-Viva por fuera-

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Este capítulo contiene menciones de temas sensibles y desagradables no aptos para todo el mundo, proceded bajo vuestra propia responsabilidad.

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Me levanté como de costumbre nada más lo rayos del sol entraron por la ventana. Me puse mi uniforme y ordené mi escritorio.

Hoy sería el día definitivo.

Toda la verdad saldría a la luz.

Como medida de precaución, le dejé a mi madre sobre mi mesa un pequeño papel con un código que se nos entregaba a los alumnos que utilizábamos taquillas, estaba impreso con una fuente de texto fácilmente identificable. Fui al baño, me cepillé el pelo, me puse mis lazos y palpé mi cara mirando al espejo con determinación, intentando mentalizarme de lo que podría a llegar ocurrir hoy.

Sin embargo, por muchas posibilidades que fuera capaz de imaginar ninguna se asemejaba a lo que terminó siendo la realidad.

Me dirigí al piso de abajo y desayuné con mi madre, notó que estaba inusualmente callada pero no le dio más vueltas al tema. Ayer intenté explicárselo pero no me salían las palabras y solo lo malinterpretó, así que decidí que solo yo podría encargarme de esto. Cuando ella se fue a trabajar yo limpié los platos, ordené y regué el jardín. Las flores hoy estaban igual de bonitas y perfumadas que siempre, sin embargo su belleza no duraría para siempre, en los lugares menos viables se encontraban las flores deterioradas. Era tan fácil como que viniera algún depredador, humano o insecto que provocase que una de las bellas se dañara y terminara como las del rincón de las desagradables, las cuales tarde o temprano terminarían arrancadas o cortadas como una mala hierba al haber perdido su única utilidad. Las flores son lindas pero delicadas, si tratas de tocarlas o perturbar su paz y entorno natural sus pétalos se pudren con facilidad. Así mismo me percibía yo a mi. No como a una flor frágil y linda, sino como una que había sido descuidada y manoseada por otros hasta perder todo su brillo y aroma.

Hoy pretendía cambiar eso. Salí por la verja en dirección al instituto ensimismada en mis pensamientos. Me gustaba a escuchar a los pájaros por las mañanas y sentir al aire fresco en mi piel, era agradable y, como cuando era pequeña y mi madre me soplaba en las heridas para que escocieran menos, sentía que calmaba las heridas en mi corazón y en mi cabeza. Sin embargo, era llegar al instituto y volver a sentir que estaba totalmente sola.

Aquel sitio se había convertido en mi peor pesadilla, cada día era un infierno.

Me sentía asfixiada y como si no pudiera recurrir a nadie. No tenía amigas, bueno, ellas quizás si me consideraban a mi parte de las suyas, pero yo siempre sentía que no me conocían lo suficiente como para afirmar algo así. ¿Cómo podían ser tan simples?

No siempre fue así, en cursos anteriores a pesar de no haber sido nunca la popular o precisamente el tipo de persona más sociable, sí tenía una cantidad razonable de amigas y las sentía cercanas. Pero fue a partir de este curso que él provocó que me comenzara a aislar, y no solo indirectamente al destruir prácticamente mi personalidad sino que LITERALMENTE me decía que me alejara de ellas.

Pero sobretodo le frustraban los chicos de mi edad, decía que solo querían usarme, que me haría mal y se desharían de mi pureza, y que entonces yo dejaría de servir para algo. Me hacía de su propiedad como si fuera su novia pero él estaba casado y con hijos, decía que "tenía una imagen que mantener" y que por eso lo nuestro debía ser un secreto. Yo era demasiado inocente para entender lo que realmente pasaba, y sus gestos manipuladores, tóxicos y posesivos los interpretaba como algo lindo y que "lo hacía porque me quería", en el caso de que afirmara lo contrario se enfurecía.

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