EL INFIERNO. ½

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Capítulo Final

Todo aquello que es creado tiene un fin en sí mismo, y así se engendra la forma que hace que el universo se parezca a Dios. ꟷDante Alighieri.

Mis rodillas están contra el suelo húmedo de mi cuarto de baño, la sangre me escurre desde la coronilla, cae por mi rostro y, finalmente, mancha el agua convirtiéndola en rojo escarlata. Estoy tiritando de frio bajo el yugo de mi falacia, la luz del Edén la veo tan lejos que creo que he perdido mi camino de vuelta casa, me he extraviado de mi único propósito... Y solo me queda agonizar en silencio. Mi mente, quien era la única herramienta para mi salvación, se ha desviado hacia el limbo tratando de encontrar una solución, una manera de borrar el glacial sentimiento de culpa. Y ha descubierto que no hay perdón para mi pecado.

Llevo alrededor de dos horas pidiendo perdón al alto mando, llevo dos horas pidiendo un milagro y por su ayuda, pero Él se mantiene en silencio e imperturbable. Mis gritos se ven ahogados por sus canticos y plegarias, mi llanto se ve irrumpido por el cristal del espejo estrellándose contra mi cara mezclándose con la sangre que escurre en mi rostro. No existe corrección ni un botón de reinicio, no para mí que he manchado mis manos de crimen.

Jimin ha muerto, me repite una voz dentro de mi mente mientras permanezco recostado en la bañera con el agua helando mis extremidades, y a esta altura, siento como si mi piel ardiera y se cayera en trozos. Pero no salgo; dejo que el agua enloquezca. No sabemos con certeza si ha muerto, no sabemos.

Permanezco quieto, envuelto en el sonido del silencio con esperanzas de ser iluminado por mi juicio. Una guerra entre el egoísmo y el altruismo se lleva a cabo bajo el mando del General Kim Il Sung, me defiendo a capa y espada, incluso, logro hacer que mi labio sangre y una tos de asfixia me consuma el cuerpo. Entonces, debajo de esa locura distorsionada, tras probar el amargo liquido de mi piel, me encuentro conmigo mismo guiándome a través de la desesperación y delirio...

Mi mente me muestra, bajo el crudo y tenebroso mar negro, un camino a través de la rasposa yerba mala en cuanto estoy en tierra. Un faro me alumbra la orilla de la playa permitiéndome caminar con mis pies mojados, arrastrando la arena detrás de mí. El aire corre con fuerza y las olas desenfrenadas me dejan probar el sabor salado en mis labios, la brisa violenta me desequilibra haciéndome tropezar con rocas, troncos y demás. En cuanto me encuentro lo suficiente cerca del faro, una sombra se asoma desde lo más alto, me saluda con su mano y me anima a subir. Mi cuerpo húmedo y áspero por la arena, tiembla, pero no detengo mi andar.

Cuando estoy por entrar osadamente al faro, algo me obstruye el paso. Una puerta bloquea la entrada; una puerta y una cruz negra que lo decora en medio de esta. Trato de empujar la puerta, pero se mantiene estática, sin intención de abrir. La cruz que le decora se agita con desenfreno, quizá debido al aire, pero se mantiene agitada golpeando una y otra vez la puerta metálica del faro, y con cada sacudida el mar sube... y sube, y sube, y sube. Inconscientemente trato de buscar refugio, pero es demasiado tarde. Es entonces cuando me ahogo con él, mi boca lo saborea, mi garganta lo siente y mi estómago lo asimila, no era nada parecido al agua. Su sabor no era nada más que a hierro. Y mientras me permito dejar que la sangre tome mi garganta, aquella sombra que esta en lo alto el faro, me vuelve a saludar... o despedir.

Cuando despierto, una capa húmeda de sudor me cubre el cuerpo y me doy cuenta que he mojado totalmente mi silueta en las sabanas. Me incorporo para abrir la ventana y dejar entrar el frio; cuando lo hago puedo notar que es de noche, deberían ser cerca de las 10, o poco menos. Un punzón de ardor me da justo en la sien, llevo mi mano tras un gemido de dolor y mancho mis dedos de un poco de sangre. Quizá debería tomar una ducha.

Paper Bag | 못생긴 가방 ─vkookWhere stories live. Discover now