8 - 'El sótano de Sylvia'

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El sótano de Sylvia

—Sé usarlo.

No sé cuántas veces lo he repetido, pero Foster hace como si no me oyera. Sigue con su pose de maestro malvado e impasible —brazos en jarras, ceño fruncido—, como siempre que me tiene que enseñar alguna cosa.

En cuanto se da la vuelta, aprovecho para sacarle el dedo corazón a su espalda. Addy suelta una risita cómplice.

—No —dice Foster sin mirarme—. No sabes.

—¡Sí que sé!

—No sabes, Vee.

—¡He dicho que... SÍ!

Estamos todos en el patio trasero. Addy se ha sentado junto con Deandre en las escaleras del porche y observa la escena con una gran sonrisa. Lleva tantas capas de ropa para protegerla del frío que, prácticamente, solo se le ve la rendija de los ojos. La mascota de Albert, por otro lado, tiene una capa de pelo tan gruesa que se mueve como si no estuviéramos a una temperatura bajísima y rodeados de nieve.

Hemos salido con un único objetivo: que yo aprenda a usar el arco.

¿Habrá algún herido? ¿Sobrevivirán todos? Pronto lo descubriremos.

La verdad es que, como he repetido cincuenta veces, ¡ya sé usar el maldito arco! Pero Foster no se lo cree, así que aquí estamos, perdiendo el tiempo cuando podríamos hacer mil cosas más interesantes.

Lo último que hice ayer fue subir al altillo con él para buscar la puñetera nota encantada de la leyenda, pero resulta que no hace nada especial. Es, simple y llanamente, una hoja de papel. Y encima huele a humedad.

Todo mal.

Alexa está en el piso de arriba investigándola con Albert, pero dudo mucho que saquen nada muy claro.

Kent también da vueltas por el jardín, con los guantes puestos y un cinturón con todos sus artilugios de jardinero. Es la primera vez que lo veo cuidar de las flores sin que Addy quiera unirse a él. Prefiere reírse de mí.

Como su puñetero padre.

Foster, por cierto, sigue a lo suyo. Observa el objetivo que he preparado hace un rato, una especie de diana a unos diez metros de distancia, como si la estuviera calibrando.

—¿Puedo disparar? —pregunto, parpadeando con inocencia.

—Vaya, es la primera vez que pides permiso antes de hacer una tontería, qué bonita novedad.

—¡Es que ya te he dicho que sé usar el arco! —insisto, frustrada.

Abre la boca para replicar, pero ya he tenido suficiente. Levanto los brazos, tenso la cuerda y, apenas sin apuntar, acierto de lleno en el centro de la diana. Suelto la flecha con tanta fuerza que el extremo final se queda temblando varios segundos.

—¡Bien, Vee! —me anima Addy, entusiasmada.

Le hago una pequeña reverencia tanto a ella como a Deandre y Kent, y luego me vuelvo hacia Foster con una sonrisa engreída.

Pero, claro..., él no está nada impresionado.

Bendito será el día que logremos impresionarlo, al puñetero.

—Podrías aplaudir un poco —recalco.

—Cuando hagas algo que me impresione, te aplaudiré.

—Oye, ¿cómo puedes ser tan bueno todo el tiempo y tan capullo como profesor?

El rey de las sombras #2Where stories live. Discover now