1. Presentación.

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Un par de ojos defectuosos bajo dos excesos de cabello y frente. Una nariz recta, mientras los anteojos lo permitan, igual o más defectuosa. Labios cerrados e inmóviles que esconden dos hileras de dientes rectos; consecuencia, en parte, de una compulsión temprana por hacer las cosas en el momento, que se terminó desgastando con el tiempo. Un par de manos gruesas y maltratadas, por el uso y la ansiedad, impulsadas al movimiento por un conjunto desproporcionado de músculos cansados que sueñan algún día volver a volar.

Obligado habitante de un mundo del que todos somos presos y ciudadano de un territorio cuyas riquezas a muchos les quedaron pequeñas. Exiliado por cuenta propia de una sociedad que, más tarde, terminó por darme la espalda. Sin sangre azul ni apellidos nobles, sin legado ni ancestros.

Acosado día y noche por la ansiedad de encontrarme equivocado y el miedo profundo de estarlo y nunca enterarme, busco irremediablemente, en los dobleces de las hojas escritas por aquellos hombres cuya frente ha tocado el cielo, la verdad que algún día, confío, nos hará libres. Y es por ello que resulta innecesario remarcar la obvia soledad que me acompaña en los momentos en que mi cabeza se llena de ruido, agravada por la incapacidad de relacionarme con aquellos a quienes debería considerar iguales. Y es que entre todos aquellos que, a ojos de un autoproclamado juez de intelectualidades ajenas, se etiquetan analítica y arbitrariamente como seres inferiores, se pueden encontrar contados individuos cuyo valor se considera elevado entre los otros y que, quizá desgraciadamente, en su mayoría se han vuelto la espalda a mi secreta admiración, cariño u orgullo.

De corazón silenciado a consecuencia de antiguas heridas, temeroso de luchar por guerras perdidas, y reacio a las derrotas por medio a perder lo poco que me queda. Y aunque en ocasiones el corazón se desborde alegrías, la prudencia del análisis las apresa en ansiedades, encadenando los miembros y sellando los labios en un latente miedo a fallar, con el que hace mucho hice las pases sin lograr encariñarme a su presencia.

Soy un enorme miedo al mundo enmascarado en una seguridad áspera, inamovible y repelente. Soy un par de manos que escriben más que unos labios que hablan. Soy un amor al movimiento encadenado a un sobreanálisis paralizante. Un libro abierto en un mundo de ciegos, una pecera vacía en un cofre de madera cuyo candado puede abrirse con una llave perdida. Y aunque pensaba escribir todo esto en un poema, me resultó innecesaria la intención de esforzarme tanto en describir un caos de un modo tan estético. Quizá para otra ocasión, cuando hayan mejores cosas qué contar.

Cartas para la mujer con la luna sobre la ceja.Where stories live. Discover now