◈| Epílogo |◈

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«Después de un adiós, otro saludo te recibe.
Los saludos y despedidas son lo único que persistirá por siempre».


          Se alejó de su vida como si realmente se hubiese tratado de un simple indígena, primero encomendado a un conquistador y luego sirviente del mismo.

Qori no fue un simple indio. Al menos en la cabeza de Odón nunca fue así.

Hasta que sus días se desvanecieron se preguntó si lo que le había llamado la atención de él fueron sus ojos o la combinación con su propia piel. Sus escasas palabras o la melodía de su voz al pronunciarlas. No lo sabía. Sólo tenía en cuenta que era el único capaz de hacerle conocer lo que era el sentimiento de amor. Pudo comprender que no te hacía sentir solitario, al contrario, sabes que le importas; aunque no siempre es eterno, cuando alguien te ama, eres el centro de su mundo. Así como Qori lo era para Odón. Así como Odón lo era para Qori.

Él vivió triste luego de todo lo ocurrido. Por suerte no se vio involucrado en ningún problema en relación a la Corona, por el hecho de no revelarse ante su petición de casarse con un indígena hombre. Si lo hubiese hecho, iba a sufrir más porque lo separarían de él de la peor forma posible. Sufrirían, y él no deseaba eso.

Su orgullo se lo impidió en realidad. Su orgullo fue mucho más fuerte que el amor.

«¿Qué pensarán de mí al respecto?». Era la pregunta que más rondaba por su cabeza durante los ultimos días en los que tenía entre sus brazos al menor, acariciando sus cabellos con lentitud mientras fijaba su mirada a un punto vacío. Y siempre que eso sucedía, la calidez de los labios de Qori evaporaba esa idea con suma velocidad.

Los dos estaban asustados por lo inevitable.



El día en que un barco se dirigiría hacia América fue uno caluroso. Invadido por el sol y la pesadez del ambiente. No era un día lluvioso y tampoco parecía haber gente con la cara larga. La libertad de los indígenas comenzaría esa misma tarde. Una de la cual Qori ya no estaba interesado.

No puedo besarte —había susurrado de repente Odón en el oído de Qori, evitando cualquier contacto sospechoso para los demás.

Lo había susurrado con tanto anhelo que un escalofrío recorrió la espina dorsal del muchacho de ojos miel. La idea de no poder volver a sentir los labios de él lo entristeció de inmediato. Bajó la mirada, pensativo.

«Tal vez sea mejor quedarme con él. En verdad no quiero dejarlo ir».

La desesperación no tardó en llegar a la cabeza de Qori. No quería. No lo deseaba así.

Entonces tuvo que ocultar las ya innevitables lágrimas que se escurrian por sus ojos. Otro tipo de brillo había sido capaz de crear, uno que Odón no tuvo tiempo de descubrir.

El tiempo de ellos se estaba desvaneciendo.

Cerró sus párpados con fuerza y se abalanzó sin vacilar a los brazos de Odón. Muchas miradas curiosas fueron ignoradas.

El tiempo de ellos se estaba despidiendo.

Te amo, Odón. Por favor, recuérdalo. —Entre sollozos por parte del menor, el corto afecto había finalizado. Qori tomó la mano de Odón y la besó con delicadeza, luego cerró con su mano el puño del español.

—Yo también te amo... —Había querido decir. Pero ya no podía.

El tiempo entre ellos ya no existía.

¿Tanto costaba enfrentarse al orgullo? ¿Y la empatía? ¿dónde quedaba?

Qori prefirió dejar de ser un conflicto en el corazón y vida de Odón. Trató de ponerse en su lugar, con una familia y un alto rango social. No era adecuado desde cualquier punto de vista.

Sólo deseaba, con un poco de dolor y también celos, que Odón pudiese volver a experimentar el amor. Un amor con el que no se sintiera solitario.

Aunque, él más que nadie, comprendía que la única persona apta para sacar de la oscuridad a Odón, era él, Qori.

Y eso era lo que más le dolía.

Porque temía que Odón regresara a esa oscuridad de nuevo.

Pero las palabras nunca salieron. Cuando la empatía y el orgullo se juntaban, de una manera tan lejana, no había más que dolor.

Un dolor acompañado de amor,  formaban recuerdos representados en una piedra brillante color miel, otorgada por Qori a su primer y único amor: Odón, el ambicioso.

El dolor de la empatía y del orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora