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Fedra y Teseo salieron a pasear por Creta. Minos estaba en una reunión con Radamanthys, y otros hombres que no me importan en lo absoluto, mientras ponían al corriente a Igna sobre mí día a día.

El Palacio se sentía más grande y vacío esa tarde; casí como la vez en que murió el niño.

A pesar de tener cuatro años, recordaba casí a la perfección aquella tarde. La vista se me nubló por lágrimas, que limpié rápidamente en cuanto divisé a Pasífae caminando hacia mí.

«¿Qué querría ahora?»

Se colocó a mí lado y miró el mar.

Estuvimos un tiempo así, hasta que tuve que preguntar la razón por la que se encontraba allí.

La reina casí nunca salía de sus aposentos, y verla en ese lugar me confundía.

—¿Qué haces aquí? —cuestiné con voz seca.

Me miró con los ojos vidriosos.

¿Qué le pasaba? Desde ayer estaba demasiado sensible. ¿Será la edad?.

Podría ser.

—Ariadna quiero pedirte perdón por todo lo que te he echo.

Mis ojos se abrieron tanto que pensé que se saldrían. Pero continúe con la vista fija en el océano, sin inmutarme.

Había perdido la cuenta de todas aquellas veces que ella me había perdido perdón y yo sé lo concedía sin pensar.

¿Era eso? ¿Sus pecados no le dejaban descansar y quería una remisión?

Reí sin gracia.

Cada vez lo mismo ¿Cuando aprendería la lección?

—Se que piensas que quiero más a tú hermana que a tí, pero eso no es cierto... yo las amo de igual manera.

Una risa amarga se me escapó, interrumpiendo la palabrería de Pasífae.

Me giré para verla.

Cómo se atrevía a negarme su preferencia hacía Fedra, sí era evidente que ella la adoraba. Siempre le daba los mejores regalos, la defendía de Minos, sin importar que él le diera una bofetada por cuestionar su autoridad, la dejaba hacer y decir lo que quisiera sin cuestionar absolutamente nada.

Pero conmigo la cosa era diferente; yo era la fea, la que todo lo hacía mal, la que no merecía nada. Una decepción.

—¿Y qué hay de la vez en qué Fedra me clavó un puñal en el hombro? —palideció enseguida la reina—. Dijiste que me lo merecía por tirarla en un charco de barro, y cuando Minos se enteró le imploraste que te castigará a tí, en vez de a ella.

Se le escapó un sollozo cargado de dolor.

—¡Era una niña! No sabía lo que hacía, Ariadna.

—¡Ves cómo la defiendes! ¡Por los dioses! lávate los ojos y mira el mounstro que es Fedra.

Fedra siempre fue demasiado astuta y agresiva. Lo que me hizo cuando tenía diez años era una muestra de lo que podría hacer en el futuro sí no la corregían.

Sus sollozos se volvieron más fuertes y de vez en cuando hipaba.

—Fedra siempre ha sido la más débil de las dos. Por eso me empeñé tanto en protegerla.

Los ojos me empezaron a arder por la rabia. Quería gritar, lanzar cosas, tirarme al mar ¡Algo para no escucharla!

Caminé en dirección a mí pequeño aposento, dejando que algunas lágrimas se escurrieran por mis mejillas.

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⏰ Last updated: Apr 05 ⏰

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Laberinto de mentiras || Amores sempiternosWhere stories live. Discover now