Capítulo 17

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El ritual de graduación para los alumnos más destacados de Maatkarat era una cosa digna de retratarse, especialmente si formabas parte del grandioso programa EFOSEE. Sin embargo, debido a que el consejo prohibía el uso de cámaras debido al riesgo para la confidencialidad de la milicia de Egyptes, todo el proceso quedaba solamente impreso en la mente de los pocos y afortunados asistentes. Y es que tan única era la ocasión, que los padres de los participantes eran invitados. Ellos estaban ubicados en un palco especial, justo en frente del perteneciente al faraón, siendo este un gran honor.

Al entrar a la arena del estadio, todos los participantes miraron en dirección a este, saludando de forma tan efusiva que divertió al público. Entre todos ellos estaba Zalika, cabizbaja, que deseaba acabar con aquello tan rápido como fuera posible pues de esa manera, podría ir a donde los trillizos o simplemente ocultarse en la cabaña a llorar un poco. Lo que fuera para quitarle esa decepción del pecho. Y es que aunque les había escrito a su padre y a su tía Janika con varias semanas de anticipación, no había obtenido respuesta alguna. Ella habría deseado mostrar con orgullo de lo que estaba hecha, sin embargo, tal parecía que su familia no le tenía mucha fe y ello se notaba con su ausencia.

Tras alejar los pensamientos de su mente, se detuvo y empezó a analizar a sus compañeros. La mayoría estaba distraída saludando a sus familiares mientras unos pocos hacían poses exageradas de calentamiento. Solo había un par que, como ella, se estaban dedicando a analizar al resto. Decidió fingir que estiraba un poco para desviar la atención. Se sintió satisfecha con su elección de ropa. Si bien lo más adecuado era que vistiera los colores de su sargento, existía la opción de usar un traje genérico que era completamente negro. Al ponérselo, había pensado en que sus contrincantes no sabrían que se trataba de ella y contaría con el factor sorpresa de su parte. Aunque, al mirar a su alrededor, se dio cuenta que su estatura no le jugaba mucho a su favor. Ella era sin duda la chica más alta de todo el complejo. Gruñó para sus adentros.

Zalika estaba segura de una cosa: por ser la última campeona de la batalla de los cabos, varios de ellos unirían fuerzas para poder derrotarla. Y estaba segura de ello debido a que se había formado una reputación durante los últimos meses, con lo cual la mayoría de los miembros del complejo no la tenían en muy buena estima. Pero ella no se iba a dejar vencer tan pronto. Desde luego que iba a luchar. Si algo había aprendido en ese complejo, es que uno debía valerse por sí mismo y esperar la traición de cualquier flanco.

Con un suspiro, tomó posición casi en la orilla de la arena, asegurándose de mantenerse rodeada de varios compañeros. Repasó en su mente lo que sabía del evento: de acuerdo a lo que había leído en los libros del teniente Mskoi, esto se volvía una batalla campal. La única regla que existía era que la mano izquierda, aquella que tenía un brazalete que les habían puesto al entrar, no debía de tocar el suelo de la arena o de lo contrario quedarían descalificados. Es decir, cualquiera que golpeara con otra parte de su cuerpo el suelo estaba a salvo. Eso sería sencillo.

Esta vez no hubo ninguna imagen holográfica del faraón deseándoles suerte. Solo sonó un pitido extraño hasta que, tras una colosal explosión, todo el mundo comenzó a correr, atacándose los unos a los otros y lanzando alaridos furiosos. Zalika sintió un escalofrío recorrerle la columna, con lo cual se agachó y girando con una pierna estirada derribó a tres de los contendientes. Se escuchó al público enloquecer, pues eran los primeros eliminados.

«Tres menos, faltan 26» pensó.

Se levantó rápido, planeando su próximo ataque. No tuvo mucho tiempo de pensar cuando alguien se colgó de su espalda. Las piernas del individuo rodearon su cintura y los brazos los colocaron de forma estratégica de modo que rodearan su cabeza y le impidieran girar. Zalika gruñó irritada y empezó a golpear con los codos el costado de su atacante. Lo escuchó quejarse y luego una ligera risita la sorprendió. Asumiendo que se trataba de una trampa, estiró sus brazos para tomar la cabeza de su atacante, cuando lo consiguió, lo rodeó con fuerza. Otro estudiante se acercó veloz y arremetió en su contra con una patada, sin embargo, ella giró a tiempo logrando desviar el golpe a la espalda del primer chico el cual, tan confundido como estaba, cayó al suelo tras ser lanzado por Zalika. En tanto tocó la arena, se escuchó otro pitido corto.

La hija del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora