Claro de luna

389 35 17
                                    






Capítulo anterior:

Yo, creo que no es buena idea- alcanzo a pronunciar con el poco oxígeno que guardo, siento como aprieta un poco mi cintura haciéndome cerrar los ojos

-buenas noches Victoria- le doy un corto beso en la mejilla, con dificultad me alejo de su cuerpo y de esa situación tan adormecedora.

Tomo las cosas de la cama para salir de prisa a la sala, dejándola en el cuarto. Al cerrar la puerta un suspiro se me escapa de la boca, siento el cuerpo sensible como si trajera temperatura. Acomodo las cobijas y la almohada en el sillón mientras mi mente sigue vagando en mi habitación, la duda de que esté haciendo Victoria me carcome ¿Cómo puedo ser tan cobarde? Maldigo mentalmente mientras me acomodo en el sofá.

Intento conciliar el sueño pero mi cuerpo da mil vueltas en el minucioso espacio. No puedo dejar de pensar en sus ojos verdes, en su manera de hablarme cuando está muy cerca, en como no teme tocarme la cintura, el cuello o el rostro. Me está volviendo loca.
Me levanto molesta por no poder dormir y camino al rededor de la sala tratando de controlar mi respiración. Dudo más de dos veces si fue buena idea ir trás ella porque ésta noche pinta a que no podré cerrar los ojos.

Mi cuerpo se manda solo y camino hasta la puerta de mi habitación ¿Debo tocar o simplemente girar la manija? Entro en una batalla conmigo misma por entrar o alejarme dejándola tranquila, pero a mi cuerpo no le interesa lo que le ordene mi mente hoy. Mis manos giran la manija para después empujar despacio.

⚫️⚫️⚫️

Sufría un ligero temblor, pero la osadía me hacía estremecer de euforia, entré por completo y la idea que estuviera despierta me revolvía el estómago.
Lo primero que aprecio es su silueta, de espalda. Perfecta. Mi vista viaja desde el largo de su cabello posando en mi almohada, hasta su cintura que esta cubierta por la manta gris que tanto me gusta. Doy dos pasos más, es lo único que me atrevo. Evidentemente el coraje a cada segundo se disipa, el deseo de dar la vuelta y salir de estas cuatro paredes que por alguna extraña razón parecen rebotar su fragancia se vuelve estúpidamente necesario, pero sus piernas descubiertas me lo impiden. No puedo evitar sentirme como una fisgona, me recrimino de inmediato y desvío la mirada hacia la ventana. La lluvia ha finalizado incluso luce agradable afuera, las calles están empapadas pero el cielo despejado, la brisa tan peculiar que una buena tormenta deja se cuela por la rendija de la ventana.
Una vez más Victoria arrastra mis pensamientos más perdidos hacia ella. Mi acto de presencia esta noche pierde el sentido en cuestión de segundos, de la nada me siento apenada y absurda. Es un hecho, el valor me ha dejado a mi suerte y se ha marchado a dormir. Con un tirón cierro por completo la ventana.

La ráfaga de viento se acaba.

- ¿Te marchas tan pronto? - su voz corta mi desesperada huida.

- Solamente vine a cerrar la ventana - miento sin un gramo de descaro.

- ¿Te llegaba el frio hasta el sofá? - me acribilla con ese tono cargado de sarcasmo dejándome sin respuestas, deleitándome por su actitud tan directa - no me mires así Dayan - a pesar de la penumbra noto como se curvan las comisuras de sus labios.

Tendida en la cama en plena madrugada sin gota alguna de maquillaje, no pierde esa esencia elegante que la caracteriza. Su presencia bruta azota en mis cabales corrompiéndoles y dejándome con la boca sedienta.

-Sinceramente no sé porque vine aquí- en parte tenía razón, no tengo idea como tome el valor de entrar - ¿no has dormido? - pregunto confusa al escucharla tan despierta.

-No tengo sueño- contesta componiendo su postura sobre la cama.

Nuestro contacto visual dura al menos tres segundos, los cuales me quedo muda. Victoria hace el último esfuerzo, golpea la cama suavemente mientras me guiña el ojo invitándome a su lado. No lo pienso mas ¿a quién engaño? Es lo que estaba buscando, aunque intente negármelo.

Plácida condena Where stories live. Discover now