3. Invierno

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Un viento del norte anunció tu llegada. Me congeló la cara y me obligó a cerrar los ojos. Sentí el frío entrando por los pliegues de mis vestiduras e inundarme con su abrazo gélido las costillas. Llegaste entre la ventisca de esa mañana y hasta las aves callaron con tu presencia. Fue de pronto que el invierno nos llegó. La nieve de tu sonrisa dejó infértil todo campo a la distancia. Tu cabello jugaba con el viento y los pequeños copos de nieve que flotaban a tu alrededor parecían bailar para rendirte pleitesía hasta posarse, suavemente sobre tu cabeza. La bravura del viento dobló mis extremidades hasta casi tenerme arrodillado, mientras tu presencia se mantenía ajena al caos que se formaba a tu alrededor. Impoluta. Imperturbable.  Mirabas a tu alrededor sin notar los estragos de tus vientos en los árboles, ya sin hojas, retorciendo sus ramas para poder sobrevivir a tu comparecencia. Sobre la piel de tu rostro una capa de hielo se acumulaba en tus pómulos. Con las rodillas casi en el suelo y con el brazo cubriéndome la cara podía mirarte, flotando en ese hermoso vestido blanco que cubría tu suave piel, confundiéndose entre la nieve del fondo. Sobre tus hombros, gotas de rocío ya cristalizadas, reflejaban la luz del sol entre las nubes. Rendido y con las fuerzas desgastadas caí de rodillas sobre la nieve. El frío se colaba por minariz y envenenaba mis pulmones. Añoré la primavera antes de rendirme y doblegarme ante tu avalancha. Te miré antes de cerrar los ojos, arrodillado frente a ti, indefenso ante la fuerza de tus ojos. El invierno llegó de pronto, llegó junto a ti. Y yo me rendí, incapaz de oponerme al temporal. Incapaz de oponerme a ti.

Cartas para la mujer con la luna sobre la ceja.Where stories live. Discover now