Capítulo 1 - Volviendo a empezar.

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Estaba aún oscuro cuando Yara llego al pueblo, hacia 7 años que había salido a estudiar filosofía con la intención de no volver, el clima era frió y había una niebla escasa, la estación del tren estaba desolada, solo con algunos empleados que rondaban haciendo sus labores, el ambiente era nostálgico, sin embargo, la chica se resistía a sentir cualquier emoción, solo frustración por estar nuevamente en el punto de partida.

Tomo un taxi que la llevo a su casa, nadie la esperaba despierto, sobre la mesa había un plato tapado con otro plato, lo levanto y se comió el sándwich, se dirigió a su habitación, estaba igual que la última vez, los póster de varios grupos de heavy metal y uno de Charles Robert Darwin adornaban la pared, que estaba al frente de la puerta, la cama era sencilla y el colchón era de paja, coloco su maleta en el piso de la habitación, se sacó la ropa y busco entre su maleta una sudadera, una playera y se dispuso a dormir.

El reloj marco las 6:00 am y sonó con un estridente pitido, Yara parecía no oírlo, pero unos segundos después se volteo y abrió los ojos con cara de pocos amigos y con la palma de su mano golpeo con violencia al despertador para levantarse de inmediato.

En la mesa había un plato con dos huevos fritos y una tostada, al lado un vaso de café negro, Yara se sentó y comió los alimentos, la casa estaba en silencio, parecía vacía, sin vida.

Yara salió de su casa, cerró la puerta y se dirigió hacia el centro del pueblo, en las calles se respiraba la alegría, mucha gente se movía en dirección a sus actividades diarias y se saludaban con fuertes abrazos o gritos si estaban en diferentes aceras; Yara fruncía el entrecejo, mientras muchos recuerdos de su niñez aparecían en su mente sin poder controlarlos.

Solo después de caminar 5 minutos ya estaba al frente de la ferretería, aún estaba cerrada, pero en la fachada de la puerta había un tipo de casi dos metros con bastante sobrepeso, Yara lo reconoció de inmediato, había alcanzado esta altura en el bachillerato y todo el colegio lo conocía como El Toro, Yara nunca conoció su nombre real.

- Hola Toro, no sabía que trabajabas aquí, interpuso Yara

- Y yo no sabía que hoy comenzabas con tus labores, respondió el Toro.

- No era que tuviera muchas ganas, llegue esta madrugada, pasadas las cuatro, respondió rápidamente Yara.

- Espero que no te duermas en el trabajo o si no deberé hacer tus labores también y esa no es la idea, le dijo Toro sin mirarla.

- No me subestimes, te puedo asegurar que estaré a la altura del empleo, repuso Yara algo molesta.

Toro abrió la gran puerta, le señalo a Yara que entrara y el tomo el candado y lo cerro sobre una argolla metálica que estaba a un extremo de la base de la puerta elevadiza, se dirigió a la parte posterior y encendió la radio y las luces del local, luego le paso una escoba a Yara sin decir una palabra.

- Crees que esta es mi labor, ¿porque soy mujer?, mira Toro hace mucho tiempo que ganamos esta lucha, estoy capacitada para hacer cualquier cosa en esta ferretería, no me jodas, esto va a ser una mierda si comenzamos así, respondió Yara verdaderamente molesta.

- Está bien, entonces yo barro y tú trapeas, respondió divertido Toro.

En ese momento ingreso el dueño de la ferretería, un tipo calvo con bigote, era de cuerpo delgado, pero tenía una barriga prominente que sobresalía por encima del cinturón, su caminar era confiado, como si fuera el dueño del pueblo.

- Hola muchachos, que bueno que ya se conocieron, vamos hoy con la mejor actitud, a iniciar este nuevo ciclo, que será muy positivo para nuestra empresa, saludo enérgico el hombre del bigote.

- Hola Don Álvaro, respondió casi simultáneamente el gigante y la chica.

Esto pareció encantarle a Don Álvaro que esbozó una sonrisa y les dijo:

- Esa es la actitud.

La jornada laboral transcurrió sin muchos altibajos, algunos altercados y discursos feministas de parte de Yara, que parecían no molestarle a Toro y los mensajes de motivación que Don Álvaro les daba por el altavoz, desde su oficina.

Al finalizar la tarde, poco antes de cerrar, a Yara le pareció ver como Toro se echaba a la boca varios tornillos, pero rápidamente descarto la idea.

Esa noche al entrar a la casa, el olor familiar a changua la alegro; nuevamente estaba la comida sobre la mesa, pero la casa parecía tan vacía como en la mañana.

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