Canto VII

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  ¡Ossana, sanctus Deus sabaoth,
superillustrans claritate tua
felices ignes horum malacoth!

Entonces, retornando a sí con la melodía,
vi cantar a esa sustancia,
sobre la que una doble luz se aduna:

y ella y las otras moviéronse a su danza,
y como velocísimas centellas
se velaron en la súbita distancia.

Yo dudaba y decía: ¡Dile, dile,
entre mi, dile, decía, a mi dama
que mi sed aplaque con el dulce estilo!;

mas aquella reverencia que se apodera
de mi entero por el sólo Bea o el sólo triz,
me prosternaba como si me durmiera.

Poco me soportó la tal Beatriz,
y comenzó, radiándome una sonrisa
tal, que en el fuego me haría feliz:

Según mi parecer infalible,
cómo una justa venganza justamente
se castiga, se te ha metido en la frente:

mas yo te resolveré pronto la mente:
y tú escucha, porque mis palabras
de una gran verdad te harán presente.

Por no sufrir a la virtud que quiere
ponerle un útil freno, el hombre que no nació,
condenándose, condenó a toda su prole;

y así la humana especia enferma yació
muchos siglos abatida en grande error,
hasta que al Verbo de Dios descender plugo

y a la natura, que de su hacedor
se había alejado, unió a sí en persona,
con el solo acto de su eterno amor.

Ahora álzate a lo que ahora se razona.
Esta natura a su hacedor unida,
cuando fue creada, fue sincera y buena;

mas por sí misma fue expulsada
del paraíso, pues se torció
de la vía de la verdad y de su vida.

La pena pues que la cruz impuso,
si por la asumida natura se juzga,
ninguna otra hubo que fuera más justa;

pero ninguna cometió más injuria,
respecto de la persona que sufría,
con la que estaba unida tal natura.

Así pues de un hecho diversas cosas surgieron:
que a Dios y a los Judíos plugo una muerte;
por él tembló la tierra y los cielos se abrieron.

Ya más no debe parecerte por demás fuerte
cuando se dice que una justa venganza
fue luego vengada por una justa corte.

Mas veo yo ahora tu mente encerrada
de pensar en pensar dentro en un nudo.
del cual con gran deseo librarse espera.

Te dices: Discierno bien lo que oigo;
mas porqué Dios quiso, se me oculta,
para nuestra redención sólo este modo.

Este decreto, hermano, está bien oculto
a los ojos de todo aquel a cuyo ingenio
la llama del amor no ha hecho adulto.

Pero en verdad, como a este signo
mucho se mira y poco se discierne,
diré porqué tal modo fue el más digno.

La divina bondad, que de sí desprecia
toda envidia, ardiendo en sí, destella
tanto que derrama las bellezas eternas.

Lo que ella sin intermedio crea
no termina nunca, porque no se mueve
su impronta cuando ella sella.

Lo que de ella sin intermedio llueve
libre es por completo, porque no subyace
a la virtud de las cosas nuevas.

Más le es conforme, entonces más le place;
porque el ardor santo, que a toda cosa irradia,
en lo más semejante es más vivaz.

De todas estas donaciones disfruta
la humana criatura, y, si una falla,
de su nobleza es necesario que caiga.

Sólo el pecado la libertad le quita
y la semejanza con el sumo bien,
porque de su luz poco se aclara;

y a su dignidad nunca más vuelve,
si no llena, el vacío de la culpa,
contra mal placer, con justas penas.

Vuestra naturaleza, cuando pecó toda
en su simiente, de esta dignidad,
como del paraíso, quedó remota;

ni recobrarse podría, si tu analizas
bien sutilmente, por alguna vía,
sin pasar por alguno de estos dos vados:

o que Dios solo por su cortesía
perdonado hubiese, o que el hombre
por sí mismo hubiera redimido su locura.

Clava ahora le ojo dentro del abismo
del eterno consejo, cuanto puedas
en mi parlar estrechamente fijo.

No podía el hombre en sus términos
satisfacer jamás, por no poder abatirse
con humildad obedeciendo luego,

cuanto desobedeciendo quiso exaltarse;
y esta es la razón por la que el hombre fue
de poder satisfacer por sí mismo privado.

Era preciso pues que Dios por sus vías
reparara al hombre a su vida entera,
digo por una, o en verdad por ambas vías.

Mas como la obra es tanto más agradable
al obrero, cuanto más representa
la bondad del corazón de donde ha salido,

la divina bondad que al mundo impronta,
con proceder por todas sus vías,
para llevaros arriba, se satisfizo.

Ni entre la última noche y el primer día
tan alto y magnífico proceso,
sea por una o por otra, no hubo ni habría;

que más generoso fue Dios al darse a sí mismo,
para capacitar al hombre a levantarse,
que si él lo hubiera sólo por sí dimitido;

y todos los otros modos eran mancos
a la justicia, si el Hijo de Dios
no se hubiera humillado encarnando.

Ahora pues, para cumplir bien todo tu deseo,
retrocedo a aclararte algún punto,
para que veas las cosas como yo las veo.

Tu dices: Veo el agua, veo el fuego,
el aire y la tierra y todas sus mixturas,
que se corrompen y duran poco;

y estas cosas también son criaturas;
porque, si lo que ha sido dicho es verdadero,
deberían estar libres de corrupción seguras.


Los ángeles, hermano, y el país sincero
donde te encuentras, se pueden decir creados,
como por cierto lo son, en su ser entero;

mas los elementos que has nombrado,
y las cosas que con ellos se hacen,
de creada virtud son conformados.

Creada fue la materia que tienen;
creada fue la virtud informante
de estas estrellas que entorno les van.

El alma de todo bruto y la de las plantas
de la complexión potencial la saca
el rayo y el movimiento de las luces santas;

mas vuestra vida sin intermedio espira
la suma benignidad, y la enamora
de sí tanto que luego siempre la desea.

Y de aquí puedes argumentar todavía
de vuestra resurrección, si repiensas
cómo la humana carne fue creada entonces

cuando los primeros padres ambos lo fueron.  

La Divina Comedia - Paraíso (Completa)Where stories live. Discover now