Londres

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Julio 1759

Londres, Gran Bretaña

Los guardias empezaron a golpear al unisono los tambores que tenían atados a sus cinturones, con las baquetas en sus manos, con aquél ritmo constante parecían demostrar la tempestad que acaecía ahora en esos tiempos. Londres estaba sumido en un grisáceo ambiente que claramente sometía a la población a un profundo luto, ya sea por obligación, o por pena misma, sin embargo, el Sol aquella fría mañana del veintinueve del séptimo mes alumbraba con un brillo en busca de marchitarse, sin alcanzar la cúspide de sus raíces... Londres era la ciudad más grande y la capital de Gran Bretaña, en ella habían muchas edificaciones, museos, palacios, viviendas, y, por supuesto, el gran palacio donde habitaba el monarca regente, el cuál era el Jefe de Estado en todo el reino, sus colonias y demás. Una gran procesión había sido convocada ese día, a la cuál habían asistido muchas personas que vivían en la ciudad, desde campesinos hasta figuras ricas e importantes, de diversos altos rangos en la sociedad noble y burguesa de entre los británicos.

Mientras los pobladores más comunes veían desde sus casas, callejones y esquinas como una amplia fila de soldados vestidos de rojo traían consigo, en una amplia ''mesa'', apoyada mediante las riendas de cuatro caballos, una urna de plata con ciertos rasgos de cristal y encima de esta yacía la bandera del Imperio Británico.

En aquella urna descansaba el cuerpo de Marian Lodge, cuyos restos salieron (algunos) intactos de la explosión que acabó por volar en pedazos el HMS Queen of Adventure, barco en el cuál iban la lady y sus más fieles soldados y secuaces en su busca por encontrar al heredero pirata de Elain Olsen. Aunque sí bien aquella cacería parecía ir perfectamente, todo fue un gran y brusco cambio en vano, nadie se esperaba que aquella gran flota proveniente de Kingston y otros puertos ingleses que acompañaban a la mujer la abandonasen al frente de muchísimos barcos piratas, comandados por el Lonely Pride y el Horizonte Dorado, ante esto, el reino juzgó y condenó a los respectivos capitanes, tachándolos de cobardes y, mientras que unos fueron perdonados, otros sin embargo no pudieron hacer lo mismo, y tuvieron que pasar ante la horca, o aún peor, la guillotina misma. Toda esta serie de sentencias estaban siendo efectuadas por un vengativo, colérico, rígido y pálido Thomas Lodge, quién aún no podía superar la muerte de su hija.

Mientras el silencio se cernía sobre la atmósfera de la procesión, a cuya cabeza iban el obispo de Londres y sus sacerdotes, únicamente contrarrestado por el ruido leve de los tambores patriotas, un flamante carruaje de color azabache iba detrás de la urna en la que se transportaba el cadáver de Lady Marian, alrededor de este vehículo iba un escuadrón de soldados a caballo que, a diferencia de sus compañeros, que estaban de píe y en fila, estos escoltaban personalmente a quienes iban ahí, que eran el mismísimo Lord Thomas, y su nieta, Alyson.

Lord Thomas era un hombre de ochenta y seis años, sus ojos eran de un color marrón melancólico cuyas secuelas ardientes destilaban y asustaban a los que acudían a él, en su juventud los tenía grises color plateado, algo que sólo podía tener la dinastía de los Lodge, originarios de Escocia, cuyos antepasados más remotos eran daneses. Aquél hombre impertérrito, frío y ardiente al mismo tiempo, con una voz tan profunda que resonaban como albores de la tempestad, una ferviente y estrica elegancia que lo envolvían de pies a cabeza eran dignos de que el lord en cuestión se impusiera ante diversas personas y congresos, antes de caer en las garras de la vejez, Lodge solía ser un almirante al mando de las tropas del Imperio Británico como lo fueron su padre y el resto de sus familiares masculinos, desde muy joven tenía dos carreras en paralelo; servir en conflictos a su país mediante las armas, y, en paralelo con ello, culminaba su carrera universitaria en temas políticos, ya que aquello era la tradición familiar y casi lo normal en la época en la que vivían. Thomas valientemente guió a sus tropas contra otros reinos europeos, librando constantes asedios en diversas ciudades no sólo en el Viejo Continente sino también en América, el Nuevo Mundo, en las islas caribeñas y un poco más allá, alcanzando casi el inmenso Océano Pacífico. No cabe duda que esta persona era una de las más importantes dentro del podio de políticos y representantes más cercanos al mismísimo Rey de Inglaterra, y era muy respetado entre sus compatriotas no sólo por las diversas hazañas que marcó, sino también por haber llevado a cabo un plan que el clan Lodge tenía estructurando desde hace tiempo atrás, barrer a todos los piratas posibles de la faz de la Tierra.

El Reino de los Piratas II - La Isla del Ángel Rojo [#Wattys2015]Where stories live. Discover now