SuperCamilo (V.E.)

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Bueno, teniendo en cuenta que el reto suponía ceñirse a 500 palabras, con algunos es más complicado que con otros, y en este, la historia de SuperCamilo y Pepillo me quedó bastante más larga, así que dejo aquí la versión extendida. 


Pues aquí estoy. Ya no puedo más. Sé que la vida me odia. Bueno, yo la estoy odiando más a ella. Podría cuidarme un poquito, pero no. Ha hecho que mi jefe se enfadara al máximo por un simple error de cálculo que he cometido hoy. Vale que el error le ha supuesto perder medio millón en acciones, pero un fallito lo tiene cualquiera.

No es el mejor momento para despedirme, teniendo en cuenta que todos mis ahorros se los presté a mi cuñado para que montara su negocio, y ahora se ha declarado en bancarrota. Mi mujer encima se enfada conmigo, cuando es su hermano el inútil de los negocios.

Todo me sale mal y seguro que todo el mundo está mejor sin mí. Yo mismo estaré mejor sin mí. Y por eso aquí estoy, disfrutando de las últimas vistas del pueblo desde el edificio más alto que tenemos en MalkamCity. Apenas son cuatro plantas, así que tampoco es que se toque el cielo, por lo que aquí, de pie en la cornisa de la azotea, valoro mis opciones. Porque tengo la sensación de que lo único que voy a hacer es partirme las piernas. Mi vida va a seguir siendo un fracaso y encima no voy a poder andar. Casi que prefiero esperar a esta noche para atragantarme con las uvas.

Bah, de verdad que no es mi estilo, así que me siento en la cornisa, a ver la gente pasar. Mientras sopeso mis opciones y cuál será mi siguiente plan, no puedo dejar de fijarme en Pepillo, el hijo del panadero, quien está al lado de la caja de iluminación del pueblo. ¿Qué hace ahí el niño? ¿Acaso se cree que es un juego? ¡Es una caja de alta tensión! ¿Qué pasa que nadie lo está viendo? Todos pasan al lado del chaval y nadie se percata de nada. ¿Qué está pasando aquí?

—¡Chaval! ¡Eh, chaval! —Trato de llamarlo sin éxito.

¿La gente aquí está sorda o qué? A ver, piensa, Camilo. ¿Qué puede pasar? Lo mismo no es para tanto. Claro que el niño va a meter la mano ahí, va a provocar un cortocircuito y se va a freír. Ya lo estoy viendo como se ve en los dibujitos, alternando entre su cuerpo real y la forma de un esqueleto.

Pero lo peor no es que el niño se electrocute, si no que se va a ir la luz en todo el pueblo. Bueno, tal vez sea necesario poner en orden las prioridades.

—¡Niño! ¡Pepillo! —Nada, por más que grite sigue sin escuchar.

Sin luz va a provocar que se apaguen las máquinas del hospital, haciendo que muchos pacientes empeoren; los semáforos de las calles, haciendo que suban los accidentes de tráfico; ¡Y lo peor de todo! ¡Se apagarán las luces de navidad y dejará de sonar la música de cascabeles por los altavoces! ¡Y nadie se podrá tomar las uvas! Prioridades, Camilo, prioridades.

¡Qué presión que tengo por culpa de este niño! Míralo, aún con la mano estirada para tocar la caja de alta tensión. ¡Un momento! ¿Por qué el niño aún no ha llegado a tocarla? Llevo aquí divagando sobre lo que va a pasar por lo menos diez minutos y él sigue ahí como a cámara lenta.

Ahora que vuelvo a mirar alrededor, me fijo que todo va a cámara lenta. Todo el mundo se mueve como si se tratara de la escena final de carros de fuego. Bueno, creo que no estaba a cámara lenta pero así la recuerdo yo.

¡Camilo, déjate de historias! ¡El maldito niño! Suspiro y echo el cuerpo hacia atrás, saliendo de la cornisa y volviendo a poner los pies en suelo firme. Yo estaba aquí tranquilo con mi día asqueroso y ahora tengo que bajar y evitar que el niño este haga un estropicio. ¡Quién me mandaría a mí!

Bajo por las escaleras, me he fijado que en la calle siguen moviéndose milímetro a milímetro, así que no tengo tampoco que salir corriendo, que luego me viene fatal para mi asma.

Llego hasta donde está Pepillo y lo aparto de ahí, haciendo que la mano en vez de hacia el frente vaya hacia su cara. Parece que he activado el modo ralentizado en algún momento, pero no sé cómo desactivarlo. De pronto me entra una mota de polvo en los ojos y parpadeo rápido por el dolor, y es cuando escucho un raro sonido, como si alguien hubiera parado de golpe un disco de vinilo, y noto que el tiempo vuelve a su ritmo normal. ¡Anda! Se hace así. Es un gran descubrimiento.

La torta que se pega Pepillo en la cara resuena casi en toda la calle, y le deja alelado por unos instantes, sin saber lo que ha pasado. Parece que ni se percata de mi presencia.

Miro alrededor y todo parece en calma.

Nadie se ha dado cuenta de nada. Sonrío. ¡Acabo de parar el tiempo! De pronto parece que un interesante mundo se abre ante mí, un mundo en el que el tiempo no supone un problema. SuperCamilo ha llegado a la ciudad... ¡y viene para quedarse! Bueno, en teoría ya estaba aquí de antes, pero me encanta mi nuevo eslógan. 



Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Dec 14, 2019 ⏰

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