Ella

165 37 59
                                    

Roxi me recibe con una sonrisa perversa y no puedo evitar sonreír también, pero no a su nivel. Me encamino hacía la máquina de hacer capuchinos sin decir una palabra, aunque sé que mi compañera no lo va a dejar así.

—¿Qué diablos fue eso, amiga? —Su entusiasmo me desconcertó, puesto que hasta hace un rato él era un psicópata para sus ojos.

—Él fue amable conmigo y por primera vez no siento que sea un extraño o un loco.

—Linda, ¿olvidas que se sienta ahí durante todo tu turno laboral? —dice con algo de preocupación tiñendo su voz. La diversión quedó a un lado de repente.

—Lo sé, pero quizá sea solo una coincidencia —digo sin creérmelo ni yo misma.

—No me malinterpretes, es ardiente…

—¡Roxi! —exclamo cubriendo mis oídos de forma exagerada. Ella ríe de forma escandalosa llamando la atención de varios clientes y de Susan.

—Niñas —sisea disgustada—. A trabajar.

Cuando llegó el fin de mi jornada laboral no pude evitar mirar hacia la mesa de Hunter para encontrarlo guardando su computadora. Me despido de Roxi puesto que su turno es más largo que el mío, siempre entra una hora antes y sale una hora después. Me encamino hacia la puerta de salida de los empleados cuando escucho Susan llamarme.

—June, ¿te importaría quedarte una hora más? Marcus llegará tarde —pide y un suspiro exhausto abandona su cuerpo.

—Claro —murmuro y hago un recordatorio de que debo anotarme esta hora extra para cuando llegue el día de pago.

—¿Me extrañaste? —Roxi me saca la lengua de forma amistosa.

—No sabes cuánto —contesto con ironía mientras me pongo a trabajar nuevamente.

La hora se pasa más rápido de lo que espero y sin siquiera darme cuenta ya estoy saliendo rumbo a casa con unos muffins de arándanos de cortesía y la música de mis auriculares llenando mis oídos.

Camino con dificultad por la espesa nieve e ignoro por completo la frialdad que comienza a calarse en mis mejillas. La canción Dive de Ed Sheeran llega a su fin y antes de que mi reproductor aleatorio de inicio a otra me doy cuenta de los pasos pesados que hay detrás de mí. Mi corazón se atasca, pero mi cerebro no y en menos de cinco segundos tengo el gas pimienta en mi mano para enfrentar a quien sea que me está pisando los talones.

—¡Espera! —Hunter está justo a unos pasos de mí con ambas manos en señal de rendición.

—Hunter… —exhalo su nombre y una frustración desconocida se apodera de mí—. ¿Por qué rayos estás siguiéndome? —bramo con molestia y sin bajar mi gas pimienta.

—Yo quería… —Él parece buscar las palabras, pero no llega a nada en concreto.

—¿Querías hablar conmigo? —pregunto de forma estúpida.

—No quería asustarte, June. Vi que tu horario terminó más tarde hoy y como se está haciendo tarde pensé que podría asegurarme de que llegues a casa a salvo.

—¿Sa-sabes dónde vivo? —tartamudeo entre sorprendida y asustada.

—No, te juro que esta es la primera vez que te sigo —dice apenado—. Lo siento, fue un error. —Él retrocede varios pasos, listo para huir.

—Tuve que hacer una hora extra —informo y él me mira. Aún me sorprende el azul de sus ojos y el hermoso contraste que hace con la nieve cayendo a nuestro alrededor—. ¿Quieres caminar a mi lado? —le ofrezco sin saber bien por que lo hago, creo que simplemente quiero seguir hablando con él y no me di cuenta de que ansiaba eso desde nuestro contacto de esta tarde.

—Sí —dice con demasiada rapidez y sonrío.

—Pues vamos. —Hago una señal con mi cabeza y en cuestión de segundos lo tengo a mi lado.

Ambos caminamos en silencio y puedo notar su adorable incomodidad, pero también me doy cuenta de que se siente a gusto por caminar conmigo hasta mi casa. Debo admitirlo, si me asustó en un principio, pero es extraño estar tan a gusto con él ahora y lo más loco es que siento que lo conozco más de lo que debería.

—¿Te doy miedo? —pregunta cuando soy capaz de divisar mi casa a unos cuantos metros de nosotros.

—No exactamente, es decir, he tomado clases de taekwondo y podría quitarte de mi camino con facilidad. —Hunter ríe suavemente y sonrío al oírlo—. Siento curiosidad —admito.

Freno mi paso justo en frente de mi casa y él también. Se voltea hasta quedar mirando mis ojos y parece estar intentando ver más allá de mi alma.

Rebusca algo en el bolsillo de su chaqueta hasta sacar un papel un poco arrugado y lo tiende hacia mí. Lo tomo con una pequeña sonrisa y cuando lo abro espero ver su número telefónico o algo por el estilo, pero una caligrafía bastante bonita me recibe. Miro a Hunter y él asiente con la cabeza para que lea todo el contenido del papel.

La chica del café

Ella cree que no la estoy viendo mientras trabaja y quizá sea mejor que piense eso porque no quiero asustarla. Su sonrisa se quedó grabada en una linda parte de mi mente y suelo repetirla cuando siento que estoy bloqueado al escribir. Cada una de mis palabras están inspiradas en ella y eso es aterrador porque no sé nada de su vida y tampoco registra nada con respecto a mi persona. Es hermosa y más de una vez me he quedado mirándola cuando está distraída o cuando se dedica a atender a otras personas con una gentileza que solo me hace querer acercarme más.

¿Cómo le digo qué me siento en esa mesa por ella? Quise renunciar a esto tantas veces porque me parece ilógico que cuando está cerca todos mis escritos son mejor. Su aroma es dulce al igual que su forma de ser y estoy cansado de estar al margen de todo esto. Quiero decirle de frente que ella es mi inspiración.

Así que dime June, ¿saldrías conmigo?

Cuando levanto la vista apenas puedo verlo por las lágrimas que nublan mi vista y parpadeo varias veces para no permitir que caigan. Hunter está parado a tan solo un paso de mí y su mano se acerca temerosa hasta sostener mis dedos helados contra los suyos. Cierro los ojos por un segundo y dejo que mi piel absorba el bonito contacto.

Puedo asegurar que nunca me habían escrito algo antes. En estos tiempos modernos ya no se estila este tipo de cosas y sin duda es el gesto más lindo que me han dado en mi vida entera.

—Tu silencio me preocupa, June —susurra un poco más cerca de mí.

El calor de su cuerpo provoca que el mío se estremezca en respuesta y atrapo mi labio inferior entre mis dientes cuando su mano libre toma dulcemente un mechón de mi cabello.

—Pero no me conoces —digo por fin y sus ojos me encuentran de nuevo.

—Pero me muero por hacerlo.


Fin.

La Chica Del Café © ᕼɩ⳽toɾɩᥲ ᥴoɾtᥲ ♡Where stories live. Discover now