Capítulo XI

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"El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren."

- Francis J. Braceland 

Capitulo XI

—¿Qué?

—Ya me has oído— bromeó, sus ojos grises mostrando su diversión.

Estaba muy nerviosa debido a su cercanía. Tragué saliva, sintiendo la garganta seca. Podía sentir su fuerte brazo alrededor de mi cintura, haciendo imposible que me escapara.

—Suéltame— dije tratando de liberarme.

—No, me debes algo.— agregó casualmente.

Mi corazón latía rápido dentro de mi pecho.

—No voy a darte un beso, Pierce— repliqué y sentí su mano libre tomando mi barbilla. Se inclinó a mí poco a poco, hasta que nuestras respiraciones se mezclaron, —Pierce, no lo hagas.

—¿Por qué no?— Su nariz tocó la mía. Estaba tan cerca; no podía concentrarme.

—Porque...— Mi voz se apagó.

—¿Por qué que?

—Porque te odio— le contesté tratando de apartar la mirada pero su agarre en mi barbilla no me lo permitió. Estaba atrapada.

—Tú no me odias— declaró con arrogancia.

Sus ojos grises miraron a los míos, sentí como si me estuviera derritiendo.

—Yo— un golpe en la puerta me interrumpió.

Salté por la sorpresa y Pierce me dejó ir. Pude ver la frustración en su rostro. ¡Uf! Fui salvada por la campana.

—Miss Dupont, ¿Está ahí?— Preguntó la profesora Harris al otro lado de la puerta. Oh, Dios, si encontraba allí a Pierce iba a ser en un gran problema.

—Sí, ¡Ya voy!— Grité, mirando a Pierce, quien estaba sentado en la cama como si no pasara nada —Tienes que esconderte— susurré en voz baja.

—¿Dónde?— Preguntó con indiferencia. Rápidamente, busqué un escondite.

—Debajo de la cama— dije en voz baja, señalando la cama. Pierce levantó una ceja.

—No hay manera de que vaya a meterme debajo de tu cama. No me voy a ensuciarme, quien sabe la cantidad de sucio que hay ahi.

—¿Qué? Yo limpio mi habitación todos los días.

—No te creo— ¡Arg! Pierce podia ser tan molesto.

—¡Sólo entra ya!

—¿Miss Dupont?— La profesora Harris sonaba impaciente.

—¡Un minuto!— Grité en panico, —Pierce, por favor.

—Lo haré si me prometes que me darás el beso que me debes.

—¿Qué?— Fruncí el ceño.

El se encogió de hombros, —Es tu decision.

—¡Bien! Solo ocultate.— él me sonrió y, finalmente, se escondió debajo de la cama. Abrí la puerta, nerviosa.

—Hola, señora Harris— ella me dio una mirada interrogante y dio un vistazo dentro de mi habitación.

—¿Con quién estabas hablando?— Preguntó ella, sus ojos volviendo a mí.

—Nadie, yo solo estaba hablando... sola— Bien, ahora iba a pensar que de verdad estaba loca. La señora Harris frunció el ceño, pero no dijo nada, supongo que no quería saber acerca de mis espeluznantes hábitos.

Fleur: Mi desesperada decisión ✔️[Darks #0] ¡Ya en librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora