4 de abril de 1898

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<<Nos reunimos alrededor de la mesa -habla, habla, habla, libros, gatos, habla- mientras las últimas hojas del otoño acariciaban la ventana de la izquierda, como si quisiesen decirme algo, como si quisiesen ser partícipes, como si fuesen eternas. Llaman a la puerta. "¿Quién podría ser a estas horas? Pensaba que estábamos todos." -comenta Lord Williams. "¿Quién podrá ser?"
Atraviesa la puerta, todas las miradas, tanto las tristes como las felices, se dirigen hacia la señorita Bell. "¿Nadie me invita en cuanto hay una reunión sobre conocimientos?" Entra. Se sienta.

Fue posiblemente la primera y última vez que fui libre de mirarla a los ojos. Unos ojos verdes, con ápices de azulado y un trasfondo claramente marrón, con tonalidades negras punzantes y ese aire de éxtasis, de orgasmo, que tan particular hacía a la señorita Bell. Nunca más, creo recordar, cruzamos las miradas de aquella manera. Me la llevo conmigo. Su mirada. Su pelo. A ella.

Salimos y cerramos todas las puertas y ventanas. Los libros se quedaron encima de la mesa, desordenados. Los gatos salieron. Amanecía. Todos se marcharon. Las hojas de aquel otoño liberaron a toda una generación. La filosofía volvía a nacer.>> 4 de abril de 1898

sus ojos y el tren de las 07:36Donde viven las historias. Descúbrelo ahora