Nadie.

Jamás.

Nunca.

No tienen idea.

No les pasaría por la mente.

Todos los juegos que hemos jugado,
las noches en vela, los días de ocio, las tardes de agitación.

Las crisis existenciales, las discusiones pasivo-agresivas, las elegantes palabras que se vuelven hirientes después de juntarse para formar satíricos versos de desacuerdos y reproches con mensajes de doble sentido, los besos compasivos.

Los robos de suspiros, las ausencias de aire, las risas morbosas, las miradas reprobatorias que atraviesan cuerpo y alma, los abrazos comprensivos, los gritos mudos y los suspiros secretos.

Te conozco,
me conoces.

Tú eres yo,
yo soy tú.

Somos un mismo ser,
somos una misma persona.

Sé como entumecerte,
sabes como electrizarme.

Sabes cómo estresarme,
yo sé como tranquilizarte.

Pasamos días, meses, años mirándonos las pieles,
amándolas y odiándolas, observando y sintiendo las cicatrices y las estrías.

Desnudándonos las mentes, quemándonos la carne y enfriándonos las almas.

Queriendo cambiar tantas cosas y luchando contra la consciencia para evitar el odio y la auto-destrucción.

Implorando, rogando...
ser, verse diferente.

Ser a veces alguien más o sólo alterar la forma en la que existimos.

Con los pies y las manos envueltos en frialdad, calentándonos como los animales domesticados, como las bestias civilizadas que somos,
seguido de una energía que desborda por los poros, embriagándonos, sintiendo las piernas temblar, flaquear.

Con la cabeza llena de mierdas ajenas y una sensación en las entrañas que estorba, que ensucia casi imperceptiblemente, que envenena lento.

Luces, sombras, lunas asfixiantes y soles abrazadores, libélulas y cuervos.

Somos amantes ocultos, sátiros y cínicos…
Somos cómplices con lenguajes averbales, fugitivos y desertores…
Somos socios calculadores y precisos, ambiciosos y silenciosamente benevolentes.
Somos criminales del tiempo, viejos y mañosos, disparejos y perfectos.

Dicha, desgracia,
somos lo mismo.

AEDION ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora