A Rubén le gustan las chicas.
Es algo que ha tenido seguro desde que tiene uso de memoria. Le gustan las chicas, y a las chicas les gusta él.
A Rubén le gustan las chicas, y se lo repite mientras sus amigos lo arrastran a un bar gay en el centro.
–Vamos, Rubius, es solamente para conocer. Es el único bar al que no hemos venido –insistió Cheeto,tironeándole del brazo.
–Vale, vale. Pero si un tío me toca el culo me piro y os las arregláis solos. –se reía, pero lo decía en serio.
La música electro sonaba por todas partes, y el lugar, a pesar de ser enorme, le parecía claustrofóbico. Demasiada gente amontonada en el mismo lugar, demasiado humo de cigarrillo. Logró escabullirse hacia el baño, y al salir chocó con una espalda alta y vestida de negro.
–Eh, disculpa...No te vi.
–Yoh debería seh el que seh dihculpa. Ehtaba ehtorbando. – El muchacho se dio vuelta, revelándole a Rubén un par de ojos oscuros y una tez que parecía brillar bajo las peculiares luces del club.
A Rubén le gustan las chicas, pensó.
Pero, dios, el rostro de ese chico era algo de otro mundo.
– ¿Vieneh aquÍh muy seguidoh?–Preguntó el chico ante el silencio del otro.
–No, yo...Me trajeron unos amigos. Yo, no soy...
–Ah, valeh. Loh entiendoh. – El chico miró al suelo, obviamente decepcionado. A Rubén no le gustó. Creía que una persona así de bella debería sonreír constantemente.
– ¿Cómo te llamas?–preguntó, sorprendiéndose a sí mismo por su imprudencia. ¿Y si el muchacho estaba acompañado? ¿Y si le rompían los dientes por algo tan inocente como preguntarle su nombre? ¿Qué te pasa, Rubén?
–Meh dicen Mangel. – Rubén no tuvo tiempo de decirle lo extraño que sonaba ese apodo, ni nada en general, ya que un grupo de muchachos tomó al chico y lo arrastraron fuera, a casa de alguien cuyo nombre Rubén no oyó.
Esa noche, acostado en su cama, Rubén pensó.
A Rubén le gustan las chicas, Aye específicamente.
A Rubén no puede gustarle un chico, a Rubén no le gusta un chico.
...¿o sí?
