Introducción

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Cuenta la leyenda que hace miles de años atrás, poco tiempo después de haber sido creada la hermosa Tierra, el salvaje océano y el libertino cielo, se enamoraron y se juraron amor eterno.
Al ver que el Cielo lo cubría todo, el Océano creció y se extendió tanto como pudo para poder así reflejar casi en su totalidad a su amor. El Cielo, por su parte, tan amplio y acostumbrado a la libertad, aprovechó tierra firme para seguir aventurándose. Amaba a Océano, pero su naturaleza le impedía permanecer en un solo lugar.
Hubo noches en que se cubría con nubes grises para quedarse a solas con la Luna sin que el Océano lo supiera, hubo otros días en que acariciaba a la tierra con suaves brisas confiando en que su amor no podría seguirlo hasta allí, pero el Océano, que no era nada tonto, notaba al reflejar la Luna que ésta brillaba de forma distinta ciertas noches y el cielo le regalaba estrellas para adornarla.
Cansado de sospechar, el Océano mezcló su sal con la brisa y supo que también a la tierra le regalaba sus caricias.
Enfermo de celos y furioso por la traición de su amante, el Océano creó olas tan grandes que comenzó a inundar la tierra y arrastrar hacia el fondo todo lo que podía. Hundió todo lo que tocara su superficie, y de su enorme tristeza comenzó a hacerse tan profundo que el Cielo ya no podía llegar hacia él.
El Cielo, al darse cuenta de que perdía todo lo que amaba, soltó vendavales contra el Océano intentando hacerle entender cuanto le importaba. Aunque el amor que existía entre ellos aún era muy fuerte, no podían ir en contra de su verdadera naturaleza...
El cielo jamás dejaría de lado su libertad y sus aventuras, el temperamental océano no podría aceptar aquello que le causaba tanto dolor ni abandonar el resentimiento que ahora escondía en sus profundidades. Ambos se volvieron salvajes y destructivos.
La tempestad surgió así, con un amor intenso y lleno de furia. Destruía toda la vida existente, derribaba todo lo que tocara, pero aún así no querían separarse.
Cansados del dolor y de ver morir toda la vida que habitaba en ellos, decidieron separarse para siempre. El Cielo se quedaría tan alto como le fuera posible y continuaría libremente recorriendo la tierra entera.
El Océano creó un refugio profundo para esconder su dolor. Se volvió impredecible e indomable para que nadie volviera otra vez a intentar engañarlo.
El Cielo y el Océano no podían estar juntos, al menos no sin crear una tempestad.
Por su esencia, no estaban destinados a estar juntos.

Outer DestinyWhere stories live. Discover now