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- "Odio los lunes"

Fue mi pensamiento inmediato.
No porque es día de clase, sino qué, por alguna razón, después de mucho tiempo, desperté con una sonrisa en el rostro, confiada, y al llegar a mi lugar habitual en clase de 'Formación', veo la bendita paleta en mi banca, junto a un libro que te presté hace casi un año - no tenías que devolverlo -, entonces, me di cuenta que mi felicidad se debía, a que daba por hecho que me hablarías, que sería el día en que me ibas a decir que hice mal, tu versión, y corregir mis errores, pero como bien sabes, no fue así.

Comencé a hiperventilar, mis respiraciones cada vez más pesadas, dejé mi mochila en el suelo - me quería tirar de un puente -, y opté por tomar la paleta y destruirla, quería oír al estúpido dulce quebrar en mil pedazos, pero no podía hacer una escena fuera del salón, me reportarían, ¿el suelo? No quería limpiar después - no tenía animos de hacerlo -, abrí el bote de basura bruscamente y tiré con fuerza desmedida la piruleta, haciendo eco en toda el aula.

Quería llorar, me importaba una mierda haber llamado la atención.

Seguía alterada, y en un intento de tranquilizar mis putas ganas de partirle la cara a alguien - a mí -, busqué a mi amiga a grandes zancadas, pero la profesora me detuvo, llamando mi atención - de verdad no estaba consciente de su presencia -, pidiendo explicaciones por mi comportamiento. Debido a que su materia le proporciona conocimientos sobre como tratar con adolescentes ridículos y descontrolados - como yo -, decidió que necesitaba respirar y me autorizó salir del salón consciente de que el timbre acaba de sonar.

Me dirigí a mi amiga como hacía en un principio y le he avisado sobre mi salida, ya la gran mayoría estaba dentro, algunos dirigiendo su mirada hacía mi, tal vez tu ya estabas dentro, pero no me importó, tomé mis audífonos y salí con "tranquilidad".

Una vez fuera, dejé de presionar mis dientes y lastimar mis palmas con mis uñas. Reproduciendo mi reciente lista de música que escuché aquella vez, comencé a dar una vuelta alrededor de la escuela. Sorprendentemente, las autoridades escolares no llamaban mi atención - seguro notaron mi cara de mierda -, corté el circuito y metí mi ausente persona en el baño, no había nadie - obviamente, eran las putas siete de la mañana -, me dirigí al último cubículo e inevitablemente rompí en un grotesco pero silencioso llanto - patético -, mientras la triste canción lastima mis oídos por el desmedido volumen y mis manos intentan controlar mi ansiedad nuevamente. Pero no podía hacerlo, la maestra fue tan amable conmigo, tenía que volver a clase.

Limpio mis lágrimas bruscamente y salgo del baño. Justo cuando me encuentro frente a la puerta de mi salón correspondiente, la canción termina dando un toque dramático a la situación.

Al momento de ingresar hago un gesto con la cabeza hacia la maestra como pidiendo permiso, por costumbre, dirijo mi mirada a tu lugar, no me veías como todos los demás, tu mirada estaba fija en el libro como su fuera muy interesante.

Sigo pareciendo una mierda, y mi cara inexpresiva no le da puntos buenos. La profesora me devuelve el gesto e ingreso al salón.

Me paso de largo de tu lugar ya que se encuentra en los primeros lugares de la fila enseguida a la mía, tomo mi lugar, saco mi libro y pretendo estar presente.

El día se pasó como lo que comenzó: una mierda - he frecuentado mucho esa palabra -, no tenía ganas de nada, trabajaba cuando me apetecía, mi cara no cambió en todo el día, y mis lágrimas no dejaron de rogar por libertad cada vez que te veía.

Los días siguientes no fueron mejor, si se supone que no querías hablarme, ¿por qué te ves tan triste? - ¿quién soy para creer que era por mi? - ¿Por qué siento tu mirada penetrante en mi espalda entonces? Nada de esto tiene sentido.

Lo siento. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora