Ella

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Entro por la puerta trasera de la cafetería como de costumbre y lo primero que hago es sacudir la espesa nieve que cubre mis botas.

Este es sin duda uno de los inviernos más crudos que ha pasado por Denver, pero prefiero un millón de veces este clima exquisito que el insoportable calor, el cual se vuelve sofocante si uno anda corriendo por todos lados preparando café y atendiendo mesas.

Le regalo una sonrisa a mi compañero Rodney en modo de saludo y me corresponde el gesto mientras me tiende su delantal en señal de que ya acabó su turno. Suertudo. No sé cuántas veces le he pedido a Susan el horario de la mañana, pero me lo ha negado con la increíble excusa de que mi rendimiento es satisfactorio en el turno que tengo ahora. No me quejo por el trabajo que tengo todos los días porque a fin de cuentas necesito este empleo; lo que me pone los pelos de punta cada día es entrar al área de atención y verlo sentado como siempre en una de mis mesas.

Suspiro con pesadez, ¿acaso no tiene un empleo? El tipo no parece extraño en lo absoluto, pero según mi compañera Roxi llega cada día diez minutos antes de que comience mi turno, conecta su laptop y comienza a teclear sin parar durante cuatro fatídicas horas… Todo mi horario laboral.

—Tal vez es un psicópata —dice Roxi con tranquilidad mientras hace de manera rápida el inventario para mañana.

—Pues no tiene cara de psicópata —musito tomando el block de notas.

—Deberías encender el Investigation Discovery más seguido. Todos los psicópatas eran normales o se veían guapos como él.

—¿Ya le tomaron la orden? —pregunto ignorando su comentario sobre lo apuesto que es.

—Claro que no, tú sabes lo loco que se puso la última vez que no lo atendiste.

¿Cómo olvidarlo? Fue hace casi dos semanas…

Mi madre se retrasó como de costumbre en el trabajo y no me quedó de otra que enviar un mensaje a Susan para avisarle que llegaría una hora tarde porque no podía dejar a mi hermana sola. Cuando por fin mi madre cruzó la puerta principal, ni siquiera me tomé el tiempo de saludarla o algo por el estilo cuando salí corriendo y como pude me adentré en la tormenta de nieve para caminar hacía la cafetería que se encontraba a seis calles de mi casa. Parece poco trayecto, pero cuando el frío cala tu piel hasta llegar a tus huesos, se siente como si fueran seis kilómetros.

Cuando entro por la puerta de empleados no reparo en nada ni nadie y me ato el delantal alrededor de mi cintura para salir al área de atención. Me congelo ante la escena.

—Joven debe calmarse, cualquier empleado puede tomar su orden.

—Ella toma mi orden como todos los días. ¿Qué pasa con la famosa frase de “el cliente tiene siempre la razón”?

—Susan —digo, llamando la atención de los tres y el chico en cuestión fija sus ojos en mí.

Es la primera vez que me ve de frente, sus impresionantes ojos azules no se despegan de mi cara y poco a poco la tensión que había en el ambiente se disminuye. Su lengua remoja sus labios en un gesto nervioso antes de desviar su mirada de mi rostro a mi encargada, luego se sienta como si nada hubiera pasado y me quedo parada cerca de diez segundos sin entender nada. Susan me mira con algo de reproche en el tinte castaño de sus ojos.

—Toma su orden —dice con más tranquilidad de la que realmente aparenta.

Me dedico a asentir sin saber bien si su molestia es realmente conmigo o con la insistencia del chico de la computadora, pero no me da mucho tiempo ponerme a pensar en eso cuando Roxi me tiende el block de notas para que pueda hacer mi trabajo.

La Chica Del Café © ᕼɩ⳽toɾɩᥲ ᥴoɾtᥲ ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora