CAPÍTULO 3: A ORILLAS DEL LAGO ONTARIO

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Caminamos durante un buen rato sin decir ninguna palabra y lejos de sentirme incómoda, debo confesar que me agradaba tener compañía, de algún modo ahuyentaba los pensamientos catastróficos y abrumadores que merodeaban por mi cabeza. Era admirable que él aún estuviese caminando junto a mí, a pesar de mi falta de interés por conversar, a decir verdad, no quería, pero lo intentaría.

- ¿Cómo te llamas? – le pregunté rompiendo el silencio, tratando de ser algo empática con él, y entonces le vi sonreír.

- En realidad, no suelo llamarme a mí mismo, siempre estoy disponible para mí. – Expresó con tanta diversión que, a pesar de mis sentimientos, logró sacarme una sonrisa. – Tú puedes llamarme Wayne, porque he venido a darte la fuerza que necesitas para continuar tu trayecto. – Explicó.

- ¿Cómo harás eso? – le pregunté en un susurro, pues me sentía bastante débil.

- Ya lo verás, ¿Cuál es tu nombre? – preguntó con suavidad.

- Cassie, pero puedes decirme Cass. – Susurré mirando las palmas de mis manos.

- Ven, Cass, quiero enseñarte un lugar especial – exclamó con alegría, señalando a lo lejos, unos árboles frondosos. Suspiré y seguí sus pasos hacia una enorme zona verde natural.

- Ohh... - susurré dejando en evidencia la sorpresa que me rebosaba. – Es asombroso. – Reconocí al contemplar el inmenso lago que ocultaban los arbustos. La iluminación artificial era casi nula, lo que permitía que la luz de la luna fuese la protagonista de la noche, en medio tanta oscuridad.

- Mira la luna y las estrellas... - Me indicó y yo lo hice. - ¿Ves esa luz verde? – y yo asentí. - Es solo un pequeño destello de la aurora boreal, es mucho más visible en pleno invierno, pero incluso ese pequeño brillo, es extraordinario... Así como resplandece la luz en medio de la oscuridad, resplandece la belleza en medio del sufrimiento - susurró él y lo miré curiosa.

- Dudo mucho que exista belleza en el sufrimiento - susurré mientras me abrazaba a mí misma y observaba sus ojos cafés, contemplar el cielo estrellado.

- Es muy sutil y silenciosa. Para muchos, pasa de inadvertida, pero allí está, escondida... - dijo encogiendo sus hombros. – ¿Deseas sentarte? – me preguntó señalando una banca justo frente al lago y yo asentí.

- Jamás había conocido este lugar – confesé con admiración en lo que él se sentaba a mi lado.

- Ahora se convertirá en tu lugar favorito, estoy seguro – afirmó con una pequeña sonrisa. – ¿Cómo te sientes, Cass? – me preguntó mirándome fijamente y yo desvié mi mirada, sintiendo cómo se llenaban de lágrimas.

- Rota... – Dije entre sollozos con mucha dificultad.

- ¿Qué fue lo te hicieron? Cuéntamelo, puedes confiar en mí – preguntó despacio, como cuidando romper algo, y lo dudé, de veras dudé en contarle, pero mis palabras salieron de inmediato.

- Abusaron de mí, sin piedad alguna – confesé y rompí en llanto, abrazándome con fuerza.

GRACIA ©Where stories live. Discover now