Canto IX

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  Después que tu Carlos, bella Clemencia,
me hubo esclarecido, me contó los engaños
que recibir debía su simiente;

me dijo: Calla y deja correr los años;
más no puedo decir sino que un llanto
justo vendrá detrás de vuestros daños.

Y ya la vida de aquel luminar santo
tornado se había al Sol que la colma,
como a aquel bien que a toda cosa es tanto.

¡Ay almas engañadas y hechuras impías,
que de semejante bien torcéis el alma,
llevando a vanidad vuestras mentes!

Y entonces otro de aquellos esplendores
vino a mi, y su deseo de placerme
demostraba en su brillar defuera.

Los ojos de Beatriz que estaban firmes
en mi, como antes, con amable asenso
a mi deseo certificado dieron.

¡Ven, pon a mi deseo pronta recompensa,
beato espíritu, dije, y dame prueba
de que pueda en ti reflejar lo que yo pienso!

Entonces la luz, que aún me era nueva,
de su profundo, donde antes cantaba,
siguió como a quien el bien hacer presta:

En aquella parte de la tierra prava
itálica, que está entre Rialto
y las fuentes de Brenta y de Piava,

se alza un cerro, que no surge muy alto,
de donde otrora descendió una llama
que causó gran desastre en la comarca.

De una raíz nacimos yo y ella:
Cunizza fui llamada, y aquí refuljo
porque me venció la luz de esta estrella.

Mas alegremente a mi misma indulgo
la razón de mi suerte, y no me pesa;
lo que duro quizá pareciera a vuestro vulgo.

De esta espléndida y clara joya
de nuestro cielo, que más me es propincua,
gran fama quedó; y antes que muera,

de esta centuria pasarán otras cinco:
¡Mira cómo debe hacerse el hombre excelente,
para que otra vida confiera la primera!

En ello no piensa la turba presente
que el Tagliamento y el Ádige encierran,
que ni azotada tampoco se arrepiente;

mas pronto será que Padua de la laguna
mudará el agua que a Vincenza baña,
por ser a su deber las gentes crudas;

y donde el Sile y el Cagnano se acompañan,
hay quien señorea y va con testa alta,
cuando ya por atraparlo montan la trampa.

Llorará Feltro aún la falta
de su impío pastor, que será aberración
tal, como ninguna igual jamás hubo en Malta.

Demasiado grade sería la artesa
que contuviera la sangre ferrarense,
y cansado quien la pesase de onza en onza,

que derramará este gentil preste
por mostrarse del partido; y tales ofrendas
son conformes al vivir de la comarca.

Arriba hay espejos, que vos llamáis Tronos,
de donde refulge en nosotros Dios juzgante;
así que tenemos por buenas nuestras palabras.

Aquí se calló; y diome semblante
de haberse vuelto a otra cosa, pues en la rueda
se puso en la que había estado antes.

La otra alegría, que me era ya conocida
como cara persona, se me ofreció a la vista
como fino rubí en el que el Sol destella.

El gozar allí arriba fulgor concede
como aquí la risa; mas abajo se oscurece
la sombra, a medida que la mente se contrista.

Dios todo lo ve, y tu mirar en él se interna,
dije yo, ¡oh beato espíritu!, de modo que ningún
deseo de si a ti puede quedar oculto.

Tu voz pues que divierte siempre al cielo
con el canto de aquellas llamas pías
que de seis alas se han hecho túnica,

¿porqué no satisface mis deseos?
Ciertamente no esperaría yo tu pregunta
si te viese en mi como tú en mi te metes.

El mayor valle en donde el agua se expande,
comenzaron entonces sus palabras,
de aquel mar que la tierra enguirnalda,

entre opuestas riberas, contra el Sol
tanto se extiende que es meridiano
allá donde antes era horizonte el Sol.

De aquel valle ribereño fui yo,
entre Ebro y Macra, que por breve espacio
separa del Toscano al Genovés.

Igual ocaso casi e igual orto
tiene Bugía y la tierra de donde yo era,
que con su sangre ya entibió el puerto.

Folco me llamó aquella gente de quienes
conocido fue mi nombre; y este cielo
de mi se impronta, como yo lo fui de él;

que más no ardió la hija de Belo,
fastidiando a Siqueo y a Creusa,
que yo, mientras lo consistió el pelo;

ni aquella Rodopea que desilusionada
fue por Demofonte, ni Alcides
que a Yole en el pecho tuvo reclusa.

Mas aquí nadie se arrepiente, antes se ríe,
no de la culpa, que a la mente no torna,
mas del valor que ordenó y proveyó.

Aquí se contempla al arte que adorna
con tanto afecto, y disciérnese el bien
por el que el mundo de arriba al de abajo entorna.

Mas para que te lleves todos tus deseos
plenos, nacidos en esta esfera,
extenderme un poco más me concierne.

Quieres saber quién está en esta lumbre,
que aquí junto a mi de esta forma reverbera
como rayo de Sol en agua pura.

Ahora sabe que allá adentro tan tranquila
está Raab, y a nuestro orden conjunta,
que por ella en superior grado se ilumina.

En este cielo, en el cual la sombra apunta
de vuestro mundo, antes que a otra alma
por el triunfo de Cristo fue asunta.

Bien corresponde dejarla por palma
en algún cielo de la alta victoria
que fue ganada con una y otra palma:

porque ella favoreció la primera gloria
de Josué en Tierra Santa,
que poco toca al Papa la memoria.

Tu ciudad, que de aquel es planta
que primero volvió la espalda a su hacedor
y cuya es la envidia tan llorada,

produce y expande la maldita flor
que ha desviado a ovejas y a borregos,
porque ha hecho un lobo del pastor.

Por ello el Evangelio y los doctores magnos
son desechados, y sólo las Decretales
se estudian, que así se ve por los márgenes.

Preocupa ésto a papas y cardenales:
no van sus pensamientos a Nazaret,
allí donde Gabriel abrió las alas.

Pero el Vaticano y las otras partes selectas
de Roma que han venido a ser cementerio
de la milicia que siguió a Pedro,

pronto se verán libres del adulterio.  

La Divina Comedia - Paraíso (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora