No hace frío,
no hace calor.

Hay voces convertidas en párrafos codificados,
con un patrón audible mas no visible;
sonidos que excitan la curiosidad y la intriga,
ruidos espantosos tensando cada pedazo de existencia.

Gotea el agua.
Sopla el viento.
Las hojas chocan entre sí.

Golpes en la pared,
que hacen que retumben esas tristes y viejas construcciones.
Ecos extraños, repitiendo el mismo patrón.

Los árboles se mecen,
las ramas bailan,
las hojas vivas o muertas… se desprenden, vuelan y caen.

El cielo llora.

La piel se eriza,
los músculos entumecen,
el volumen de los sonidos aumenta en los oídos,
mejora mi enfoque visual,
mi mente… intacta.

Las latas golpean,
la madera del piso cruje.

La tierra humedece,
las piedras caen.

Se acaba la tinta de la pluma.

Se oyen gritos,
se oyen risas,
se oyen llantos,
se oyen blasfemias,
se oyen burlas,
se oyen lamentos...

Pierdo el aire y compenso ralentizando el respiro.

No sale la voz…
pesado cuerpo, ¿por qué no respondes?

Aquí, este estado catatónico,
donde escucho y veo todo.

Veneno.

De pronto.

Cesa.

Ligera existencia,
danzando a través de paredes.

AEDION ©Where stories live. Discover now