08; final

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Las manos de Temo sudaban de los nervios, se mordía la comisura de su labio inferior, ansioso. ¿Y si no era lo que esperaba?
Las dudas comenzaban a carcomerle por dentro y la ausencia de Aristóteles no era de mucha ayuda. De algún modo se había vuelto muy unido a aquel chico, al punto de tomarle algo de cariño.

A unos metros más allá, el rizado le observaba dudoso con una pizca de miedo en sus ojos. Daba un paso adelante, se retractaba y volvía al mismo lugar. Sus labios estaban un poco heridos debido a que los había mordido un poco fuerte de los nervios. Entre sus manos tenía un ramo de rosas de siete colores; blanco, rojo, naranja, amarillo, azul, rosa y morado. Justos los colores que ambos reconocían.
Lo pensó un momento, tal vez sería mejor dejar el ramo de rosas cerca y disculparse con él luego.
Justo en el momento en el que el mayor se había inclinado para dejar las flores en un lugar visible para su pequeño Temo, escuchó su voz.

─ ¿Ari? ─ En la cara del castañito no existía otra emoción más que la sorpresa.

─ Y-yo… ─ No era capaz siquiera de mirarle. ¿Qué debía hacer? No podría retractarse ahora. Si no hablaba ahora, quizá nunca lo haría. El menor miró el hermoso ramo de rosas que llevaba su acompañante, intentó conectar su mirada con la del rizado. No sabía la razón pero quería que él lo viera, para así descifrar si él era o no el dueño de sus pensamientos los últimos días.

¿Tú eres mi admirador? ─ El contrario le miró con miedo, ya no tenía escapatoria.

─ Lo siento. Apretó sus ojos con fuerza, sintiendo sus ojos arder. No quería salir lastimado, no de nuevo.

─ No tienes porqué disculparte. ─ Dijo y le sonrió con dulzura. ─ A menos de que quieras disculparte por hacerme sentir mejor gracias a todas tus cartas, Ari. Gracias a ti, soy capaz de hacer las cosas bien… de ser feliz.

─ ¿En serio? Preguntó a la vez que su mirada adquiría un cierto brillo. El otro asintió sin borrar su sonrisa. ─ Pues bien, créeme que no es fácil para mí decirte esto, así que… sólo escucha lo que tengo que decir, por favor. Suspiró ─ El ramo forma un arcoíris. Cada color, como ya te he escrito, significan diferentes emociones o pensamientos. Y tú, Cuauhtémoc López, has causado todo ese revoltijo de sentimientos sin que yo haya tenido oportunidad de detenerlos. Su voz se quebró. ─ Contigo quiero luchar contra todo, cambiar al mundo, pintarlo de colores a tu lado. Me gustas mucho, Temo.

El menor soltó una pequeña risa.

─ Eres realmente tierno cuando quieres. ─ Y lo que no se esperaba sucedió, Temo lo rodeó con sus brazos, apretando un poco el agarre cuando Ari se tensó.

─ Me gustas Cuauhtémoc López. ─ Un escalofrío recorrió su cuerpo. ─ Me gustas mucho.

¿Esto no era un sueño, cierto? Aristóteles se separó un poco, lo suficiente para que conectaran sus miradas y hacer notar que sus palabras iban completamente enserio. El menor desvío la mirada, tenerlo así de cerca era nuevo para él

Esta vez, Ari acunó el rostro del contrario obligándolo a verlo, quería verlo, quería saber qué por lo menos tendría una oportunidad con él. Deseaba aunque sea una pequeña señal. Una sola.
Y la obtuvo. La obtuvo de la manera más hermosa que podría haberse imaginado. Temo había acortado la distancia para regalarle un beso, Temo lo estaba besando.

Las estaturas eran más marcadas ya que Aristóteles era mucho más alto que Temo, lo que llevaba a que el castaño tuviera que estar de puntitas.
El mayor soltó la cara de Temo y pasó sus brazos por la cintura del contrario haciendo que se alzará un poco.
Sus labios se movían con lentitud sobre los del otro, disfrutando el momento entre ambos. Su momento.

─ ¿Eso quiere decir que somos aristemo? Dijo Ari separándose un poco de él para mirarlo a los ojos.

─ ¿Aristemo? ¿Qué es eso?

─ Es el nombre de nuestra pareja, lo cree con ayuda de Diego.

─ Si Aristocles, somos aristemo. ─ Dijo con una sonrisa para volver a capturar los labios del mayor.

Y así fue como dió comienzo una preciosa relación que perdurará más de lo que ambos hubieran imaginado.

Todo por Temo y su amor a las rosas, pero ahora tendrían un nuevo significado, uno completamente distinto, ya que ahora todo ello le recordaría a su increíble novio y su amor por él.

Por otro lado, Ari ahora miraría el arcoíris en otra dirección, hacía Cuauhtémoc, porque él era capaz de hacerlo sentir emociones increíbles con cualquier acción que éste hiciera.

Y aunque los arcoíris no eran eternos, vivirían en su memoria para siempre.

ᴀʀᴄᴏɪʀɪꜱ ✉ ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏWhere stories live. Discover now