Parte 6 - Cuento Un hombre ciego, sordo y mentiroso

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En un país de hermosas playas bañadas por aguas azul turquesa, de montañas con picos nevados y caudalosos ríos, vivía un hombre que aunque no era ciego, no veía lo que debía, aunque no era sordo, no escuchaba lo que debía, cuando hablaba narraba h...

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En un país de hermosas playas bañadas por aguas azul turquesa, de montañas con picos nevados y caudalosos ríos, vivía un hombre que aunque no era ciego, no veía lo que debía, aunque no era sordo, no escuchaba lo que debía, cuando hablaba narraba hechos que no eran los que en su país sucedían. Este hombre era el gobernante de esa nación. 

Era un hombre altivo y soberbio, prepotente y petulante que solo quería ser escuchado él, y nada más que él. Todos tenían que escuchar y aceptar cuanto desacierto él expresase por su boca. Gustaba mucho de ser aplaudido y adulado. Claro está, no faltaba quién jugara su juego, unos por ignorancia y otros por interés. 

Hasta las altas autoridades de la iglesia eran objeto de burla y menosprecio, nadie escapaba a la verborrea ofensiva de aquel hombre. Si alguno de los demás habitantes de ese país levantaba su voz en protesta por ver cuánto desorden y anarquía allí existía, era sometido a la vergüenza y el ridículo público, junto con su familia. 

Un buen día el destino, de quien nadie escapa y todos rendir cuentas deben, le pasó una factura. Ese quien de muerte tan fácilmente hablaba, se vio repentinamente, por ella asediado. Ese hombre ciego, sordo y mentiroso, decidió su actitud mejorar un poco, ya no era muerte su palabra predilecta, sino la felicidad. Sin embargo, como todo mentiroso, la sinceridad le duró poco, comenzando ya muy pronto a lanzar sus improperios, que poco perduró en él su aparente arrepentimiento. 

El hombre quien se crea todopoderoso, cultiva su propio infierno, pues quien sea auto proclamado como omnipresente, salvador y predicador, solo miedos y violencia irá sembrando en su paso por la vida. Cuando la cuenta final llegue un buen día a su puerta, se dará triste cuenta que ha vivido en la miseria, aunque nunca haya carecido, de riquezas y otros peculios, pues el destino inexorable siempre exige su recompensa. 

Esta es la breve historia de aquel hombre, quien con fácil palabreo, era capaz hasta de a Dios ofender, sin pensar que en este mundo nada dura para siempre y que más temprano que tarde, nuestras cuentas bajo el brazo, ante el Creador Supremo tendremos que presentar. Bien dice el refrán, mientras más claras las cuentas, más sincera es la amistad. Cual quiera cosa que a la realidad semeje, es pura casualidad.

FIN

Mis Cuentos para CrecerWhere stories live. Discover now