no le gusta sentirse frágil, pero lo es.

-Todas las mujeres son frágiles. -Comenté, rodando los ojos ante la testarudez de mi hermana pequeña-.

Leonel me dedicó una sonrisa.

-Cierto. Adiós, Teb.

Incliné mi cabeza en su dirección, en un gesto de despedida, y me pare de mi asiento en cuanto hubo desaparecido por la puerta.

Caminé hacia el ventanal, examinando las atestadas calles de México.

-Demetrio debía ser más estúpido de lo que parecía si de verdad pensaba que podría robarme a mí, Esteban San Román, el líder de uno de los mayores grupos mafiosos del mundo, sin terminar con la cabeza llena de plomo.

—María.

Grité. Otra vez. Y toda la respuesta que recibí fue mi agitada respiración. Otra vez.

Las manos atadas detrás de mi espalda no me permitían moverme, y las magulladuras que exhibía mi cuerpo me hacían sollozar de dolor.

La bolsa de tela que me cubría entera me daba picazón en la nariz, sin permitirme respirar correctamente, y el frió me calaba hasta los huesos.

Intente removerme, pero el espacio en el que estaba atrapada era endemoniadamente estrecho.

Volví a gritar, pero el enorme pedazo de cinta gris que se pegaba a mi boca amortiguó mis gritos de ayuda.

Nadie me escuchó.

Volví a sollozar, pensando en lo estúpida que había sido al salir de mi edificio a esas horas de la noche.

*Flashback*

Solté un grito de dolor, mientras me sentaba en el suelo, sosteniendo mi pie con ambas manos.

Maldito mueble. Maldito dedo meñique del pie. Maldita torpeza.

Resoplando, quité mis manos para examinar los daños, y torcí el gesto al ver la sangre que emanaba de mi lastimado meñique.

Golpearlo contra los muebles era mi karma, y no pasaba más de una semana sin algún accidente de aquel tipo.

Cojeando, llegué hasta el botiquín, sólo para gruñir exasperada al ver que me había quedado sin vendas. Rebusqué por toda la puñetera caja, pero no di con lo que necesitaba.

Lo más rápido que pude, cubrí mi pijama de Hello Kitty (Sí, muy maduro) con un tapado que llegaba hasta mis rodillas, me calcé, haciendo otra mueca más de dolor al sentir mi dedo apretujado dentro de la zapatilla, y dirigí mis pasos hacia la farmacia que estaba a dos calles de mi departamento.

Estaba a sólo unos cuantos metros de mi destino cuando sucedió.

Un coche negro frenó a mi lado, y un grupo de cuatro hombres se bajaron, parecía una aterradora coreografía.

Uno me tomo en brazos, otro se encargó de apretujar un pañuelo húmedo contra mi boca y nariz, otro tomó mis piernas, y otro mantuvo abierta la puerta del auto mientras me metían en el.

Mis gritos no alertaron a nadie, y luego de unos segundos, perdí la conciencia.

*Fin del Flashback*

Desperté dentro de la apestosa bolsa en la que me encontraba ahora, sólo que en algún lugar al aire libre.

Cuando comencé a gritar un hombre gordo y pelado me sacó de la bolsa, y entre insultos me puso una cinta en la boca, para luego golpearme unas cuantas veces.

Parecía disfrutar de aquello, mientras yo me retorcía de dolor en el suelo.

Luego de lo que pareció una eternidad, me volvieron a meter en la bolsa, y me arrojaron en lo que seguramente era el baúl del coche.

Y allí había estado por lo que parecían horas.

Tenía sed, hambre, me dolía la cabeza y todo el cuerpo.

Y estaba completamente aterrorizada.

Volví a gritar, pero pare de golpe cuando sentí abrirse el baúl del coche, y como dos brazos me levantaban sin suavidad alguna.

Grité de nuevo, y me sorprendí de que nadie me golpeara como castigo.

-¿Qué mierda es esto? -Escuché una voz, ronca y muy varonil hacer la pregunta, teñida por el recelo-.

-Un regalo para ti.

-No me jodas Demetrio. Dame lo que falta de mi dinero y guárdate tus malditos regalos.

-Vamos San Román. Esta te gustará. Es joven y muy bonita. Hermosa diría yo. Deberías verla aunque sea. -Esta voz sonaba nerviosa y torpe en comparación con la perfecta melodía del otro hombre, quién resopló, con una mezcla de desprecio e impaciencia.

Sin preámbulos, alguien me depositó en el suelo, y me quitó la bolsa de encima.

Intenté enfocar la vista, y examiné mi entorno.

Estaba sentada en un suelo polvoriento. Un estacionamiento subterráneo.

A mi alrededor había hombres. Muchos hombres parados y armados hasta los dientes.

Al primer vistazo podías notar que se dividían en dos bandos.

Los que se encontraban frente a mí estaban vestidos de traje, y parecían empresarios perfectos recién salidos de sus cómodas oficinas.

Claramente, el líder era un impresionante joven, que clavaba sus ojos en mí con dureza.

Unos fríos e implacables ojos verdes.

Holaa ¡bom día! Espero que hayan disfrutado el primer capítulo, pongan una estrellita si les gusto. 🌸

Suya {Adaptación}Where stories live. Discover now