Citus, altius, pulchrius

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Estoy pensando en Leryn Franco. Algo que me sorprende porque la Franco y yo nunca hemos tomado café juntas ni creo haber coincidido con ella en ningún lado. Pero vete tú a saber, que yo sin lentillas… Por otro lado no creo que ella sepa de mí, además va de super morenaza racial y yo de rubia icónica. Agua y aceite.      

A mí Leryn franco no me gusta. No me gusta como modelo ni me gusta como atleta pero su nombre me ha dado que pensar porque muchos medios se han hecho eco de su existencia, y no por ser una top de la pasarela a nivel de las míticas Campbell o Schiffer ni de las que llegarán a la misma entronización inmortal como la Refaeli o la Ambrosio. Tampoco porque sea una number one en lo de tirar la jabalina cual Diana cazadora, que es por lo que ha ido a estos mal llamados Juegos Olímpicos representando a Paraguay. Está en el puesto cincuenta y uno de esta modalidad.      

En Londres 2012 ha habido muchas bellezas que han competido en lucir, junto a los diminutos atuendos deportivos, muestras de auténtico estilo en maquillaje, peinados o manicura. Hay mujeres dignas de books de fotografía e, incluso, de pasarela, entre las atletas. Con gran talento para exponerse además. Todas podemos estar divinas en una sesión de estudio pero muy pocas saben y pueden, quedar bien empapadas en sudor después de correr los quinientos metros obstáculos. Yo, de momento, estaría vomitando los pulmones y poco preocupada por el aspecto de mi pelo.    

Muchas de estas chicas, algunas casi niñas, ya han llegado a lo más alto de su carrera de esfuerzo corporal y diario, muchas no tendrán otra oportunidad en las clasificaciones ni podrán optar a becas que las permitan seguir viviendo de la pista, el tatami o la arena.     Por eso ha habido en Londres tanto short, tanto top y bra, tanta sombra de ojos y recogidos de ópera y tanta depilación integral. La vida  de una modelo es efímera pero la de una deportista de élite mucho más.      

Leryn es ambas cosas y en ninguna de las dos destaca. Su físico es enorme, casi hombruno, y la belleza de sus rasgos se basa en lo anguloso de los mismos que siempre quedan bien en la cámara, a pesar de tener una nariz tuberculosa. Lo más bonito; sus ojos obsidiana y un pelo cuidado por profesionales.    

Pero el gesto osco de la pasarela, lo ha trasladado  al triángulo de cal de lanzamiento, ha llevado un poquito de su paso de catwalk  a los vestuarios y por eso las revistas y periódicos han incluido su nombre en su aburrido espacio de verano. Parece que una mujer no puede hacer dos cosas a la vez.      

La modelo paraguaya ha dado al resto de deportistas una salida, no nueva claro, que la “Sport Illustrated” ya marcó una vía de escape con sus portadas desde los gimnasios a los estudios, pero muchas han intentado subir a su estela de perfume caro, de firmas y de casas con glamour porque en la moda estás muerta con treinta años, pero en la villa olímpica, con veinticinco, eres un cadáver descompuesto.      

Y lo saben, todas ellas, por eso ese baile tan sexy de Michelle Jenneke ante la prensa  o esas miradas lujuriosas de Darya Klishinaa los objetivos. De ahí que la coquetería, que el sexy sport costume, haya estado a la orden del día, los colores de las banderas han quedado relegados ante los tonos de moda y muchos de los records y marcas, creo se han dejado un poco de lado a cambio  de poder lucir esas piernas espléndidas gracias a la media maratón habitual o una línea alba de infarto trabajada todas las mañanas.    

Si no hubiera quedado ya ridículo, creo que se habrían visto los stilettos imposibles de Nike sin recato para con Atenea.      

Yo he subido a la pasarela un par de veces en mi vida y mis ejercicios se basan principalmente en salud y estética, alejados de dejar huella en los logros físicos. Nunca me ha llamado ese mercado de la carne que simbolizan ambos campos.      

Para mí son lo mismo y aunque los medios, que siguen con la cantinela del Quinto Poder cuando no tienen poder ni para mantener su veracidad y credibilidad ante el público, se empeñen en glorificar el deporte sobre los trapos, este evento me ha demostrado que no estoy demasiado equivocada en mi afirmación.      

No me han gustado estos juegos, no me ha gustado ver a las chicas pelear por el vil metal y al tiempo por una foto que las lleve al catálogo de alguna marca que las utilice como imagen. No creo que ese fuera el espíritu que se quería trasmitir en Olimpia hace tantos siglos para homenaje y reverencia del más conocido de los hijos de Alcmena.      

Así que, sin duda, me quedo con los focos, los ventiladores efectistas, los backstages de última puntada e histerias, las sesiones de doce horas con fotógrafos gritones, el capitone y cristal bordado. No por el glamour, no, simplemente porque lo veo igual de trivial pero  más sincero.

From my blonde mindWhere stories live. Discover now