Parte2: UN ALMA PERDIDA EN BUSCA DEL HOGAR

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En la actualidad...

Las cuevas Labyrinthos, cerca de la ciudad de Gortina, en Creta, con más de tres kilómetros de extensión, túneles interminables, galerías enredadas y salas esculpidas, era el último lugar en el que Ariadna Minos deseaba estar esa tarde. El lugar estaba atestado de turistas, grupos de japoneses con sus cámaras, británicos escuchando la explicación de su guía y alguna que otra pareja que preferían ir por su cuenta. No era un buen día para saltarse los cordones de una excavación y penetrar en los enrevesados corredores y extraños lugares llenos de escombros de antiguos derrumbes, no después de la amigable conversación que había tenido esa mañana con el responsable de la misma.

—Amable, mi culo.

No, desde luego había sido de todo menos amable. La culpa la tenía su explosivo temperamento o quizá la psicosis en la que llevaba viviendo la última semana, las horas de sueño que se había privado y, sobre todo, la desbordante necesidad de llegar a él y comprobar que lo que ese hombre le había dicho era verdad y no producto de una intoxicación alimentaria.

Sí, no debería estar ahí, no querría estarlo, pero no había una sola molécula en su cuerpo que no le gritase que siguiese adelante, que se diese prisa.

El paso del tiempo había convertido una amplia llanura en una ciudad ruinosa fantasma, en los vestigios de una antigua civilización de la que sólo podían hacer cábalas. Las inscripciones que decoran las salas que todavía permanecían en pie no tenían mucho sentido para aquellos arqueólogos, pero sí para ella.

Y no es que la Dra. Minos, especialista en la civilización minoica y cretense, tuviese todas las respuestas para los más grandes enigmas del universo, simplemente había estado allí... En otra vida.

Farsante, trastornada, con la cabeza llena de pájaros... A lo largo de su carrera había escuchado de todo en referencia a sus estudios y su persona, el que tuviese además veintinueve años y llevase dándoles la lata con sus teorías desde los veintidós tampoco ayudaba a granjearse la amistad de sus colegas.

Ari era una persona non grata en muchas excavaciones y, después del encontronazo que había tenido esa misma mañana con el jefe de la expedición que se hacía cargo de esta, estaba segura de que terminaría en comisaría si la veían merodeando por allí.

—¿Pretende que crea que un turista se ha internado en una zona de la excavación que ni siquiera sabemos que existe y se ha quedado ahí atrapado desde hace días? —El jefe de la excavación, un antiguo compañero de facultad al que había dado calabazas, no tenía la más mínima inclinación de aceptar aquella estúpida excusa para justificar el que ella quisiera coger un pico y adentrarse en zonas con peligrosidad de derrumbe.

Vale, sí. Ni siquiera un gilipollas como Bemus Katsaros se creería algo así, pero tampoco podía decirle la verdad, no si no quería terminar en un hospital psiquiátrico antes que en comisaría. De lo primero quizá pudiese liberarse, de lo segundo, no.

Su historial médico era casi tan extenso como la lista de familias de acogida en las que había ido saltando desde que tenía seis años y su madre la dejó esperando a que volviese de la compra en la puerta de una iglesia. Enfermiza, extraña, con continuos ataques de epilepsia, era una candidata perfecta para no ser adoptada, para que aquellos que querían acogerla en su hogar cambiasen de idea a las pocas semanas. Y la cosa se complicó al llegar a la adolescencia, cuando empezó a tener visiones de alguien con sus mismos ojos, su misma voz y aspecto de princesa griega y estas no eran precisamente de arcoíris y conejitos.

Dadas sus rarezas, la crítica de aquellos que vivían a su alrededor, desarrolló un carácter introvertido, se retrajo en sí misma y dedicó todos sus esfuerzos a lo que mejor se le daba; los idiomas. Terminó el instituto sin problemas, pasó a la universidad con una beca y se especializó en civilizaciones antiguas. Los profesores de sus asignaturas preferidas estaban encantados con ella y con su facilidad de aprendizaje, si conservaba algún así llamado «amigo» sin duda podía hacer referencia a Teodopoulos, el profesor ya retirado y cuya recomendación había inclinado al comité para que le diese la vacante en la que trabajaba como docente en la universidad.

Minos -La voz del laberinto-Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin