乱れ雪月花

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Kiyo, un chico de estatura mediana, cabello rubio desordenado y penetrantes ojos color miel; mantenía una mirada seria mientras se encontraba de pie frente a la puerta de lo que sería la casa de su nuevo maestro

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Kiyo, un chico de estatura mediana, cabello rubio desordenado y penetrantes ojos color miel; mantenía una mirada seria mientras se encontraba de pie frente a la puerta de lo que sería la casa de su nuevo maestro. Por fuera lucía amplia y de buen linaje, tal vez no tanto como era el palacio en el que solía vivir, pero estaba conforme con lo poco que podía ver.

Un sirviente con una sonrisa contagiosa le abrió las puertas de par en par, indicando que podía pasar. Aquel sirviente era de cabello castaño, una banda roja en su cabeza mantenía los mechones de cabello en su lugar, de gran altura y con ropajes rojos y negros parecía ser alguien amable.

Kiyo es hijo del emperador de una importante zona de Japón, sin embargo, el rubio no era bien visto en la sociedad, la gente lo tachaba de mimado y holgazán, sólo porque su padre le apreciaba, trataba con cariño y deseaba que no se manchara sus manos con nada, creció con una presión social inimaginable, que no podía ignorar por más que su padre le aconsejara no escuchar, esto le forjó un carácter antipático, siempre a la defensiva.

Desafortunadamente su vida fue para peor; meses después de haber cumplido los dieciocho años el emperador falleció, quedando a cargo Kiyo en el trono; la gente no estaba de acuerdo, se encontraba furiosa al pensar que una persona tan "inmadura" les fuese a gobernar, es por ello que Kiyo hizo un pacto: No tomaría el lugar de su padre hasta haber sido educado como se debe.

-Su maestro se encuentra por aquí, venga. -Le señaló el sirviente un pasillo largo y ambos comenzaron a caminar.

Kiyo decidió pasar el tiempo que sea necesario con uno de los más grandes guerreros de su imperio, el cual le entrenaría tanto física como mentalmente.

Sus pasos eran lo único que hacía eco en el enorme pasillo que llevaba directamente hacia el jardín con una gran fuente, donde el sonido del agua cayendo lograba calmar su ansioso corazón, se encontraba emocionado pero a la vez nervioso por conocer a su mentor.

Rodearon la fuente, dirigiéndose hacia unos arbustos verdes que emitían frescura, antes de cruzar el sirviente se detuvo en seco, al igual que el chico rubio.

-Su maestro le espera allí, pase. -Dice el castaño en una voz muy bajita intentando no perturbar la paz que emanaba el cantar de las aves en sincronía con el ruido del agua.

-Gracias... -Le quiso agradecer, pero se detuvo al no saber su nombre.

-Satsuki. -Con una sonrisa revela su nombre, Kiyo le corresponde con otra, posteriormente Satsuki se retira en silencio.

Tomó una bocanada de aire y después la soltó para relajarse, cruzó los arbustos para encontrarse con el jardín trasero, adornado con crisantemos bien cuidados; al medio de todos ellos se encontraba hincado un hombre de cabello negro intenso, que al instante volteó su mirada al escuchar los pasos de Kiyo. Aquella persona de piel blanca y ojos profundos y rasgados se puso de pie, interrumpiendo su tarea de estilizar su bello y pequeño árbol en una maceta de adornos dorados.

De gran altura y con ropajes rojos, se encontraba frente a Kiyo su nuevo maestro: Zero de veintiocho años de edad, proclamado el mejor guerrero samurái del imperio, tanto en agilidad, mentalidad y por supuesto, debido a su corta edad.

-Bienvenido. -Le recibió el pelinegro, haciendo que el rubio espabile y ambos den una reverencia en señal de respeto.

-Es un placer conocerle, maestro. -Menciona Kiyo con nerviosismo pero manteniendo la postura, intentando tener todo el respeto del mundo.

-El placer es mío. -Suspira levemente, seguido acomoda las herramientas que estaba utilizando para cortar las hojas de su árbol pequeño. -Ven, te mostraré tu habitación, posteriormente comeremos, tomarás un breve descanso y comenzaremos con las reglas generales de este lugar. -Le dicta apenas se conocen, poniendo presión en el rubio desde un inicio.

Ambos salen del jardín trasero, pasando una vez más por la fuente y dirigiéndose hacia los dormitorios, donde la estructura de las paredes parece ser tan fina como un papel.

No todas las habitaciones se encuentran ocupadas por personas, unas cuantas son almacén de armas, ropa, provisiones... Todo lo necesario para el día a día y cualquier emergencia.

-Dormirás aquí, es la tercera habitación más grande de todas. -Desliza una puerta, dejándole ver el gran espacio que hay entre esas cuatro paredes, lo suficiente como para respirar, meditar, practicar, todo lo que pudiese pedir alguien humano. -Satsuki te llamará cuando esté lista la comida. -Apenas se estaba acomodando el rubio y Zero ya se había retirado ante estas últimas palabras, frío, dejándole completamente solo.

El atardecer comenzaba a hacerse presente a medida que Kiyo acomodaba sus pertenencias. El cansancio poco a poco se apoderaba de él al escucharse el sonido de una flauta shakuhachi, siendo entonada con delicadeza y pureza solo como una fina chica seria capaz de hacerlo. No pudo caer dormido, y no se lo permitió, porque Satsuki tocó a su puerta anunciandole que era hora de comer.

Cuando ingresó al comedor se encontraba allí Zero, con una expresión imperturbable, de rodillas recargado en sus pies, con la mesa llena de comida de muy buen aspecto; a su izquierda había una joven maiko, con su cara completamente blanca, pequeños labios rojos y un cabello rubio deslumbrante adornado con una hermosa flor.

Kiyo se sentó frente a Zero, quien inmediatamente le puso la vista encima, sin siquiera cambiar su expresión, como si hubiese hecho algo mal y le fuera a regañar, sin embargo, no fue así.

-Ella es Akane. -Zero señaló a la joven a su lado. -Es mi prometida. -Su rostro es serio, Akane pone una sutil sonrisa ante esta presentación, junto con Kiyo hace una pequeña reverencia en señal de respeto. -Que aproveche. -Juntó sus manos y los tres comenzaron a comer.

~

Zero había terminado de darle a Kiyo un recorrido por todo el edificio y todas las habitaciones, explicando la función de cada una de ellas, junto con las pocas personas que habitaban allí. Pararon en la habitación de entrenamiento, con un suelo peculiar, varios objetivos de madera o bambú y en un clóset se resguardaban las armas.

-Por las mañanas entrenarás aquí conmigo, por la tarde cuidarás el jardín conmigo y por las noches Akane te enseñará literatura y música. -Dicta Zero colocando sus manos detrás con total autoridad, el rubio asiente con toda la confianza del mundo, pero muy dentro de él tiene miedo de no poder lograrlo. -En este lugar no se ríe, no se sonríe, no se me cuestiona y no se observa demasiado a Akane. No se hace ruido y no se me perturba cuando estoy pensando, es decir, siempre, así que si requieres algo puedes pedírselo a Satsuki, no me hables a mi si son cosas banales, ¿entendido? -Camina un poco, con la frente en alto delante de Kiyo para demostrar poder, el rubio asiente. -Y debes de dormir ocho horas diarias, empezando desde hoy, Saku. -Finaliza con ese nombre, el menor solo queda confundido.

-Mi nombre no es Saku... -Le contradice, con voz baja.

-Es tu nombre de guerrero, ¿acaso creíste que mi nombre es Zero? -Le ve con el ceño fruncido; Kiyo o mejor dicho, Saku, se limita a negar muy sutilmente con la cabeza. -Ve a dormir, mañana te espera un día largo. -Con su mano izquierda hace una seña para que se retire, y Saku sin dudarlo sale de aquella habitación.

El 18 prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora